El surgimiento de la teología Abya Yala

Por Yenny Delgado y Claudio Ramírez

El surgimiento de la teología Abya Yala significa un cambio significativo en el discurso teológico sobre la implicación del cristianismo en Abya Yala. Misioneros cristianos y una milicia de soldados que pretendían gobernar y controlar la tierra introdujeron el cristianismo hace más de cinco siglos. Si bien algunos consideran este proceso de colonización como un encuentro de culturas y cristianización del mundo, los resultados reales de la llegada del cristianismo fueron prácticas genocidas que resultaron en la pérdida de la tierra y la autodeterminación de los pueblos originarios.

La práctica de los cristianos europeos en Abya Yala se llevó a cabo bajo opresión y sometimiento, eliminando cualquier aspecto del mensaje liberador inherente al mensaje de Cristo. Cualquiera que se resistía era esclavizado y castigado por desafiar el cumplimiento del mandato de la iglesia. Las prácticas nativas, las creencias, el idioma e incluso el reconocimiento ancestral de la población nativa se consideraban “paganismo”.

El gobierno y la iglesia contemplan una visión de “civilización y cristianización masiva” centrada en el bautismo y la imposición de nuevos nombres europeos y bíblicos como forma de conversión y dejando a la población y sus descendientes sin derecho a la identidad étnica, creencia espiritual, o autoidentificación. Hoy se han enseñado intencionalmente mensajes de socialización política y religiosa que proyectan un relato transformador que borra las huellas de la barbarie vivida en el período de la colonización.

Esta limitación epistémica histórica transformó las experiencias espirituales en experiencias objetivas, lo que dificultó alcanzar la verdadera objetividad, ya que siempre estuvo acompañada de la forma hegemónica, dominadora y patriarcal de buscar el poder y el control. En consecuencia, muchas teologías fueron distorsionadas, creyendo erróneamente que Dios permitió la colonización. Al mismo tiempo, en la comprensión Teo política, la colonización es a menudo considerada como un “proceso de desarrollo”, una obra de apología de la colonización, ya que el proceso colonizador ha sido escrito como un éxito a los ojos de los colonizadores.

A partir de este contexto, la historia de los pueblos originarios de Abya Yala ha sido sometida a esa “objetividad imperturbable”, es decir, que el proceso de colonización intenta eliminar la diferenciación en las prácticas, tratando de hacer a todos “iguales”. Sin duda ha sido una tremenda historia de exterminio de nuestras diferencias y de poner a todos en la idea de prácticas monolíticas cristianas.

En clave de liberación y resurrección, la teología Abya Yala hace posible ver lo ancestral como eje decolonial y que a la vez propone una reflexión teológica basada en la visibilización/salvación de los pueblos originarios. El mensaje de muerte y sometimiento para la población nativa se transforma en el cristianismo de Abya Yala como un mensaje de resurrección y esperanza. Como las semillas de maíz que se deben secar para que al sembrarse resuciten en una bella mazorca llena de maíz fresco, así en las conciencias, en las memorias, en las voces de nuestras ancestras, las nuevas generaciones nos vemos creciendo y resurgiendo como un proceso necesario de resurrección. 

De este modo, la resurrección nos invita a pensar, especialmente el hecho vivido por los seguidores del Nazareno, desde una perspectiva histórica, la resurrección cree en un Dios de los vivos, es decir, el Dios que levanta a los caídos. La resurrección de los creyentes despierta y abre nuevas posibilidades. El cristianismo en Abya Yala bajo esta comprensión decolonial ya no es opresión y control sino la vida y resurrección de un pueblo que sigue latiendo desde las entrañas del Dios vivo.

En este contexto el surgimiento de una teología desde y para el pueblo de Abya Yala no sólo es necesario, sino que es un acto de justicia. El conocimiento ancestral de la relación con el creador, las múltiples formas de culto y prácticas espirituales, los significados en los ritos y las diversidades de los pueblos enriquecen el verdadero mensaje esperanzador del evangelio, no lo limita ni lo niega como fue pensado durante el proceso colonial que buscó acomodar su mensaje a su conveniencia.

La Teología Abya Yala busca desmantelar estas estructuras opresivas herencia de un sometimiento colonial y recuperar el mensaje liberador de Cristo. El centro en la resurrección es particularmente relevante, ya que ofrece esperanza y un camino para los pueblos originarios y sus descendientes. La resurrección habla de la resiliencia, la fuerza y la capacidad de nuestras comunidades para levantarse frente a la adversidad y recuperar su identidad y espiritualidad.

Abya Yala llama a la descolonización de la teología, rechazando los marcos eurocéntricos y patriarcales que han dominado el pensamiento cristiano. Reconoce la necesidad de valorar y celebrar la diversidad de culturas y tradiciones y, reconocer el daño causado por la imposición de una cosmovisión histórica singular.

Al centrar las experiencias y perspectivas de los pueblos originarios, la Teología Abya Yala ofrece una visión profética e inclusiva del cristianismo, así como invita a reconciliar las experiencias espirituales de los pueblos originarios como parte de las practicas de fe liberadoras del cristianismo en Abya Yala.

Siga el siguiente enlace para leer sobre Teología Abya Yala.

Yenny Delgado – Psicóloga y teóloga. Candidata doctoral en Ciencias Sociales de la Religión en la Universidad de Lausana. Escribe sobre las intersecciones entre memoria ancestral, etnicidad, descolonización y fe pública.

Claudio Ramírez – Teólogo con maestría en Teología Dogmática por la Universidad Católica de Córdoba. Miembro fundador de la comunidad en diálogo intercultural ÑAWI. Escribe sobre espiritualidad ancestral y eco-teología.

Las implicaciones del Cristianismo en Abya Yala: Un acercamiento histórico decolonial

El mensaje cristiano europeo llegó a Abya Yala hace más de cinco siglos. Los misioneros cristianos junto a una milicia de soldados trajeron la cruz y la espada para gobernar y ordenar nuestra tierra. Aunque algunos ven este proceso de colonización como un encuentro de culturas, los resultados reales de la llegada del cristianismo, prácticas genocidas de los cuerpos como del conocimiento, olvido y pérdida de los idiomas originarios, prohibición de las prácticas espirituales, expropiación de tierras, entre otras opresiones fueron parte de un mensaje y acto opresor que llevó a la pérdida de la autodeterminación de los pueblos originarios para seguir practicando libremente su espiritualidad y mantener la armonía en su cosmovisión. 

De esta forma la enseñanza reduccionista del cristianismo en Abya Yala eliminó cualquier aspecto del mensaje liberador inherente al mensaje de Cristo. Las prácticas y creencias espirituales nativas, el idioma e incluso las prácticas culturales de los pueblos, se consideraron “paganismo”. 

Intencionalmente se ha enseñado y proyectado mensajes de socialización política y religiosa como identidades y asimilación a un estado-nación.  Los gobiernos han buscado borrar huellas de la barbarie vivida en el proceso de colonización y junto a la iglesia se proyectó una mirada de “desarrollo y cristianización” de tal manera que la educación y en nuestro caso la educación teológica no conecte la experiencia de la población nativa y la llegada del cristianismo. Mas bien se da una enseñanza muchas veces ajena al proceso histórico opresor para enfocarse a procesos recientes sin historia ni consecuencia.

En ese sentido la falta de compresión sobre quienes son la población originaria y su descendiente queda muchas veces sin derecho a la identidad étnica, creencia espiritual o determinación para hacer una lectura bajo su auto identificación. Cualquier intento de autoafirmación está sujeto a análisis que desvirtúan e ignoran un proceso colonizador sistemático

Ahora bien, es necesario hacer un análisis de las implicaciones del cristianismo en Abya Yala desde un acercamiento histórico decolonial. Aquí cinco implicancias importantes para reflexionar. 

1- La Doctrina del Descubrimiento

La Doctrina del Descubrimiento desarrollado a través de una serie de bulas papales durante el siglo XV, permitió que las personas no cristianas sean capturadas, esclavizadas y vendidas en beneficio de los monarcas cristianos y la iglesia, la cual les daba la potestad de incautar posesiones y propiedades incluida claro está la tierra. Esto proporcionó un marco legal y eclesiástico para la colonización. Los reinos cristianos y, por consecuencia su ejército y colonos tenían el derecho legítimo de oprimir a todas las personas para que se cristianizaran y, al mismo tiempo, tomar la tierra y ser los “nuevos propietarios”.

En el siglo XV, los reinos español y portugués se dividieron Abya Yala y tomaron posesión bajo las reglas de la iglesia católica; los pueblos nativos recibieron ‘civilización’ y fueron obligados a convertirse al cristianismo. La Iglesia robó la tierra y exigió oro, plata y otros bienes. 

Importante anotar que luego de una larga lucha, el 30 de marzo de este año,  500 años después, el Vaticano repudia públicamente la ‘Doctrina del Descubrimiento’, que se utilizó para justificar el colonialismo.

2- Ideología de superioridad blanca

La teoría de raza prevalecientes en Europa y luego traídas a Abya Yala, decidieron la forma de las políticas públicas, la clasificación de la humanidad en razas inferiores y superiores influyeron profundamente en el desarrollo de las ciencias. La superioridad blanca sustento y justifico el sistema de castas instalado para separar y favorecer a los europeos para tomar control sobre el territorio y su población originaria.

La invención de una “raza superior” no se basó en la biología sino en valorización de construcciones sociales. Quijano escribiría “raza e identidad racial fueron establecidas como instrumentos de clasificación social básica de la población.  Con el tiempo, los colonizadores codificaron como color los rasgos fenotípicos de los colonizados y lo asumieron como la característica emblemática de la categoría racial… En consecuencia, los dominantes se llamaron a sí mismos blancos”. El color de la piel y las características físicas para filtrar a las personas y crear un sistema de castas de discriminación dieron base a una de las implicancias que marcaría en las generaciones siguientes el deseo de abandonar la ancestralidad nativa para adoptar y repicar lo europeo, por consiguiente, lo blanco, lo mestizo como forma de identificarse. 

3- Esclavitud y Haciendas

En un registro histórico del movimiento abolicionista liderado por cristianos. A menudo creían que había cierto grupo de personas que no estaban completamente preparados para la ciudadanía; en cambio, eran considerados niños que necesitaban un amo. Sin embargo, la complicidad de las instituciones cristianas con la esclavitud es evidente en la fundación de la mayoría de las instituciones a fines del siglo XVIII  y principios del XIX. La esclavitud era una regulación codificada por la ley y apoyada por enfoques teológicos.

Sin embargo, el papel de la Iglesia  especialmente en el cambio de siglo, es increíblemente revelador, los clérigos sobre todo desde los grupos protestantes utilizaron “la maldición de Ham” para justificar la esclavitud de las personas con color de piel oscuras. La presuposición de que unos eran superiores que otros seres humanos es una negación completa de que todas las personas han sido creadas a la imagen de Dios y es una contradicción del mensaje liberador de Jesús.

Cuando los misioneros viajaron para ‘convertir’ a los pueblos al cristianismo, estos encuentros fueron seguidos poco después por corporaciones privadas y tropas de gobiernos extranjeros. La idea del cristianismo fue primero reducir e incluso simplificar las culturas nativas y originarias para apaciguarlas, adaptarlas y asimilarlas a un cristianismo blanco normativo.Una vez más esta enseñanza reduccionista eliminó cualquier aspecto del mensaje liberador inherente a las palabras de Cristo, ya que se les enseñó que estarían con Dios en el cielo, en la próxima vida, y que el dolor de la colonización podría soportarse gracias a la gracia y el poder de Dios. La fe cristiana se ha convertido en sinónimo de colonización y opresión y es una característica crítica de la práctica teológica blanca.

Bajo esta implicación las poblaciones originarias se vieron obligados a trabajar en las haciendas. La esclavitud de la población nativa fue codificada por la ley, apoyada en la construcción teológica, y normalizada por la Iglesia. Aunque hubo cierta disidencia entre las denominaciones más pequeñas y las órdenes católicas con respecto a la esclavitud, hubo un apoyo abrumador a la superioridad blanca en toda la cristiandad. La superioridad blanca desarrolló una sociedad construida en base a la exclusión. 

4- Internados y Reservas

La colonización en Abya Yala obligó a la población nativa a migrar en su propia tierra, debieron de asentarse hacia “las fronteras”. A fines del siglo XIX, la mayor parte de la tierra fue apropiada para la creación de las nuevas repúblicas. Los pueblos originarios solo tenían acceso a las tierras menos productivas. Los gobiernos y las reglas de la Iglesia en Abya Yala, dirigida por descendientes de europeos, continuaron forzando campañas de asimilación cultural trasladando a miles de niños y niñas nativos a escuelas internados católicos y protestantes.

Un ejemplo fue en Perú, donde los hijos de los Arakambut fueron enviados a escuelas misioneras católicas para que aprendieran el español. La ‘Misión’ visualiza entonces nuevas formas de evangelización mientras  “convierten” a los mas jóvenes a la cultura española y latina.

La ideología detrás de estas escuelas era enseñar la lengua y la cultura de los colonizadores. El cabello de los niños y niñas fue cortados en señal de humillación. Para parecerse más al colonizador, parecerse a un “ser humano”, algo que el opresor percibía como “civilizado”. En las escuelas las niñas aprendían a servir domésticamente, limpiar, planchar y prepararlas para el servicio, mientras que los niños trabajaban en las tierras que pertenecían a la Iglesia para sembrar y cosechar alimentos. Este trabajo gratuito para la Iglesia dejó una huella significativa. Las familias mas pudientes en la república donaron a la Iglesia y se beneficiaron del servicio gratuito de niños y niñas durante siglos.

5- Genocidio de papel 

Durante la colonización los colonos europeos se apoderaron de las tierras más fructíferas y ricas en minerales. Los nuevos propietarios tenían documentos y papeles que los hacían dueños. Para que esto sea posible los Pueblos originarios y sus descendientes debían de desaparecer, si bien muchos habían sido asesinados, muchos otros pueblos sobrevivieron, por lo cual debían ser objeto de un acto sistemático de borrado de identidad el cual se ha denominó “genocidio de papel”. Los gobiernos trabajaron para borrar la identidad nativa y la autoidentificación reclasificando y racializando los aspectos étnicos en los registros gubernamentales. 

De tal manera que, al no existir población originaria directa, nadie podría demandar a los gobiernos por restitución de las tierras ancestrales, nadie tendría derecho sobre las posesiones, más que los que tenían un papel de propiedad obtenido por reparto.  Ahora los descendientes de europeos eran los dueños de las tierras, la población nativa sus siervos y los sin tierra.

Bajo la misma línea ideológica de supremacia, la población originaria fue forzados a la asimilación, su identidad étnica era ahora clasificada desde sus partidas de bautizo y más tarde sus partidas de nacimiento como “ladinos”, “hispanos” o “mestizos”.  Esta forma de clasificación de la sociedad formó una población confusa entre sus identidades étnicas. La narrativa que circulaba de tener un ancestro español, tener un apellido español, hablar solo español y desconocer de la cultura y practicas espirituales de su familia, creaba un nuevo imaginario del “mestizo” el que era y no era a la vez, un desconocido que nunca llegaría ser “el blanco.”

Un ejemplo significativo sobre lo sucedido en Perú y Bolivia, donde las familias fueron obligadas a nombrar a sus hijos según el calendario católico romano. En el acta de nacimiento o acta de bautizo el sacerdote asignaba el nombre  según la fecha que nacían, y muchos de los apellidos eran asignados en base al apellido de los hacendados, Así quedaba estampado en el certificado una nueva identidad sin historia, ni significado para las familias y comunidades. 

Mucho mas podemos escribir de las implicaciones de la colonización en Abya Yala. La exclusión y denigración que los pueblos originarios han sufrido siguen siendo aun tema de discusión y análisis. Mostrar la complicidad de la Iglesia ha sido uno de mis objetivos con este análisis histórico. Cuando un sistema de creencias permite a sus practicantes ver a los demás como salvajes que necesitan ser dominados, los impactos son terribles. La práctica de una teología colonizadora y supremacista creó una Iglesia y, por extensión, una sociedad más desigual. Es tiempo de reconocer que una teología decolonial y profética desde Abya Yala es mas que necesaria.

Puede leer más sobre mi trabajo teológico en el siguiente enlace Teología Abya Yala.

Nota: Esta es una versión corta de mi presentación en la cátedra Juan A. Mackay organizado por la UBL del 18-21 de Abril 2023.  

Yenny Delgado

Psicóloga y teóloga. Directora de PUBLICA. Iniciadora de Mujeres Haciendo Teología en Abya Yala. Candidata doctoral en Psicología de la Religión por la Universidad de Lausanne, Suiza.


Women Doing Theology in Abya Yala*

While sitting in church, attending a seminary class or reading a theological article, have you ever wondered where the women theologians are and why they are not cited? This article highlights women liberation theologians of Abya Yala so the next time you are in a theological discussion, preparing a Bible study or writing a sermon, you can reflect on and add the voices of women forging a path through the most critical issues in the continent.

In the 1970s, Native activists, historians, politicians and theologians adopted Abya Yala as the unified name of the continents of the Western hemisphere, instead of calling them North America (English speaking) and South America (primarily Spanish and Portuguese speaking countries) — names that perpetuate colonial divisions. Abya Yala comes from the Guna language (spoken by the Guna peoples, who lived between present-day Panama and Colombia). It means “land in full maturity and land of vital blood.” This name for the combined continent focuses on the land and its Native people, rather than on colonization and invasion.

Women theologians of Abya Yala see the land and shared experiences as part of a longer arc of history, one that is not overshadowed or forgotten but rather is incorporated into their reflections. Theologians of Abya Yala present not only a unified production of women doing theology on the continent, but also a liberation theology that focuses on the role of women who suffered colonization, forced migration, enslavement and the oppression of women’s bodies.

In the overarching narrative of society and of Judeo-Christian theological belief, the man is at the center of power, society, culture and religious practices. After many struggles and battles, women have mobilized against laws that have sought control over women’s political participation and theological reflections. As the arc of society slowly bends closer to equality, the Christian church has experienced changes that also have affected the establishment. Women leaders have arisen as theologians, pastors, bishops, ruling elders and moderators, among other vital roles.

Colonization also brought patriarchal structures and White supremacist ideologies, which have often marginalized and subjugated Native and African-descended women in both society and ecclesiastical spaces. Overall, this marginalization hurts the community and leads to the fracturing of women’s identity, a lack of clear leadership opportunities, oppression in the family structure and assimilation to cultural domination. These all affect social dynamics, legislation and theological reflection by and on women. Unfortunately, the implications of these harmful practices and theories still linger in society.

Women theologians, beginning in the 1960s, have understood women’s conditions needed to be visualized and their voices heard. Womanist theologians have highlighted how foundational texts were written predominantly by male theologians descended from Europeans and how these texts failed to consider the perspectives and insights of women. Womanists, most of whom are African descendants in the United States, have created a methodological approach to theology that centers on the experience and views of women. Native women have incorporated a womanist theology of decolonization and women’s contribution to liberation from a Native perspective.

Women’s work in the theological and pastoral world is diverse and significantly contributes to the discourse. However, women’s work is often made invisible by a patriarchal system that focuses on the contributions of male theologians and, geographically, on a more European, Anglo-Saxon and White vision put forth by seminaries, the theological studies faculties of universities, and churches’ educational programs. Knowing this situation, as a theologian of Native ancestry, I recognize the lack of readings from women theologians who reflect at a liberating level. I have investigated women authors and theologians, many of whom I have had the pleasure of meeting in person as teachers and guides in this journey of doing theology from and in Abya Yala.

The following list of influential women theologians of Abya Yala addresses and makes visible the contributions of women from different countries of the continent, reflecting the breadth of Christianity and filling the current gap of silence and knowledge over women’s perspectives, contributions, thinking and ways of doing theology in Abya Yala.

  1. Elsa Tamez is a Mexican theologian and a New Testament biblical scholar. I first encountered Tamez’s work and reflections when I studied theology in Costa Rica at the Latin American Biblical University, where she served as an emeritus professor and was the former rector. Her reflections and analysis resonated and inspired me to continue in my theological studies. Tamez earned her doctorate in theology from the University of Lausanne, Switzerland. She specializes in hermeneutics and contextual biblical studies from a woman’s perspective. She has brought critiques and new perspectives to these fields of study. Tamez is now retired and resides in Costa Rica, where she continues to dialogue with the current and next generation of young women theologians.

“When injustice manifests itself in every aspect of a nation’s life, we necessarily infer that the structures of violence are being condoned by the authorities or by influential persons such as rulers, prophets, priests, and the wealthy.”

2.   Emilie Townes is an inspiration in my work as a womanist theologian from a Native perspective in Abya Yala. Townes, a social ethicist theologian from the United States, is a pioneer in womanist theology and its adoption as part of theological education. In womanist theology, the historical and current ideas of U.S. women of African descent highlight Christian theology’s critical engagement and traditions. Townes has developed a keen interest in critical thinking about women’s perspectives on health care, economic justice and literary theory. She is the E. Rhodes and Leona B. Carpenter Chair in Ethics and Society and distinguished professor of womanist ethics at the Vanderbilt University Divinity School, where she researches women and health in the African diaspora in both Brazil and the United States.

“I don’t think there is anything normal or natural about the way we continue to countenance evil as acceptable.”

3.   Agustina Luvis Núñez inspires the new generation of scholars who do critical theology from a liberation perspective. A Puerto Rican theologian, she actively writes and reflects from a decolonializing perspective, in open dialogue with the work of women doing theology as African descendants. She obtained her doctorate in systematic theology from the Lutheran School of Theology in Chicago. Her work includes Pentecostalism, Caribbean theology and gender studies. She writes about women and their pastoral work in the church. Luvis is currently dean of the Evangelical Seminary of Puerto Rico. I have been empowered by hearing her journey and how her story has inspired her reflections and articles.

 “Language is never neutral. Our language can give life and can cause death. To use the term “illegals” to refer to undocumented people is a tactic that influences the debate on immigration and feeds hatred and violence.”

4.   Sofia Chipana, a Bolivian and Aymara descendant, is a prominent voice of Native theologians in Abya Yala. She is known for bringing ancestral knowledge from the Andes and its people’s reflection on Native cosmic worldview. Chipana has a degree in theology from the Latin American Biblical University in San José, Costa Rica. Currently, she is studying for a master’s degree in socioreligious studies, gender, and diversity at the National University of Costa Rica. Her work is recognized as decolonial and liberational. In her writing she values dignified and sacred living with the earth and respect for all life forms. She also has worked with networks dedicated to theological reflection, knowledge, wisdom and spiritualities. She is a member of the Community of Indigenous Theologians of Abya Yala and the Andean Theological Community, which fosters dialogue among the Andean peoples and beyond.

      “In the contexts of colonized peoples of Abya Yala, the Bible has been used as a colonizing instrument to alienate our identities, subjugate our territories, and confine us to live as foreigners in our own lands.”

5.   Ivone Gebara, a Brazilian theologian and philosopher, heavily influenced my own work as a student at the Universidad Biblica Latin America in Costa Rica. Her work was foundational to work in how is possible to build an inclusive community of faith , and she continues to influence my writing and analysis. Gebara denounces violence against nature and connects the natural world and its ideological, anthropological, and mythical relationship with women. She has two doctorates: one in philosophy from the Pontifical Catholic University of São Paulo, and another in religious sciences from the Catholic University of Louvain in Belgium.

“For men, evil is an act one can undo. But for women, evil is in their very being.”

6.   Virginia Azcuy is an Argentinian theologian who works at the community level to foster participation in projects and programs that promote the voices of women. Azcuy is the founder of Teologanda, a group of Argentinian theologians that promotes research, publications and open spaces for women theologians to share their work. Her theology centers on spirituality that focuses on the dignity of women. Currently, she works in the theology faculty of the UCA as a member of its academic council and has served as the chair of spiritual theology since 2003.

“If the poor Christ is the one who bears the sin of the world, the poor woman or woman who suffers from oppression –of some kind or more than one– is his sacrament to the extent that she carries on her body the cross of male, sexist domination and ethnic.”

7.   Maricel Mena, a Colombian of African descent, is a theologian, biblical scholar and researcher. Her work inspires African-descended women in Abya Yala to reflect critically on the diaspora and on women’s role in the community. She has done post doctorate work in feminist hermeneutics for the Superior School of Theology in Brazil. Mena currently serves on the faculty of philosophy and theology at Saint Thomas University and does comparative research on Abrahamic religions. Her work ensures that the full diversity of insightful theological work embraces all of the continent.

“The black biblical hermeneutics rescues the black woman from the role of poor, maid, and slave, a role invented by the scholars who formed the socio-religious imaginary and places her as the protagonist of a story of struggle and resistance.”

8.   Luzmila Quezada is a Peruvian theologian who reflects on the role of women in faith communities. She was the first women theologian I encountered in the seminary in Peru, and she encouraged me to continue my studies. She has a doctorate in history and theology at Escola Superior de Teología and holds a master’s degree from the Methodist University of São Paulo, Brazil. She has been dedicated to teaching systematic theology and gender studies. Besides her academic work, Quezada is an ordained pastor of the Wesleyan Church.

 “Women’s doing theology results from a critical reflection that challenges traditional theology. It is a theology that starts from everyday life in response, overcoming all forms of marginalization, exclusion.”

9.   Sandra Arenas is a Chilean Catholic theologian. Her work in ecumenism and ecclesiology inspires me to do ecumenical and ecclesial work and critically reflect on my own work. She received her doctorate in systematic theology from the faculty of theology and religious studies at the Catholic University of Leuven, Belgium. Her specialties are the history and theology of the Second Vatican Council, ecclesiology and ecumenism. She has published individual and collected works in these and related areas, such as the abuse crisis in the Catholic Church. Currently she is dean of the faculty of religious sciences and philosophy of the Catholic University of Temuco in Chile.

The synodal church implies the inclusion of diverse voices.

10. Violeta Rocha is a theologian and biblical scholar from Nicaragua whose leadership has affected the role of women in the church. She has worked as a professor of the New Testament for many years and was the principal in the Biblical Latin American university for a decade, where I took classes with her. She is a laywoman of the Church of the Nazarene. She completed her Master of Theology at the Protestant Institute of France. She has a doctorate in Latin American studies from the National University, Costa Rica.

“The last decades have shown that the religious overflowed from the private sphere to find itself once with the limitations of a changing society, situations that are becoming more acute reality in which poverty, exclusion and paradoxes are every day bread.”

Indisputably, women in the theological world have made incredible contributions. Women write and practice their faith in their communities and local congregations, their reflection answers everyday questions for many women in the church and society. These women theologians from Abya Yala are a source of inspiration and theological thought from a womanist, feminist, and biblical perspective. Their contributions mark a new time for the Christian Eurocentric theology to give way to a more contextual theology on the continent.

*This article was initially published in Presbyterian Outlook “Ten liberation theologians you should know: Women doing theology in Abya Yala.”

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Yenny Delgado, a psychologist and theologian, is the director of PUBLICA, convener of Women Doing Theology in Abya Yala and a ruling elder in the Presbyterian Church (U.S.A.). She writes about the intersections between ancestral memory, decolonization, womanism and public faith. Currently she is a doctoral candidate in Psychology of Religion at the University of Lausanne. 


 

The Women’s Movement: In the Intersection with the Rise Up of Fundamentalism in the United States

For decades women have advocated for equal rights to ensure the fundamental principles of equal standing under the law. Throughout history, most of the conceptual framework and advocacy have been aimed at breaking the legal oppression of a patriarchal system.

However, ethnic differences among women and white superiority beliefs have made achieving equality for all women difficult. The long history of the women’s movement, starting in Europe and the United States and step by step in many countries, divided the conversation leaders were considering all women equally, despite their economic position, education, and especially skin color, women in a higher position in leadership practice white supremacy ideologies that accompanied the painful colonialism history experience in the world.

In the United States, women have fought and obtained the right to vote, work outside of the house, earn a salary, decide to marry, stay single, have children, or assume the responsibilities of motherhood. However, these achievements have only sometimes been well received by all members of society. In particular, conservative groups, led primarily by Christian church leaders, have been at the center of developing fundamentalist ideologies to combat these advances. Patriarchal religious power structures have used fundamentalism as a basis to maintain control. Through the application of fundamentalist ideologies, women are condemned for making decisions, and this ensures that in this theology, the place of the women is below that of the helper, and there is no autonomy in one’s own body.

The women’s movement and equal rights

The demand for the right to vote in the United States began to gain strength in the 1825s when a group of women in New York organized to strike and demand higher wages and better working conditions, thus giving rise to the most massive movement for the rights of women in the country. Northern cities were growing and requiring factory labor and provided a public space where women began to gather.

In 1848, in Seneca Falls, New York, a group of women organized the first women’s rights convention, wanting to change the Constitution to ensure equal rights. In that same convention, it was approved to fight for women’s vote. This decision drew opposition from some organizers, who believed the idea was too extreme—for women, who for decades had read a Declaration of Independence (1776) that spoke of freedom and the pursuit of happiness, left them far from being part of the ‘we,’ which seemed reserved only for privileged white men. The US government, led by white men, placed the native populations in reservations and forced them to free labor. At that time, Afro-descendant men were not recognized as complete humans; they still lived in slavery, and equally enslaved Afro-descendant women were owned by white men and women as oppressed, service, and wealth-producing labor for their enslaving “owners.”

In this context, what possibility would women, primarily native and Afro-American women, have to be considered citizens in the country of freedom? In 1850 the first National Women’s Rights Convention had broad base support, which brought together men and women, abolitionists and liberals, who met to talk about equal rights, wages, marriage, and property, among others.

That same year, the Women’s Movement regained momentum. It was approved to become the American Equal Rights Association, which would take women’s suffrage as its banner. The reaction was immediate. Conservative church leaders directly opposed equality.

Fearing the power and influence that women could have in society, and out of economic interest, in 1870, the owners of the liquor businesses founded the Anti-Woman Suffrage Association of Washington. This movement received support from women who were against all political participation, either because they obtained personal benefits by maintaining patriarchy in the political system or because they believed that men should rule the country following the mandate of God’s leading.

The women’s leadership was acting in such a way that it opened spaces for discussion. Susan B. Anthony, a suffragist and equal rights leader, seizing on the 1872 presidential election, was arrested for voting in New York. The patriarchal system was playing all its cards; it governed under the laws created within a regime of the value of the human being in which women had no other role than to submit.

The suffragettes continued their campaigns for decades, seeking an amendment to the Constitution to give them voting rights. At the same time, another group of women began to question from within the churches and confront the patriarchal system manifested in the religious institution that held power and preached it every Sunday. A change was being experienced: the women members of the congregations had questions regarding these limitations. The leaders were reading the biblical basis for their own rules, which they believed was God’s will. They wanted to execute them to the letter in a context where there was talk of a social revolution in which science had significant advances.

So, the question that emerged in the face of men’s literal reading of the Bible was: “what about women who read the Bible like women?”. That was the question of Elizabeth Stanton, who published The Woman’s Bible, and a group of twenty-six women. This controversial book questioned the use of the Bible to relegate women to an inferior status. She urged women to recognize how religious orthodoxy and masculine theology obstructed their chances of achieving self-sovereignty. The religious leaders did not ignore this work since it amounted to an attack on their base of power, based on the Bible and the fundamentalist theology they were building. In response to these events, church leaders were quick to show concern about the actions of the women’s movement and other social changes in parallel.

The birth of the fundamentalism movement in the United States
As women organized for decades to voice their demands for full rights as citizens in society, a circle of religious leaders and conservative pastors also gathered in New York. They did Bible readings and reflections, going from a small meeting for Bible study to creating the largest convention called the Niagara Bible Conference. which met from 1876 to 1897, bringing together a diversity of thinkers, pastors, and religious leaders from the United States and Canada.
The Niagara Conference introduced many evangelical Protestants to dispensationalist teaching and premillennialism, which were advocated and taught to ensure that the Bible and its principles were not questioned and studied by leaders and pastors; a set of fourteen doctrinal principles were established to describe what they called the “Niagara creed.” These principles laid the foundation and strengthened the distinctive character of fundamentalism. The driving force behind the meeting was James H. Brookes, a Presbyterian minister from St. Louis who publicized the meeting through his Truth magazine and devoted considerable space to summaries of the conference addresses.

The Niagara conference prompted religious leaders to shut down the positions and questions that arose from the women’s movement. Also, he clarified that the women’s struggle was an issue that the churches would not discuss. Instead, they preferred to focus on amplifying their religious discourse by opening mission schools and printing instructional materials with the fundamentals of the only ‘truth’ they cared about control of the Bible. Once again, women and their struggles were made invisible.

While the religious leaders did not listen to the women’s questions, the strengthening of women’s activism and resistance came to fruition. By the 1920 presidential election, white women could vote across the country. That same year, the ideas of fundamentalism, based on the fourteen principles, began to be promoted to attack the ideas of equal rights. Fundamentalist religious leaders printed thousands of pamphlets distributed in churches and seminaries to spread their beliefs and concerns in the face of social movements that studied and promoted equal rights. Even though the country’s social struggles grew against racial segregation in that same period, this issue was not discussed or reviewed within the historically segregated churches.

The intersectionality between the women’s movement and the rise of fundamentalism in the United States shows the historical evolution of how the women’s movement developed. The fundamentalist leadership’s initial concerns regarding equal rights for women were counterbalanced by the white male desire for control and power in society. Fundamentalist views put equal rights at risk regarding self-determination and the potential of harmful governmental laws. 

Still today, more than a hundred years have passed since the vote was achieved in the United States; however, having a woman president has not been possible. In Congress, after a century of fights, women will reach 20% of the seats by 2022. Women struggle with injustice, penalization of abortion and punishment with jail time, fertility treatment is not part of many standard health insurance plans while forced sterilization on native women at the border, and unequal pay salaries between women and men. Similarly, within churches, women remain a minority in leadership and decision-making roles.

The work for women’s rights is far from over, and history suggests for each advance, there is likely to be a fundamentalist backlash to the action.

SENTIPENSARES FEMENINOS EN TIEMPOS DE SINODALIDAD

Por Mónica Benavides

En estos días vi un anuncio que decía: “las historias crean los mundos que habitamos”[1]. Frente a este aviso no puede pasar de largo y entre a corazonar el caminar la palabra, una práctica ancestral propia de las culturas originarias que tiene un sentido comunitario, político y de resistencia. Esto se debe a que nuestras historias se vinculan a un ejercicio narrativo de conversación colectiva que son parte de un cuerpo territorial sintiente[2]

En este sentido, el lugar de enunciación para escribir, esta vez, son los espacios fronterizos. La intencionalidad es poder visibilizar aquellas comunidades y colectivos de mujeres que luchan y resisten en su cotidianidad para hacer frente a múltiples violencias sistemáticas, como lo es la Asociación de Mujeres Multiétnicas y sus Familias Retornando a la Tierra (Asmufare)[3]. Me uno a ellas para caminar juntas, sueños con futuro. 

Igualmente tejo el texto desde el mundo que cambia y desde nosotros que cambiamos con él. En este momento de paso, de cambio, de metamorfosis, el latir de la cotidianidad es un caleidoscopio que nos permite ver, escuchar y abrazar la realidad en sus más variadas formas. Los distintos actores, cuales artistas, dibujan o plasman con facilidad y en alta gama de color, la desnudez, la fragilidad y la esperanza de la vida en su complejidad. Esto no nos deja indiferentes, sino que nos catapulta a dar un giro en la manera de vernos, de percibirnos, de leernos, de interpretarnos, de relacionarnos, es decir, en la forma como habitamos el mundo y lo nombramos. 

La gracia de vivir en una época de transición, de movimiento, nos da la libertad de sentir que no tenemos asegurado nada y que más bien, hay que estar ligeros de equipaje. Tales condiciones nos dan la posibilidad de cuestionar aquello que hasta hace poco era intocable y de abrir puertas para revisar sistemas, replantear filosofías, modelos de vida y de costumbres, con sentipensares colectivos que buscan nuevos equilibrios. Toda esta dinamicidad es propulsora de alternativas otras de reorganización socioeclesial en la que quepamos todas y todos.

Por lo tanto, este es un tiempo oportuno, un Kairós. Es el tiempo de la Ruah divina, de lo femenino y de su capacidad de abrir caminos para entretejer aquellas fuerzas opuestas, presentes desde siempre en nuestra Pachamama, pero que, por siglos, nos han causado temor. Se ha cumplido el tiempo del Pueblo de Dios que vive según los dones, ministerios y carismas del Espíritu, en la diversidad, para favorecer el bien común (1Cor. 12,12-27). Este pueblo hila su raíz evangélica en el Pueblo de Israel, y en las primeras comunidades cristianas discípulas del resucitado que accionaron su testimonio en pro del buen vivir. Este es el tiempo para avizorar desde las éticas y espiritualidades lo que por siglos hemos dejado en el tintero… Aquellas búsquedas conjuntas por una Vida plena. Este es nuestro espacio colectivo pertinente para ensanchar el corazón y el espacio de la tienda[4]

Así, en este nacer de nuevo de la Iglesia llamado sinodalidad que es su nuevo modo de ser, estar, itinerar y habitar con el Pueblo, la Iglesia ha de inspirarse en el ministerio público de Jesús. La vida de aquel poeta y profeta Galileo supo hilvanar palabra, acción y relación con los distintos actores de su tiempo para comenzar con, desde y para ellos, el Reino de Dios. 

Hacer memoria de los caminos andados es un ejercicio que deja ver nuestros días y noches. El camino nos muestra a quienes hemos dejado en las orillas intencionalmente o no. En esta ocasión quisiera hacer zoom sobre las mujeres que habitan los espacios fronterizos. Ellas están amplificando sus voces por la reivindicación de sus derechos. Realmente, existe una deuda histórica en el reconocimiento de la mujer y no hay excusa para postergar hoy espacios u oportunidades que favorezcan una mayor inclusión, representación, liderazgo y toma de decisión con ellas. Solamente así, en cogobernanza, se puede comprender e innovar una Iglesia sostenible. Diversamente, ¿cómo podríamos caminar juntas y juntos?

Los elementos para caminar la mudanza de la Iglesia son muchos, pero señalo aquellos que son urgentes:  

  • Tomar conciencia del status quo y del orden social vigente que refuerza estereotipos y valores excluyentes, consumistas y alienantes para cuestionar y problematizar sus lógicas autoritarias. Un ejercicio de deconstrucción de “verdades” y esquemas mentales, nos permitirá ir pasando de un de un modelo patriarcal-clerical a un estilo innovador de comunión, participación y misión, capaz de acoger, reconocer y promover las diversidades.
  • Deshilachar los esquemas de relaciones de poder para entretejer, co-costruir, relaciones sorofraternales a la manera de la perijoresis trinitaria, una danza de amor que evoca la cultura del encuentro (movimiento del ser en, ser con).
  • Escuchar con empatía el grito de los pobres y de la tierra para liderar de manera conjunta-colectiva, acciones de transformación socioterritorial para cuidar la vida.
  • Denunciar las múltiples violencias que viven y sufren las mujeres. Querer ver y luchar sus luchas históricas en los distintos campos. Ser las y los prójimos que samaritan sus heridas del olvido, del silenciamiento y de la invisibilización. Soñar sus sueños y andar en sus periferias para acompañar su empoderamiento y emancipación. 

Sentipensar una Iglesia con las mujeres y gestar espacios comunes de pentecostés, para disoñar -“construir con arte”- múltiples caminos de inclusión, liderazgo, representación. Incorporar la soberanía para tomar la palabra y decisiones que materialicen acciones solidarias para el bien convivir, el bien común y la sostenibilidad de mundos posibles, relacionales, dinámicos y esperanzadores, donde se viva la comensalía abierta y se festeje el Reino de Dios.


Mónica Benavides

Es Religiosa de la Congregación de Hermanas de la Divina Voluntad. Pertenece a la Comunidad Indígena “Pastos y Quillacingas”, ubicada en el departamento de Nariño-Colombia. Doctora en Teología. Le apasiona desdibujar fronteras, levantarse con el sol, inspirarse con el viento y contemplar las faenas de la vida cotidiana de los territorios.

[1] “Las Prácticas Narrativas tienen que ver con maneras de pensar (epistemología), de sentir (ética) y de hacer (política), relacionadas con que las personas, grupos y comunidades nos narremos desde la dignidad” (Ortega, “Prácticas narrativas para (re)narrarnos desde la dignidad”).

[2] Ver a Ibíd.

[3] Las familias de Asmufare provienen del campo y viven en Asentamiento humanaos informales de la ciudad de Armenia-Colombia. Han sido victimas del conflicto armado en Colombia y luchan por la restitución de tierras. Una tierra colectiva donde puedan volver a vivir según su ser, saber, quehacer y significaciones.

[4] Ver a Secretaría General del Sínodo, “Ensancha el espacio de tu tienda (Is 54,2). Documento de trabajo

Para la etapa continental”.

LAS MUJERES EN LA IGLESIA MEXICANA: UN ACTO DE FE PÚBLICA

Por María Isabel Martínez Rocha

Las mujeres mexicanas estamos viviendo en constante temor por la desaparición forzada de familiares, vecinos, amigos. El temor es más patente al conocer las cifras de las mujeres que salieron de sus casas por diversos motivos – rumbo o de vuelta a la escuela, trabajo, fiesta, hospital, etcétera-  y ya no regresaron. “Tan solo de enero a octubrede 2022, 6 mil 256 de ellas no volvieron a sus hogares, resalta que la mayoría de estas mujeres tenían entre 15 y 24 años”[1] Según cifras del Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO). Ante esta realidad, como mujeres cristianas que participamos en Comunidades Eclesiales de Base (CEB), buscamos desde nuestros lugares y contextos incidir de manera que se revierta la situación en condiciones que favorezcan nuestras vidas y las de las personas que nos rodean.

En la Iglesia católica mexicana las mujeres aportamos más en los trabajos de aseo, colecta, catequesis infantil y juvenil, pre sacramental y otras. Somos las mismas que trabajamos en las escuelas y en las casas, haciendo labores que tradicionalmente se asignan a nuestro sexo, las más de las veces en calidad de subordinación y sin paga. Somos las mujeres de la base. Es decir, mujeres que con pocos recursos económicos, bajo nivel de escolarización, viviendas con mínimo de servicios, transporte deficiente y caro, sacamos adelante a nuestras familias. 

En la década de los 70´s, La Teología de la Liberación trajo un cambio revolucionario en la Iglesia. Volcada a los pobres y con el surgimiento de las Comunidades Eclesiales de Base, propició procesos de concientización, de los cuales muchas de las mujeres en CEB somos herederas. A algunas de nosotras nos llegó el mensaje y fuimos más allá de solo hacer actividad religiosa[2]. Nos involucramos junto con otras mujeres en acciones por el bien común de nuestros pueblos, rancherías y colonias: la defensa del agua, la tierra; lucha y gestión por alcanzar servicios de urbanización, agua, drenaje y luz. Así también el impulso de cooperativas de ahorro; huertos y comedores en común; talleres de costura, casa de salud  y medicina alternativa entre otros. Por otra parte, accedimos a estudios superiores y profesionales con licenciatura, maestría y doctorado. 

Los procesos de concientización en la comunidad eclesial de base y los contactos con otras mujeres activistas comprometidas por el bien común –las feministas –  a las que varias mujeres en CEB nos sumamos, nos colocan dentro del feminismo comunitario -eso no lo sabíamos, ahora ya lo vamos descubriendo-.

Entre los años 2002-2010, en la Planeación Estratégica Nacional para las CEB de México, se acordó un objetivo estratégico en torno a la Equidad de Género. Nos logramos articular en regiones  del norte, centro y sur a través de talleres y encuentros, así es que  conformamos un equipo de mujeres al servicio de las mujeres en CEB y otras mujeres de fe. 

A partir del 2010 nos hemos capacitado en Teología Feminista. Es desde este proceso que llegamos a converger, dialogar e incidir en la transformación de nuestra realidad a la luz de la reflexión Bíblica y la Teología.

Por otra parte también somos activistas feministas. No todas las mujeres que participan en las CEB se asumen feministas, más sin saberlo, ¡ya lo son! Hacemos feminismo comunitario con espiritualidad cristiana. Algunas hemos logrado descubrir que hay un enemigo a vencer: el Sistema Patriarcal y contra el machismo; que nuestra lucha no es biológica, sino política.

Además de los espacios de reflexión teológica, nos sumamos a acciones reivindicativas por los derechos humanos y particularmente por los derechos de las mujeres. Las integrantes del equipo somos parte de la Red de Teólogas Pastoras, Activistas y Lideresas Cristianas. Algunas hemos sido funcionarias públicas y desde ahí impulsamos acciones por la no violencia y nos sumamos a las agendas públicas por los derechos de las Mujeres. Otras estamos inmersas en El Frente Nacional Feminista, por tanto nuestra práctica no solo es en el ámbito eclesial.

Desde los espacios de Mujeres en Comunidades Eclesiales de Base (CEB) vamos reflexionando y confrontando  la teología patriarcal  con temas que nos afectan como mujeres, que a la vez tocan el conjunto de las personas con las que cotidianamente convivimos. Lo que más hemos reflexionado es sobre las violencias física, psicológica, económica y más recientemente sobre la violencia institucional. Esta última es la primera gran violencia, visualizarla nos lleva a contribuir en su disminución y/o eliminación paulatina. 

En México, derribar barreras confesionales es un gran reto. Somos mayoritariamente una nación que profesa la religión católica, lo que hace que la jerarquía ejerza fuerza en el Estado mexicano, sobre todo cuando desde las organizaciones civiles se impulsan políticas públicas en favor de los derechos de las mujeres  que no van acordes con el canon, aun  cuando se diga que es un Estado laico. Considero que derribar barreras a nivel de cúpulas es un trabajo arduo y lo vamos haciendo desde lo micro. Para las mujeres en CEB, el ecumenismo ha contribuido a derribar barreras eclesiales. Reflexionar la teología con mujeres de otras religiones nos enriquece.

El diálogo y la convergencia sobre la realidad de violencia que vivimos las mujeres, rompe con poner por delante las religiones, nos unen en la búsqueda de justicia social, nos comprometen en un discusión de  ética y justicia social y  defensa de derechos humanos. Alonso Gonçalves dice que, toda teología que busque su inserción en la sociedad tiene carácter público. Que el desafío trazado por la Teología Pública,…es derribar barreras confesionales – ya querequiere diálogo con otros segmentos sociales y teológicos – y barreras eclesiales. Y que el reto es: converger, dialogar y adaptarse[3] Esto se materializa en los espacios que nos encontremos, casa, calle, colonia, trabajo, escuela, iglesia, gobierno. 

Converger, dialogar y adaptarse

Conformar grupos y círculos de mujeres haciendo reflexión teológica a partir de los contextos propios, son parte de nuestra actividad desde hace 26 años. Actividad que se ha fortalecido en los últimos 14 años y más recientemente del 2020 a marzo de 2023.

Converger, dialogar y adaptarse se explica a partir de la sororidad[4]. Fortalecer los espacios que hemos logrado, converger  y dialogar con otros espacios, grupos, organizaciones públicas y privadas más allá de los espacios meramente religiosos.

Algunos de los pasos que seguimos como proceso transformador que contribuye a una vida libre de violencia son: 

  • Formación permanente en teologías feministas críticas de la liberación
  • Formación especializada en Violencia de Género
  • Encuentros Físicos , virtuales e híbridos con momentos lúdicos
  • Celebraciones litúrgicas en nuestras iglesias y ecuménicas
  • Replicar talleres
  • Participación en acciones reivindicativas y Políticas Públicas.
  • Acompañamiento comprometido a las víctimas de violencia
  • Toda acción tendrá como primera beneficiaria a cada una de nosotras.

María Isabel Martínez Rocha

Actualmente es Coordinadora del Equipo de Mujeres en CEB de México, Integrante de TEPALI y del Frente Feminista Nacional. Participa en las  Comunidades Eclesiales de Base (CEB) desde 1975. Ha sido la primera Coordinadora del Consejo de su Parroquia “Cristo de las Bienaventuranzas” .  Fue Animadora de CEB en 7 Diócesis y en los Equipos Nacionales de Asesores y de Mujeres en México.


[1] https://cimacnoticias.com.mx/2022/08/30/mexico-suma-26-mil-mujeres-desaparecidas-dia-internacional-de-las-victimas-de-desaparicion-forzada#gsc.tab=0.

[2] Actividades religiosas como: acudir los domingos a misa, hacer colectas y kermeses, dar catequesis infantil, 

entre otras. 

[3] Alonso Gonçalves, Teología pública: entre la construcción y la posibilidad práctica de un discurso.

[4]  «agrupación que se forma por la amistad y reciprocidad entre mujeres que comparten el mismo ideal y trabajan por alcanzar un mismo objetivo»… Lagarde la define como «una forma cómplice de actuar entre mujeres» y considera que es  «una propuesta política» para que las mujeres se alíen, trabajen juntas y encabecen los movimientos. https://efeminista.com/sororidad-mujeres/.

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El movimiento de las mujeres

En intersección con el surgimiento del fundamentalismo en los Estados Unidos

Durante décadas, las mujeres han abogado por la equidad de derechos. Desde la academia, la iglesia, las calles, las mujeres han buscado alcanzar las más justas condiciones de vida en la sociedad. A lo largo de la historia, la mayor parte del marco conceptual y la defensa ha estado destinado a liberarse de la opresión legal de un sistema patriarcal detenido en el tiempo.

El movimiento de las mujeres ha librado muchas batallas contra el sistema patriarcal, lo cual resultó en una mayor independencia y libertad para las mujeres entre ellas, el derecho al voto, la participación activa en la política, trabajar fuera de la casa, el derecho a un salario, la posibilidad de mantenerse soltera, la decisión en cuanto a la maternidad. Sin embargo, estos logros no siempre han sido bien recibidos por todos los miembros de la sociedad. En particular, los grupos conservadores, dirigidos principalmente por líderes de iglesias cristianas, han estado en el centro del desarrollo de ideologías fundamentalistas para combatir estos avances. Las estructuras de poder religiosas patriarcales han utilizado el fundamentalismo como sustento para condenar a las mujeres por la toma de sus decisiones, creando una teología que las pone por debajo del hombre, el cual tiene, bajo principio, control del cuerpo de las mujeres, de sus deseos, de sus derechos y de sus libertades.

Para comprender mejor el fenómeno, no solo de las luchas de las mujeres, sino también del surgimiento del fundamentalismo y cómo este se propagó en Estados Unidos, es importante hacer una revisión histórica de la organización del movimiento de las mujeres a principios de 1820, al mismo tiempo en el que lo líderes religiosos se organizaban para hacer una lectura bíblica radical. 

Los grupos conservadores religiosos deliberaban sobre decisiones acerca de cómo dar respuestas a los cambios de siglo y silenciar la emancipación de las mujeres que cuestionaban su posición en la sociedad. Todo esto en un período en que asumían un pensamiento dispensacionalista, que los llevó a rechazar los cambios de paradigma social y científicos de ese momento. 

El movimiento de las mujeres y los derechos de igualdad

La demanda por el derecho al sufragio en Estados Unidos comenzó a cobrar fuerza en la década de 1825 cuando un grupo de mujeres en Nueva York se organizó para hacer una huelga y demandar mayores salarios y mejores condiciones de trabajo, surgiendo así el movimiento más masivo por los derechos de las mujeres en el país. Las ciudades del norte iban creciendo y requiriendo mano de obra en las fábricas y proveyeron un espacio público donde las mujeres comenzaron a reunirse. Mujeres que habían estado en sus casas bajo el mandato del padre o esposo podrían ganar su propio dinero y luchar por sus derechos que, hasta ese entonces, eran limitados por leyes que las desamparaban. En este contexto las mujeres vieron la urgencia de movilizarse para lograr el voto y participar activamente en una política que visibilizara sus necesidades y le dieran mayor participación en las decisiones de una nueva sociedad.

En 1848, en Seneca Falls, Nueva York, un grupo de mujeres organizó la primera convención sobre los derechos de las mujeres, con el deseo de cambiar la Constitución para garantizar la igualdad de derechos. En esa misma convención, se aprobó luchar por el voto de la mujer. Esta decisión trajo oposición de algunas de las organizadoras, que creían que la idea era demasiado extrema. Para las mujeres, que durante décadas habían leído una constitución que hablaba de la libertad y la búsqueda de felicidad, la Declaración de Independencia, redactada en 1776, las dejaba lejos de ser partícipes del ‘nosotros’, que parecía reservado solo para los privilegiados hombres blancos. En ese tiempo, los hombres afrodescendientes no eran reconocidos como humanos completos, vivían aún en esclavitud; y las mujeres afrodescendientes igualmente esclavizadas eran propiedad de los hombres y mujeres blancas como mano de obra oprimida, de servicio y productora de riqueza para sus “dueños” esclavizadores.

En ese contexto, ¿qué posibilidad tendrían las mujeres y sobre todo la mujer nativa y afro estadounidense de ser consideradas como ciudadanas en el país de la libertad? El año 1850 llegó la primera Convención Nacional de Derechos de la Mujer que tuvo una amplio apoyo de base, la cual convocó a hombres y mujeres, abolicionistas y liberales, que se reunieron para hablar sobre igualdad de derechos, salarios, matrimonio, propiedades, entre otros temas.

Ese mismo año, el Movimiento por los Derechos de las Mujeres recuperó impulso y aprobó cambiar de nombre, y pasó a ser la Asociación Estadounidense de Igualdad de Derechos, que tomaría por bandera el sufragio femenino. La reacción no se hizo esperar. Los líderes conservadores de las iglesias se opusieron directamente a la igualdad. Curiosamente, también se opusieron los destiladores de licor, temiendo, no sin justificación, que las mujeres votantes favorecieran la prohibición de las bebidas alcohólicas.

Ante el temor al poder e influencia que podrían llegar a tener las mujeres en la sociedad, y por interés económico, en 1870 los dueños de los negocios de licor fundaron la Asociación Anti-Sufragio de la Mujer de Washington. Sorprendentemente, este movimiento recibió apoyo de mujeres que estaban en contra de toda participación política, ya sea porque obtenían beneficios personales manteniendo el patriarcado en el sistema político o porque creían que los hombres debían gobernar el país siguiendo el mandato de la dirección de Dios.

El liderazgo de las mujeres fue actuando de manera tal que abrió espacios de discusión. Susan B. Anthony, sufragista y lideresa por la igualdad de derechos, aprovechando las elecciones presidenciales de 1872, fue arrestada por votar en Nueva York. El sistema patriarcal estaba jugando todas sus cartas, gobernaba bajo las leyes que se habían creado dentro de un régimen de valor del ser humano en el que las mujeres no tenían otro rol que sujetarse. 

Las sufragistas siguieron sus campañas por décadas buscando una enmienda a la Constitución que le de derechos al voto. Al mismo tiempo, otro grupo de mujeres comenzó a cuestionar desde dentro de las iglesias y a confrontar el sistema patriarcal manifestado en la institución religiosa que tenía el poder y lo predicaba cada domingo. ¿Qué pueden hacer realmente las mujeres si dentro de sus propias iglesias sus derechos son limitados? Los líderes estaban leyendo de forma literal la base bíblica de sus propias reglas, que, creían, era la voluntad de Dios, y querían ejecutarlas al pie de la letra en un contexto en el que se hablaba de revolución social, en el que la ciencia tenía grandes avances y en el que se vivía un cambio: las mujeres miembros de las congregaciones tenían preguntas frente a estas limitaciones.  

Así que la pregunta que saltaba frente a la lectura literal de la Biblia de los hombres era: “¿y qué hay de las mujeres que leen la Biblia como mujeres?”. Esa fue la pregunta de Elizabeth Stanton que, junto con un grupo de veintiséis mujeres, publicó La Biblia de la mujer, un libro controvertido que atacó el uso de la Biblia con el fin de relegar a las mujeres a un estado inferior. Instó a las mujeres a reconocer cómo la ortodoxia religiosa y la teología masculina obstruían sus posibilidades de alcanzar la auto soberanía. Esta obra no fue ignorada por los líderes religiosos, ya que equivalía a un ataque a su base de poder, basado en la Biblia y la teología fundamentalista que iban construyendo. Es importante notar que durante el período floreciente del pensamiento liberal de la mujer en el siglo XIX se dieron cambios en la sociedad y la cultura que alarmaban y perturbaban a los líderes religiosos.

El temor se acrecentó con el cuestionamiento a la fe surgido por la teoría de la evolución de Darwin. Se estaban comenzando a romper los lazos de sujeción bíblica que habían aprovechado al mantener la esclavitud de africanos y la opresión en contra de la población nativa a la cual consideraban “paganos.” Como respuesta a estos acontecimientos, los líderes de la iglesia mostraron rápidamente preocupación por las acciones drásticas que iban tomando el movimiento de las mujeres y otros cambios sociales que iban sucediendo paralelamente.

El nacimiento del fundamentalismo en los Estados Unidos

Mientras las mujeres se estuvieron organizando durante décadas para manifestar las demandas que les permitieran gozar de plenos derechos como ciudadanas en la nueva sociedad estadounidense, un círculo de líderes religiosos y pastores conservadores comenzó a reunirse también en Nueva York. Hacían lecturas y reflexiones bíblicas, pasando de una pequeña reunión para el estudio bíblico a crear la mayor convención llamada Conferencia Bíblica de Niágara que se congregó desde 1876 hasta 1897, reuniendo a una diversidad de pensadores, pastores y líderes religiosos de Estados Unidos y Canadá. 

La fuerza impulsora detrás de la reunión fue James H. Brookes, ministro presbiteriano de St. Louis quien publicitó la reunión a través de su revista Truth y dedicó un espacio considerable a resúmenes de los discursos de la conferencia. La Conferencia del Niágara introdujo a muchos protestantes evangélicos en la enseñanza dispensacionalista y el premilenialismo que fueron defendidos y enseñados para asegurarse de que no se cuestionara la Biblia y sus principios estudiados por los líderes y pastores, se establecieron un conjunto de catorce principios doctrinales para describir lo que llamaron el “credo del Niágara”. Estos principios sentaron las bases y fortaleció el carácter distintivo del fundamentalismo. 

La conferencia del Niágara incitó a los líderes religiosos a cerrarse frente a las posturas y cuestionamientos que surgieron del movimiento de las mujeres. También, dejó en claro que la lucha de las mujeres era un tema sobre el que las iglesias no discutirían. Más bien, prefirieron enfocarse a engrandecer su discurso religioso abriendo escuelas de misiones e imprimiendo materiales de instrucción con los fundamentos de la única ‘verdad’ que les preocupaba: el control de la Biblia. Nuevamente las mujeres y sus luchas fueron invisibilizadas.

Mientras el liderazgo religioso no escuchaba los cuestionamientos de las mujeres, el fortalecimiento del activismo y la resistencia de las mujeres llegaron a buen puerto. Para las elecciones presidenciales de 1920, las mujeres blancas tenían la capacidad de votar en todo el país. Ese mismo año, las ideas del fundamentalismo, basadas en los catorce principios, comenzaron a impulsarse para atacar las ideas de igualdad de derechos. Los líderes religiosos fundamentalistas imprimieron miles de panfletos que fueron distribuidos en iglesias y seminarios para difundir sus creencias y preocupaciones frente a los movimientos sociales que estudiaban y promovían la igualdad de derechos.Pese a que en ese mismo periodo las luchas sociales del país crecían frente a la segregación racial, este tema no se hablaba ni estudiaba dentro de las iglesias segregadas históricamente. 

La interseccionalidad entre el movimiento de las mujeres y el surgimiento del fundamentalismo en Estados Unidos muestra la evolución histórica de cómo se fue desarrollando el movimiento de las mujeres, así como el fundamentalismo que bien se originó en los Estados Unidos, ahora hace secuela en todo el continente. 

Las preocupaciones iniciales que tenía el liderazgo fundamentalista con respecto a la igualdad de derechos con las mujeres mostraban la contraparte sobre el deseo de control y poder masculino blanco en la sociedad. Han pasado más de cien años desde que se logró el voto en los Estados Unidos, sin embargo, no se ha logrado tener una mujer presidenta, y en el congreso las mujeres llegan al 2022 al 20% de los asientos. Del mismo modo, dentro de las iglesias, las mujeres siguen siendo minoría en los roles de liderazgo y toma decisiones. 

La sociedad estadounidense, desde su fundación, traía consigo un dolor profundo de desigualdad, en el sistema de valoración hacia la mujer y, sobre todo, el pensamiento de superioridad masculina ha generado una profunda marca de injusticia en el país. De igual forma, el fundamentalismo con su reflexión dentro de la iglesia ha generado una tremenda desventaja para las mujeres a lo largo de su historia.

Mujeres de Abya Yala: Memoria ancestral y fe pública

Durante siglos el lugar de la mujer ha sido a menudo un lugar de marginación y sometimiento tanto en la sociedad como en los espacios eclesiásticos. En general, esta marginación hiere a la comunidad y conduce a una fractura de la identidad de las mujeres, falta de oportunidades claras de liderazgo, opresión en la estructura familiar y asimilación a la dominación cultural que afectan no solo las dinámicas sociales y las legislaciones políticas sino una reflexión teológica de las mujeres. 

Las mujeres de Abya Yala* en nuestro contexto histórico nos hemos visto afectadas durante siglos. La colonización de nuestros cuerpos – territorios y la obligación de someternos a la humillación y la falta de reconocimiento de quienes somos, desde nuestra identidad e identificación étnica, ha sido un problema que invisibiliza nuestra presencia en la sociedad y nos hace doblemente vulnerables. 

Una reflexión teológica desde las mujeres de Abya Yala pretende descolonizar y liberar las condiciones de vida de las mujeres a través de la comprensión de nuestras experiencias históricas, reconociendo la lucha por la valoración de nuestras memorias ancestrales, nuestros idiomas originarios y las prácticas espirituales son una demanda que traerá un verdadero reconocimiento para las mujeres de Abya Yala como una fuerza vital y muestra de fe pública en la sociedad.

El movimiento de mujeres en Abya Yala

En la historia del movimiento de mujeres a nivel continental muchas veces se ha invisilizado no solo nuestra presencia sino también nuestra voz y necesidades. La principal protagonista de la lucha ha sido por largo tiempo representada por las mujeres europeas que se movilizaron por el derecho a tener igual participación que los hombres blancos en la vida política de las repúblicas, el reconocimiento de ser ciudadanas traería el bien anhelado derecho al voto que gozaron en primera instancia solo las mujeres con educación y pertenecían a una clase social acomodada.  

Sin embargo, estas luchas que migraron desde Europa hacia Abya Yala dejaron invisibles otras voces del movimiento de mujeres, especialmente de aquellas que la mujer nativa y originaria venían denunciando, la discriminación étnica, el racismo y las ideologías supremacistas atacaban cada vez más a las mujeres con un fuerte sentido de identidad, a la vez que fomentaba la disociación a imaginar a todas las mujeres por igual en un continente colonizado.

Las mujeres como sabemos partimos de una diversidad cultural, lingüística, étnica y ancestral. Aunque a menudo se piensa que todas las mujeres somos iguales, se sabe desde una reflexión honesta que se dieron tensiones entre las primeras sufragistas sobre la expansión de los derechos plenos para todas las mujeres sin discriminación, la mención de las mujeres nativas y la lucha por la descolonización se han excluido de la conversación por muchas décadas.

El movimiento de mujeres mostró desde muy temprano la compleja intersección entre descendencia, etnicidad y clase en los esfuerzos por lograr una mayor igualdad. La sociedad patriarcal en la cual estamos inmersas ha creado un sistema de doble estándares con diferentes parámetros para medir el comportamiento de hombres y mujeres, justificando el maltrato y exclusión del cuerpo de las mujeres, especialmente del cuerpo de piel marrón y cabellos oscuros, y de lenguas maternas que no son el español, ni portugués o inglés. Las mujeres nativas han sufrido una doble violencia en el sistema patriarcal colonial que llevan generaciones sin ser cuestionadas.

En el siglo XX, las descendientes europeas en Abya Yala volvieron a seguir el modelo europeo para interpretar su activismo. Desde una perspectiva histórica decolonial, el papel de la etnicidad, la descendencia y su impacto en la vida de las mujeres en la intersección con la ideología de la supremacía blanca viene a reflejarse a partir de experiencias claves. La mujer es un ser humano completo, se quiera o no asumir, la humanidad nace de las mujeres y estas luchan por confrontar la inferioridad asignada por aquellos que no son capaces de reproducirse, ni de concebir, o poder mantener la sociedad por si solos, -los hombres- han tenido el interés de reducir a la mujer solo como objeto. 

Así durante el tiempo colonial donde hubo total control del cuerpo de las mujeres nativas y sus derechos de reproducción, estas fueron sujetas a las órdenes de los y las colonizadoras que mantuvieron el régimen de opresión y que lamentablemente seguimos viendo sus consecuencias.

Mujerista deriva de la palabra “mujer”

La mujer de Abya Yala es el acto de reconocerse mujer en plenitud. Mujerista deriva de la palabra “mujer” y es el acto de asumir su ser biológico como su ser espiritual creador. El termino mujerista en el sentido histórico de su uso viene de la experiencia de las mujeres afro descendientes en los Estados Unidos que fueron esclavizadas y en las que a menudo pasaban de la niñez a adultez a corta edad para asumir las responsabilidades del hogar en un proceso de esclavitud generacional a la que fueron sometidas. 

Las similitudes de las experiencias bajo la mirada de los colonizadores e invasores europeos en Abya Yala hacia las mujeres nativas fueron similares ya que se les confinó a las mujeres nativas al servicio y servidumbre forzada ( esclavitud) incluyendo el abuso sexual por parte del colonizador, patrón, hacendado, del que poco se hace referencia en el movimiento de las mujeres. 

Cuando consideramos las realidades que enfrentan las afro-descendientes y las mujeres nativas, las experiencias han sido diferentes en comparación al de las mujeres descendientes de europeos en el continente. quienes se afianzaron en posiciones de poder y estatus que les daba ser hijas, esposas y madres de colonizadores y esclavistas en Abya Yala.

Teología mujerista contra la colonización y patriarcado

En la meta narrativa de la sociedad y el creer teológico judeocristiano, el hombre está en el centro del poder, de la sociedad, de la cultura y de las prácticas religiosas. Los cuerpos legislativos compuestos principalmente por hombres legislan sobre la moralidad del marco de la sociedad. Las mujeres quedan al margen de las decisiones.

Después de muchas batallas en las últimas décadas, las mujeres se movilizaron contra las leyes que buscan el control sobre el cuerpo, la maternidad y la participación política de la mujer. Los resultados de estas batallas han brindado mayor autonomía a las mujeres en la sociedad y ahora se promueven como una buena política. Estos cambios de práctica también afectaron el establecimiento de la iglesia, y las mujeres líderes se convirtieron en teólogas, obispas, pastoras, ancianas gobernantes y otros roles vitales.

Las mujeres teólogas a fines de la década de 1970 entendieron las condiciones de las mujeres para visualizar y tener su voz. Las teólogas destacaron cómo los textos fueron escritos predominantemente por teólogos  y no consideraron las perspectivas y puntos de vista de las mujeres. 

El mujerismo creó un enfoque metodológico de la teología que se centra en la experiencia y puntos de vista de las mujeres. Principalmente aboga por un lugar en el diálogo para los estudios de las mujeres y las perspectivas de las mujeres en los espacios teológicos, así como en el ámbito de la teología ética en la cual está comprometida el entendimiento y las regulaciones de las normales morales que han regido a la iglesia, a la sociedad y a la casa durante muchísimo tiempo. 

Las mujeristas han abogado en el derecho a la libertad de hacer un trabajo teológico y social desde diferentes disciplinas y usan el trabajo interseccional (aporte de Kimberly Crenshaw que, desde 1989 trabaja el concepto de interseccionalidad como el estudio de las identidades sociales superpuestas o interceptadas y los sistemas relacionados de opresión, dominación o discriminación.)

Las últimas décadas han sido trascendentales ya que las mujeres comenzaron a exponer la triple dinámica sobre etnicidad, sexo y opresión económica. A partir de este análisis, una mejor comprensión de las mujeres de Abya Yala puede mostrar un acercamiento más amplio de cómo hacer teología mujerista y re-imaginar otras formas en el movimiento de mujeres. Gracias a mujeres que han atravesado todas las situaciones complejas de ser mujer en una sociedad patriarcal y colonial, podemos ver otra forma de estar en el movimiento de mujeres. 

Las mujeres de Abya Yala entonces se empoderan de una historia y memoria ancestral que les permite ser un símbolo de resistencia invisibilizado por una “historia monolítica y universal” ajena a los pueblos priginarios, a la ancestralidad y a la memoria que se sigue compartiendo alrededor del fuego, la cocina y de los tejidos.

Aunque hoy en día el movimiento de mujeres es reconocida a escala internacional, y se ha logrado la adopción de reformas legislativas y programas que promueven la igualdad. Sin embargo, hasta el 2022, los casos de desigualdad, mujercidio y discriminación contra las mujeres nativas y originarias del continente continúan siendo invisibilizadas no solo por la academia sino también a nivel político que continua con prácticas coloniales excluyentes.

Hoy las preocupaciones de acabar con una narrativa colonial que van por el derecho a una educación en idiomas originarios, el acceso a trabajos dignos con seguros sociales y salud, acabar con las esterilizaciones forzadas por los gobiernos como formas de control de natalidad, y recibir una atención médica integral durante la gestación, menstruación y otras necesidades para lograr la equidad, siguen siendo temas que las mujeres necesitan seguir abogando. 

*Abya Yala proviene del idioma Guna y significa “tierra en plena madurez y tierra de sangre vital”. En la década de 1970,  activistas , agricultores, historiadores, políticos y teólogas nativos adoptaron el término Abya Yala como el nombre unificado en lugar de utilizar América del Norte (principalmente de habla inglesa) y América Latina (principalmente de habla española y portuguesa) que perpetúan las divisiones coloniales de nuestra madre tierra.

 

Ser Mujer: Una reflexión teológica sobre la menstruación

Las mujeres en todo el mundo continúan siendo estigmatizadas, excluidas y discriminadas simplemente por la falta de comprensión del ciclo natural del cuerpo de la mujer y la menstruación. Desafortunadamente, la menstruación todavía se considera un asunto privado. Esto se ha hecho aún más claro a la luz de la reciente escasez y aumento de precios de tampones y toallas sanitarias a causa de la inflación que se viene experimentando a nivel mundial. Sin embargo, como sociedad todavía hay gran tabú y silencio sobre el ciclo natural de vida que tenemos las mujeres. La idea de ver sangre se considera aún sucia, impura y dolorosa. ¿Por qué mantener este estigma sobre el ciclo menstrual de las mujeres?

Hablemos de nuestro ciclo de sangrado como sagrado, no como estigmatización

Compartimos con nuestras abuelas, madres e hijas un ciclo de sangrado que es parte natural de ser mujer. Tener una vagina, ovario, útero y trompas de Falopio nos preparan para ser co-creadoras de vida, ciclo que sostiene a la vida humana de generación a generación. El cuidado de nuestro cuerpo durante el ciclo menstrual es fundamental, no solo porque es parte vital de nuestra vida como mujeres, sino porque ello asegura una vida saludable de nuestros cuerpos. Aunque a menudo solo hablamos de nuestro ciclo menstrual cuando las niñas en la familia, alrededor de los 12 años, empiezan a menstruar, es importante compartir nuestras experiencias con mayor apertura y valentía entre nosotras. 

En las familias, las mujeres solemos compartir recetas de infusiones curativas en caso de dolor, y como controlar los cólicos. Recomendamos ciertas posiciones que nos ayudan a descansar durante los días del ciclo, así como cuales son los masajes que ayudan en la zona baja, en caso de mayores sangrados. Entre consejos y pláticas aprendemos que ser mujer trae consigo un ciclo de cuidado especial, privado, que puede durar entre cuatro a seis días durante el mes y que nos acompañará entre 37 a 42 años de nuestras vidas. Sin embargo, pensamientos patriarcales sobre el cuerpo de la mujer nos cierran las puertas a compartir con nuestros padres, hermanos, parejas o esposos lo que es un ciclo natural en la vida de las mujeres, un sentimiento de vergüenza y silencio nos apaña. En lugar de recibir un trato positivo en educar a los hombres sobre el ciclo biológico, las mujeres quedan relegadas a ver cómo solucionan su ciclo menstrual solas. 

Las mujeres como co-creadoras de vida

Desde que las mujeres comienzan su ciclo de menstruación se asume que será interrumpido por el milagro de la vida, durante la concepción. Aunque como veremos tendremos varios motivos y complicaciones que romperán este ciclo menstrual en nuestra vida saludable. Primero, hablemos del embarazo. En la concepción de una nueva vida, que se irá desarrollando en el útero, junto a los ovarios, estos asumirán una función de reproducción, dando paso a madurar, cuidar y albergar el embrión, alrededor de la semana 12 pasará a definirse a través de los cromosomas. Un bebé con cromosomas XY será considerado un niño sin capacidad para reproducirse o tener un ciclo menstrual. Un bebé con cromosomas XX completará el sistema reproductivo, con un útero, ovarios y tendrá a sus pocas semanas de vida seis a siete millones de óvulos. En este momento, la vida de la niña y la madre se relacionarán de manera íntima como mujeres co-creadoras de vida, un milagro y tarea que comparten las mujeres en el mundo.

Queda claro que las mujeres somos más que cabello largo, senos, caderas y vagina. Centrarse solo en la apariencia externa del cuerpo de la mujer reduce la comprensión de quiénes somos y cuál es nuestro papel decisivo en la sociedad como co-creadoras de vida. En tiempos donde los parámetros de género, con una construcción social reducida de cómo deben comportarse las mujeres, limita el rol de la mujer a parámetros jerárquicos, a la vez que se ridiculiza nuestra imagen de tal manera que corremos un riesgo enorme sobre nuestros derechos y nuestra situación en el mundo que puede llegar a ser hasta ambivalente, al punto de llegar a reducir a una mujer en quien piense o siente serlo, minimizando nuestra genética, cuerpo y nuestros ciclos vitales, a la invisibilidad. 

Una menstruación saludable

Podemos decir entonces que nuestro ciclo menstrual es ancestral desde nuestra creación y se repite en cada una de las mujeres que son co-creadoras de la humanidad. Como mujeres es necesario conocer que nuestro cuerpo lleva una parte interna maravillosa que en esta sociedad moderna ha buscado reducirla con el consumo de pastillas para el dolor y tampones sin considerar que el ciclo sanguíneo conlleva armonía y equilibrio en la vida de una mujer.

El ciclo menstrual sabio y regular trae también diferentes complicaciones. Los factores pueden ser diversos, resultado de nuestra edad, los antecedentes heredados en la familia, las alteraciones hormonales, las condiciones de nuestro útero y ovarios, cambian cada uno de estos en las diferentes etapas de nuestras vidas. Sea lo que pasemos cada una en nuestro ciclo menstrual, no debemos avergonzarnos, nuestros ovarios principalmente de manera natural buscan la armonía de nuestro cuerpo, produciendo hormonas llamadas estrógeno que su función principal es la maduración y cuidado de nuestro ciclo natural por lo que el sangrado vaginal irregular nos advierte de cuidados que necesitamos tener. La consulta médica en estos casos es necesaria, los pólipos endometriales, fibromas, infección del útero, embarazo ectópico, aborto espontáneo y cáncer de cuello uterino, entre otras complicaciones hacen que nuestros ciclos menstruales sean más dolorosos y necesiten de atención médica.

Muchas mujeres no tienen la economía para comprar mensualmente toallas sanitarias, tampones, o copas menstruales necesarias para la higiene y cuidado personal, menos aún muchas mujeres en el mundo no tienen para pagar atención médica por complicaciones referentes a su ciclo menstrual. En silencio, muchas mujeres mueren debido a la falta de comprensión y cuidado sobre nuestro útero, ovarios y la funcionalidad de nuestro sistema reproductivo.

El ciclo menstrual en la Biblia

Desde la perspectiva teológica, como iglesia, también hemos guardado silencio sobre la función corporal de la mujer. Las complicaciones que tiene cada mujer y como asumirlas se han quedado limitadas en texto punitivos. Como en Genesis 3: 16 “A la mujer le dijo: —Aumentaré tus dolores cuando tengas hijos, y con dolor los darás a luz. Pero tu deseo te llevará a tu marido, y él tendrá autoridad sobre ti” se expone que el dolor que pasa la mujer se debe al pecado original. En otro como en Lucas 8:43-48 podemos leer: “Estaba una mujer que padecía de hemorragia desde hacía doce años; y aunque había gastado todo lo que tenía en médicos, nadie podía curarla. Ella se acercó por detrás a Jesús y tocó el borde de su ropa, e inmediatamente dejó de sangrar”.

Centramos el dolor, de la menstruación, de la concepción y el parto, como un castigo, cuando estas también pueden entenderse como una falta de atención social y médica. El dolor de una mujer que sufre de hemorragia durante 12 años muestra una situación grave sobre su útero, ovarios, es decir su sistema reproductivo, y jamás debería ser entendido como un castigo. Se trata también de un contexto social de discriminación contra el cuerpo de la mujer. 

En esta historia de Lucas 8:43-48 no sabemos el nombre de la mujer, la edad u otras condiciones físicas que tiene esta mujer que sangraba por tantos años. Esta mujer nos muestra la valentía de acercarse y tocar el vestido de Jesús para sanarse. Confinada al anonimato, podemos asumir que su pérdida de sangre se debiera a una enfermedad en su útero u ovarios, que le generaría niveles bajos de hierro, anemia y fatiga profunda. El milagro de Jesús elimina el vilipendio social que la mujer había soportado debido a su persistente sangrado. En este acto, Jesús la devolvió a la sociedad con salud y valor. La mujer sale del encubrimiento y de la vergüenza por su estado físico, y de los estigmas de las complicaciones de un ciclo menstrual anormal, que necesitan atención. 

La Biblia nos dice a los y las lectoras de hoy en día, que los mismos desafíos físicos y la misma condición de desventaja por la falta de entendimiento en nuestro cuerpo y ciclo menstrual no son nuevos. La función biológica que trae ser mujer aún guarda tabús en muchas sociedades por lo que mientras que no asumamos una relación positiva y saludable con nuestro cuerpo, seguiremos perpetuando las limitaciones a las que las mujeres nos vemos sujetas en la sociedad como en la iglesia.

Si todas las mujeres nos unimos y hablamos abiertamente sobre nuestra menstruación, comenzaremos a canalizar una visión más empoderadora de nuestro cuerpo. Es necesario incidir en recursos, educación y atención médica accesible a todas las mujeres para garantizar que la menstruación sea saludable y libre de prejuicios.

Algunos pasos para reafirmar positivamente nuestro ciclo menstrual:

  • Abraza tu ciclo menstrual con amor y orgullo.
  • Reafirmar el ciclo menstrual como natural a la mujer que posibilita ser co-creadora de vida.
  • Comparte tus prácticas saludables con tus amigas y hermanas, compartiendo nuestras experiencias podremos cuidarnos mutuamente y reducir complicaciones futuras. 
  • Apoya iniciativas que brindan educación y prácticas de cuidado necesarias para romper el estigma y discriminación contra la menstruación.

Trauma in Abya Yala: Consequences of Colonization and White Supremacy

Trauma is a loaded word and scary simultaneously because it obscures pains from the past that we wish to forget. However, despite our efforts to forget and move on, history continues to follow us in our lived experiences. How people interact and deal with trauma is unique for each person. Our bodies and psyches reveal who we are, and our behavior shows our deep wounds. When these wounds are systemic across entire groups of people due to discrimination, police brutality, and racism, it is necessary to deal with the trauma and its triggers on both personal and communal levels. Coming to grips with this type of trauma is to sit with the past and mentally reflect and exercise these painful memories for healing, liberation, and ultimately dismantling colonialism, racism, sexism, and other -ism that separate and divide us. 

From the research work of Heijmans published in the Proceedings of the National Academy of Science, it has been shown that traumatic events from famine to war can lead to lasting effects on the epigenome. Essentially the impact of past trauma continues in our DNA and can be manifested in future generations. 

Trauma specialist Resmaa Menakem, a somatic abolitionist, notes that “trauma responses are never reasonable. They are protective and reflexive.” These responses take energy and power away from more constructive pursuits personally and communally; finding pathways to healing is critical for an improved existence. Healing begins by finding the roots of these traumas and seeking to understand and process – them instead of burying them away from the past.

For originals people on Abya Yala*, our collective trauma of being disposed of our land and our ancestors systematically raped, abused, and enslaved still lingers. The loss of culture, identity, and language cause trauma to this day, further heightened by the misappropriation of imagery and names in racist tropes and mascots. From a theological perspective, the pain of being considered “animals” and “Indians without souls” by the Christian Church is still present. How can we process our generational trauma when European descendants in America do not see the native people as part of society? 

The challenge faced in the country with white supremacy ideology rules and attacks on African Americans has a long history of brutal violence. Still, today, as people of color, we demand, as individuals and collectively, to embrace opportunities to remember the suffering and heal the country of all its crimes.

How can we make the pathway to healing our hearts and bodies that suffer discrimination, abuse, and oppression?

Dismantling racism is a step toward seeking healing, although it is a painful process. It is not easy to handle those emotions that come from the inner depths of our being. We develop resilience by learning and nature, which we can use to build and strengthen to confront our pain and past traumas. To achieve this healing, we must begin to speak more freely about them. For those who have suffered centuries of oppression, colonization, slavery, rape, abuse, and other inhume treatment from white supremacy ideologies, it is not easy to leave, but we can transform the rage and pain into societal changes. Moreover, our body also has that capacity; it is a connection between body and mind that leads us to develop new abilities, especially survivorship. On a communal level, there is a need for a broader society to listen, accept and respond to individuals that their ancestors may have harmed.

We start this process by first allowing ourselves empathy, grace, and freedom to go to our inner selves and acknowledge our fears and our stories. Second in the process is reconnecting with our ancestors, grandmothers, and elders. We must listen to their stories, which is our story, so we can better understand the present. By naming our pain and trauma, we become more robust. Knowing and embracing our family histories will lead us to understand the painful scars on our psyche, and that past becomes part of the physical marks that we carry on our bodies. Somehow, we are the product of colonization so unequal and so brutal that our sheer existence is an example of life and hope. Healing is not easy. 

For the Christian message for healing – salvation is not an abstract concept; it is a state of being with deliverance. Dismantling racism is an invitation to consider God amid challenging history and difficult conversations. Let us begin this journey towards healing together, knowing that our faith will lead us to recover. 

It is perhaps risky to affirm that the native population in Abya Yala suffers trauma, but the consequence of experiencing white supremacy is indisputable; our bodies and mind have been affected by colonization.

Our personal experiences reflect our personal stories. Remember that we cannot see that an ideology was created when colonization happened; our collective imagination is not only a single story but an intergenerational history that still affects our bodies and our existence. 

The Constitution of the United States is an example of how white supremacy works. In article one, people of African descent were considered 2/3rds of a person. This is an example of how this ideology regulates political rules and later permits discrimination behaviors against individuals to create a collection that allows them to live like that.

Each of us will find different experiences depending on what part of the land we are coming from, but often the common ground is the same. Original peoples constantly find ourselves excluded, in constant dispossession of the land. These messages have penetrated deeply, and these are our own experiences. 

When someone speaks about black and brown lives matter in the United States, they are speaking of real lives, our own lives full of color. This is an obvious statement but too often forgotten truth. Our lives are in the routes that arrived at a moment in colonial history and the routes of the original people of Abya Yala. For that reason, we must talk more; specifically, we must provide examples and make the pain and trauma visible.

The original peoples continue to resist the supremacist messages perpetuated for centuries. 

At this moment in history, we enter and locate ourselves in the present but with a profound recognition of centuries. We encounter the territories of our body, and it is here where the body and mind react and reacts in a way that perpetuates wounds. We will always have this connection, colonization, privatized and divided with pain. 

The word trauma comes from the Greek, which means “to hurt,” ours is a structure that hurts us and terrifies us simultaneously and perpetuates painful experiences. Discrimination, and rejection, are added to our senses, our very beings. For women, our sex finds ourselves in this doubly violent situation and this trauma, having different reactions in our bodies. 

As we can read in the Bible, trauma or “curse” is passed from generation to generation. We often share with our mothers, grandmothers, and fathers, and grandparents’ bodies pain, passed from generation to generation, caused by manifestations of trauma and pain. Still, it is also genetic that our DNA carries its entire history of trauma, that main story of survival and suffering, so let us bear in mind that we must assume a position of accepting or knowing our traumas. This is the only way we will survive.

To be able to give life from our bodies is fabulous. Women teach us how to bring about and share new life. Their bodies show us how to fight back against ancestral pain by living. Our survival depends on creating a life beyond the pain of the past. 

To become free of trauma and pain and reach liberation, we can see the suffering, violence, and pain many carries inside. We need to break up the silence; it is necessary to be accompanied by others. Still, when you go from generation to generation, we have to start; they are not about living in survival; we do not have, we survive every moment. We must begin to break and let it fall to heal this generation and all future generations.

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*Abya Yala comes from the Guna language and means “land in full maturity and land of vital blood.” The Guna people inhabit the meeting points of the north and south geographically, and the use of their language symbolically represents the connectivity of the lands. In the 1970s, the term Abya Yala was adopted by many native activists, farmers, historians, politicians, and theologians as the unified name instead of using North America (primarily English speakers) and Latin America (mainly Spanish and Portuguese speakers), that perpetuate colonial divisions.