El movimiento de las mujeres

En intersección con el surgimiento del fundamentalismo en los Estados Unidos

Durante décadas, las mujeres han abogado por la equidad de derechos. Desde la academia, la iglesia, las calles, las mujeres han buscado alcanzar las más justas condiciones de vida en la sociedad. A lo largo de la historia, la mayor parte del marco conceptual y la defensa ha estado destinado a liberarse de la opresión legal de un sistema patriarcal detenido en el tiempo.

El movimiento de las mujeres ha librado muchas batallas contra el sistema patriarcal, lo cual resultó en una mayor independencia y libertad para las mujeres entre ellas, el derecho al voto, la participación activa en la política, trabajar fuera de la casa, el derecho a un salario, la posibilidad de mantenerse soltera, la decisión en cuanto a la maternidad. Sin embargo, estos logros no siempre han sido bien recibidos por todos los miembros de la sociedad. En particular, los grupos conservadores, dirigidos principalmente por líderes de iglesias cristianas, han estado en el centro del desarrollo de ideologías fundamentalistas para combatir estos avances. Las estructuras de poder religiosas patriarcales han utilizado el fundamentalismo como sustento para condenar a las mujeres por la toma de sus decisiones, creando una teología que las pone por debajo del hombre, el cual tiene, bajo principio, control del cuerpo de las mujeres, de sus deseos, de sus derechos y de sus libertades.

Para comprender mejor el fenómeno, no solo de las luchas de las mujeres, sino también del surgimiento del fundamentalismo y cómo este se propagó en Estados Unidos, es importante hacer una revisión histórica de la organización del movimiento de las mujeres a principios de 1820, al mismo tiempo en el que lo líderes religiosos se organizaban para hacer una lectura bíblica radical. 

Los grupos conservadores religiosos deliberaban sobre decisiones acerca de cómo dar respuestas a los cambios de siglo y silenciar la emancipación de las mujeres que cuestionaban su posición en la sociedad. Todo esto en un período en que asumían un pensamiento dispensacionalista, que los llevó a rechazar los cambios de paradigma social y científicos de ese momento. 

El movimiento de las mujeres y los derechos de igualdad

La demanda por el derecho al sufragio en Estados Unidos comenzó a cobrar fuerza en la década de 1825 cuando un grupo de mujeres en Nueva York se organizó para hacer una huelga y demandar mayores salarios y mejores condiciones de trabajo, surgiendo así el movimiento más masivo por los derechos de las mujeres en el país. Las ciudades del norte iban creciendo y requiriendo mano de obra en las fábricas y proveyeron un espacio público donde las mujeres comenzaron a reunirse. Mujeres que habían estado en sus casas bajo el mandato del padre o esposo podrían ganar su propio dinero y luchar por sus derechos que, hasta ese entonces, eran limitados por leyes que las desamparaban. En este contexto las mujeres vieron la urgencia de movilizarse para lograr el voto y participar activamente en una política que visibilizara sus necesidades y le dieran mayor participación en las decisiones de una nueva sociedad.

En 1848, en Seneca Falls, Nueva York, un grupo de mujeres organizó la primera convención sobre los derechos de las mujeres, con el deseo de cambiar la Constitución para garantizar la igualdad de derechos. En esa misma convención, se aprobó luchar por el voto de la mujer. Esta decisión trajo oposición de algunas de las organizadoras, que creían que la idea era demasiado extrema. Para las mujeres, que durante décadas habían leído una constitución que hablaba de la libertad y la búsqueda de felicidad, la Declaración de Independencia, redactada en 1776, las dejaba lejos de ser partícipes del ‘nosotros’, que parecía reservado solo para los privilegiados hombres blancos. En ese tiempo, los hombres afrodescendientes no eran reconocidos como humanos completos, vivían aún en esclavitud; y las mujeres afrodescendientes igualmente esclavizadas eran propiedad de los hombres y mujeres blancas como mano de obra oprimida, de servicio y productora de riqueza para sus “dueños” esclavizadores.

En ese contexto, ¿qué posibilidad tendrían las mujeres y sobre todo la mujer nativa y afro estadounidense de ser consideradas como ciudadanas en el país de la libertad? El año 1850 llegó la primera Convención Nacional de Derechos de la Mujer que tuvo una amplio apoyo de base, la cual convocó a hombres y mujeres, abolicionistas y liberales, que se reunieron para hablar sobre igualdad de derechos, salarios, matrimonio, propiedades, entre otros temas.

Ese mismo año, el Movimiento por los Derechos de las Mujeres recuperó impulso y aprobó cambiar de nombre, y pasó a ser la Asociación Estadounidense de Igualdad de Derechos, que tomaría por bandera el sufragio femenino. La reacción no se hizo esperar. Los líderes conservadores de las iglesias se opusieron directamente a la igualdad. Curiosamente, también se opusieron los destiladores de licor, temiendo, no sin justificación, que las mujeres votantes favorecieran la prohibición de las bebidas alcohólicas.

Ante el temor al poder e influencia que podrían llegar a tener las mujeres en la sociedad, y por interés económico, en 1870 los dueños de los negocios de licor fundaron la Asociación Anti-Sufragio de la Mujer de Washington. Sorprendentemente, este movimiento recibió apoyo de mujeres que estaban en contra de toda participación política, ya sea porque obtenían beneficios personales manteniendo el patriarcado en el sistema político o porque creían que los hombres debían gobernar el país siguiendo el mandato de la dirección de Dios.

El liderazgo de las mujeres fue actuando de manera tal que abrió espacios de discusión. Susan B. Anthony, sufragista y lideresa por la igualdad de derechos, aprovechando las elecciones presidenciales de 1872, fue arrestada por votar en Nueva York. El sistema patriarcal estaba jugando todas sus cartas, gobernaba bajo las leyes que se habían creado dentro de un régimen de valor del ser humano en el que las mujeres no tenían otro rol que sujetarse. 

Las sufragistas siguieron sus campañas por décadas buscando una enmienda a la Constitución que le de derechos al voto. Al mismo tiempo, otro grupo de mujeres comenzó a cuestionar desde dentro de las iglesias y a confrontar el sistema patriarcal manifestado en la institución religiosa que tenía el poder y lo predicaba cada domingo. ¿Qué pueden hacer realmente las mujeres si dentro de sus propias iglesias sus derechos son limitados? Los líderes estaban leyendo de forma literal la base bíblica de sus propias reglas, que, creían, era la voluntad de Dios, y querían ejecutarlas al pie de la letra en un contexto en el que se hablaba de revolución social, en el que la ciencia tenía grandes avances y en el que se vivía un cambio: las mujeres miembros de las congregaciones tenían preguntas frente a estas limitaciones.  

Así que la pregunta que saltaba frente a la lectura literal de la Biblia de los hombres era: “¿y qué hay de las mujeres que leen la Biblia como mujeres?”. Esa fue la pregunta de Elizabeth Stanton que, junto con un grupo de veintiséis mujeres, publicó La Biblia de la mujer, un libro controvertido que atacó el uso de la Biblia con el fin de relegar a las mujeres a un estado inferior. Instó a las mujeres a reconocer cómo la ortodoxia religiosa y la teología masculina obstruían sus posibilidades de alcanzar la auto soberanía. Esta obra no fue ignorada por los líderes religiosos, ya que equivalía a un ataque a su base de poder, basado en la Biblia y la teología fundamentalista que iban construyendo. Es importante notar que durante el período floreciente del pensamiento liberal de la mujer en el siglo XIX se dieron cambios en la sociedad y la cultura que alarmaban y perturbaban a los líderes religiosos.

El temor se acrecentó con el cuestionamiento a la fe surgido por la teoría de la evolución de Darwin. Se estaban comenzando a romper los lazos de sujeción bíblica que habían aprovechado al mantener la esclavitud de africanos y la opresión en contra de la población nativa a la cual consideraban “paganos.” Como respuesta a estos acontecimientos, los líderes de la iglesia mostraron rápidamente preocupación por las acciones drásticas que iban tomando el movimiento de las mujeres y otros cambios sociales que iban sucediendo paralelamente.

El nacimiento del fundamentalismo en los Estados Unidos

Mientras las mujeres se estuvieron organizando durante décadas para manifestar las demandas que les permitieran gozar de plenos derechos como ciudadanas en la nueva sociedad estadounidense, un círculo de líderes religiosos y pastores conservadores comenzó a reunirse también en Nueva York. Hacían lecturas y reflexiones bíblicas, pasando de una pequeña reunión para el estudio bíblico a crear la mayor convención llamada Conferencia Bíblica de Niágara que se congregó desde 1876 hasta 1897, reuniendo a una diversidad de pensadores, pastores y líderes religiosos de Estados Unidos y Canadá. 

La fuerza impulsora detrás de la reunión fue James H. Brookes, ministro presbiteriano de St. Louis quien publicitó la reunión a través de su revista Truth y dedicó un espacio considerable a resúmenes de los discursos de la conferencia. La Conferencia del Niágara introdujo a muchos protestantes evangélicos en la enseñanza dispensacionalista y el premilenialismo que fueron defendidos y enseñados para asegurarse de que no se cuestionara la Biblia y sus principios estudiados por los líderes y pastores, se establecieron un conjunto de catorce principios doctrinales para describir lo que llamaron el “credo del Niágara”. Estos principios sentaron las bases y fortaleció el carácter distintivo del fundamentalismo. 

La conferencia del Niágara incitó a los líderes religiosos a cerrarse frente a las posturas y cuestionamientos que surgieron del movimiento de las mujeres. También, dejó en claro que la lucha de las mujeres era un tema sobre el que las iglesias no discutirían. Más bien, prefirieron enfocarse a engrandecer su discurso religioso abriendo escuelas de misiones e imprimiendo materiales de instrucción con los fundamentos de la única ‘verdad’ que les preocupaba: el control de la Biblia. Nuevamente las mujeres y sus luchas fueron invisibilizadas.

Mientras el liderazgo religioso no escuchaba los cuestionamientos de las mujeres, el fortalecimiento del activismo y la resistencia de las mujeres llegaron a buen puerto. Para las elecciones presidenciales de 1920, las mujeres blancas tenían la capacidad de votar en todo el país. Ese mismo año, las ideas del fundamentalismo, basadas en los catorce principios, comenzaron a impulsarse para atacar las ideas de igualdad de derechos. Los líderes religiosos fundamentalistas imprimieron miles de panfletos que fueron distribuidos en iglesias y seminarios para difundir sus creencias y preocupaciones frente a los movimientos sociales que estudiaban y promovían la igualdad de derechos.Pese a que en ese mismo periodo las luchas sociales del país crecían frente a la segregación racial, este tema no se hablaba ni estudiaba dentro de las iglesias segregadas históricamente. 

La interseccionalidad entre el movimiento de las mujeres y el surgimiento del fundamentalismo en Estados Unidos muestra la evolución histórica de cómo se fue desarrollando el movimiento de las mujeres, así como el fundamentalismo que bien se originó en los Estados Unidos, ahora hace secuela en todo el continente. 

Las preocupaciones iniciales que tenía el liderazgo fundamentalista con respecto a la igualdad de derechos con las mujeres mostraban la contraparte sobre el deseo de control y poder masculino blanco en la sociedad. Han pasado más de cien años desde que se logró el voto en los Estados Unidos, sin embargo, no se ha logrado tener una mujer presidenta, y en el congreso las mujeres llegan al 2022 al 20% de los asientos. Del mismo modo, dentro de las iglesias, las mujeres siguen siendo minoría en los roles de liderazgo y toma decisiones. 

La sociedad estadounidense, desde su fundación, traía consigo un dolor profundo de desigualdad, en el sistema de valoración hacia la mujer y, sobre todo, el pensamiento de superioridad masculina ha generado una profunda marca de injusticia en el país. De igual forma, el fundamentalismo con su reflexión dentro de la iglesia ha generado una tremenda desventaja para las mujeres a lo largo de su historia.

Women of Abya Yala

From a Womanist and Decolonial Perspective

By Yenny Delgado

After many decades of work and mobilization against laws that seek control over women’s roles in society, maternity decisions, women’s political participation, and women’s ecclesiastical leadership, among others. The women’s movement raised its voice for equality and equity in society.

In society’s meta-narrative and Judeo-Christian theological belief, man is at the center of power, society, culture, and religious practices. From the patriarchal political rules, legislative bodies are made up primarily of men that legislate on the morality of the framework of society. Indeed, for centuries the place of women has often been a place of marginalization and submission both in society and ecclesiastical spaces. This marginalization hurts the community and leads to a fracture of women’s identity, lack of clear opportunities for leadership, oppression in the family structure, and forced assimilation to cultural norms that impact social dynamics and women’s theological reflection. 

The women of Abya Yala* have experienced the colonization of our bodies and territories, humiliation, and lack of recognition of self-identity as a native population. A society built on colonizing the land and forcing native women to navigate the oppressor’s culture, history, and religious practice makes native women doubly vulnerable.

In the history of the women’s movement, the Native women’s participation, our presence, voice, and needs have been invisible. The main protagonist of the women’s struggle has long been represented by European-descendant women, who mobilized for the right to have equal participation as white men. However, other voices were left behind, even though Native women had been denouncing for decades; ethnic discrimination, racism, and supremacist ideologies were increasingly practiced.

Under this context, a theological reflection as women of Abya Yala aims to decolonize and liberate the living conditions of women through understanding our historical experiences. Recognizing the struggle and the value of our ancestral memories, our original languages, and spiritual practices provide the necessary recognition and open an opportunity for renewed discourse on the women’s movement and action in the public square and throughout society.

Womanist derives from the word “woman.”

Womanism derives from the word “woman,” and in the historical sense of the term, womanist comes from the experience of African-descendant women in the United States who were enslaved and often passed from childhood to adulthood at a young age to assume household responsibilities in the process of generational slavery to which they were subjected.

Native women’s experiences were similar; women were confined to service and forced servitude, including sexual abuse from colonizers and forced work on their own land. On the other hand, European descendant women in Abya Yala distanced themself from colonizing history. They played the role of daughters, wives, and mothers of colonizers and enslavers in Abya Yala. The lack of reflection or recognition of this history of women further highlights the benefits and positions of power and status afforded them in a white supremacist patriarchal society. Indeed, in the United States, it is estimated that approximately 40% of all enslavers of women and men of African descent based on the census from 1850 to 1860 were White women. These facts show the inequality in the women’s movement from the three significant ethnic communities (Native, African, and European descendants in Abya Yala) looking to approach liberation on women’s role in society and religious spaces.

Womanist theology against colonization and patriarchy

Women theologians of African and Native descendants in the late 1970s understood the conditions for women to visualize and have their voice. The theologians highlighted how the texts were predominantly written by white theologians and did not consider the perspectives and viewpoints of women in the church. Womanists created a methodological approach to studying and writing theology that focuses on the experience of women who struggle against oppression and colonization. 

Women developed new theologies through their role as professors, pastors, and leaders advocating for a place in the dialogue for women’s studies and perspectives in theological spaces, as well as in the field of ethical theology in which the understanding and regulations of moral norms have governed the society, the house, and the church for a long time.

The last few decades have been influential as women began to expose the triple dynamics of ethnicity, sex, and economic oppression in a colonized land. Women advocated for the right to freedom to do theological and social work from different disciplines and use intersectional work thanks to the contribution of Kimberly Crenshaw, who, since 1989, has worked on the concept of intersectionality-related systems of oppression, domination, and discrimination in the United States. Her social and academic contributions open new doors to another way of reflection. The results of these battles have given women greater autonomy in society and are now promoted as good policies in progressive governments, but still, many more challenges are ahead. 

Today we can see some results, which show in practice and establishment not only in a society where we can see women presidents and congresswomen but also in the church, with leading women becoming theologians, bishops, pastors, ruling elders, and other vital roles.

From this historical analysis, a better understanding of the women of Abya Yala can show a broader approach to how women re-imagine other forms of women who have gone through all the complex situations in a patriarchal and colonial society.

Today is clear: Abya Yala’s women empower themselves with reflections on a historical colonial experience, ancestral memory of resistance, and hope for the new future that allows them to continue raising their voices in a context of violence, disadvantages, and oppression. The discourse of the “monolithic and universal history of the women’s movement” is now amplified to integrate the native women’s history, memory, and public faith practice that continues to be shared around the community.

The countless number of unsolved cases involving disappearances and murders of women and girls of Native descendants in the Abya Yala is an example that can show the lack of attention to women’s disadvantage. A long way from the native women’s concerns was liberation in responding to historical facts and working intensely in a decolonizing Christianity from Abya Yala. However, until 2022, the cases of inequality, womencide, and discrimination against Native women of the continent struggle for true representation in academia and at a political level that continues to practice colonial ideologies.

Today the problems of ending a colonial narrative and policies are still on the agenda. Ensuring the right for native languages to be taught, access to land to cultivate and ownership, and ending forced sterilizations for governments as forms of birth control of native populations continue to be issues that women need to advocate for in the women’s movement.

Why are women in a situation of disadvantage? Reading and interpreting the Bible in context is necessary from the theological vantage point. We can read in Genesis that woman was created in the image of God. Women are not only instruments of God but call to be active in the life of God’s message. As we can read in the Bible, many women took the liberation role, such as Esther, Ruth, Mary, Lydia, and others, many of whom we will never know their names. Active participation and leadership are interwoven with pain, discrimination, and oppression were part of a religious control system that we recognize is part of women’s path.

Women of Abya Yala, from a womanist and decolonial perspective, continue to work for more inclusive practices, liberation, and proclaiming a prophetic message across the continent.

Mujeres de Abya Yala: Memoria ancestral y fe pública

Durante siglos el lugar de la mujer ha sido a menudo un lugar de marginación y sometimiento tanto en la sociedad como en los espacios eclesiásticos. En general, esta marginación hiere a la comunidad y conduce a una fractura de la identidad de las mujeres, falta de oportunidades claras de liderazgo, opresión en la estructura familiar y asimilación a la dominación cultural que afectan no solo las dinámicas sociales y las legislaciones políticas sino una reflexión teológica de las mujeres. 

Las mujeres de Abya Yala* en nuestro contexto histórico nos hemos visto afectadas durante siglos. La colonización de nuestros cuerpos – territorios y la obligación de someternos a la humillación y la falta de reconocimiento de quienes somos, desde nuestra identidad e identificación étnica, ha sido un problema que invisibiliza nuestra presencia en la sociedad y nos hace doblemente vulnerables. 

Una reflexión teológica desde las mujeres de Abya Yala pretende descolonizar y liberar las condiciones de vida de las mujeres a través de la comprensión de nuestras experiencias históricas, reconociendo la lucha por la valoración de nuestras memorias ancestrales, nuestros idiomas originarios y las prácticas espirituales son una demanda que traerá un verdadero reconocimiento para las mujeres de Abya Yala como una fuerza vital y muestra de fe pública en la sociedad.

El movimiento de mujeres en Abya Yala

En la historia del movimiento de mujeres a nivel continental muchas veces se ha invisilizado no solo nuestra presencia sino también nuestra voz y necesidades. La principal protagonista de la lucha ha sido por largo tiempo representada por las mujeres europeas que se movilizaron por el derecho a tener igual participación que los hombres blancos en la vida política de las repúblicas, el reconocimiento de ser ciudadanas traería el bien anhelado derecho al voto que gozaron en primera instancia solo las mujeres con educación y pertenecían a una clase social acomodada.  

Sin embargo, estas luchas que migraron desde Europa hacia Abya Yala dejaron invisibles otras voces del movimiento de mujeres, especialmente de aquellas que la mujer nativa y originaria venían denunciando, la discriminación étnica, el racismo y las ideologías supremacistas atacaban cada vez más a las mujeres con un fuerte sentido de identidad, a la vez que fomentaba la disociación a imaginar a todas las mujeres por igual en un continente colonizado.

Las mujeres como sabemos partimos de una diversidad cultural, lingüística, étnica y ancestral. Aunque a menudo se piensa que todas las mujeres somos iguales, se sabe desde una reflexión honesta que se dieron tensiones entre las primeras sufragistas sobre la expansión de los derechos plenos para todas las mujeres sin discriminación, la mención de las mujeres nativas y la lucha por la descolonización se han excluido de la conversación por muchas décadas.

El movimiento de mujeres mostró desde muy temprano la compleja intersección entre descendencia, etnicidad y clase en los esfuerzos por lograr una mayor igualdad. La sociedad patriarcal en la cual estamos inmersas ha creado un sistema de doble estándares con diferentes parámetros para medir el comportamiento de hombres y mujeres, justificando el maltrato y exclusión del cuerpo de las mujeres, especialmente del cuerpo de piel marrón y cabellos oscuros, y de lenguas maternas que no son el español, ni portugués o inglés. Las mujeres nativas han sufrido una doble violencia en el sistema patriarcal colonial que llevan generaciones sin ser cuestionadas.

En el siglo XX, las descendientes europeas en Abya Yala volvieron a seguir el modelo europeo para interpretar su activismo. Desde una perspectiva histórica decolonial, el papel de la etnicidad, la descendencia y su impacto en la vida de las mujeres en la intersección con la ideología de la supremacía blanca viene a reflejarse a partir de experiencias claves. La mujer es un ser humano completo, se quiera o no asumir, la humanidad nace de las mujeres y estas luchan por confrontar la inferioridad asignada por aquellos que no son capaces de reproducirse, ni de concebir, o poder mantener la sociedad por si solos, -los hombres- han tenido el interés de reducir a la mujer solo como objeto. 

Así durante el tiempo colonial donde hubo total control del cuerpo de las mujeres nativas y sus derechos de reproducción, estas fueron sujetas a las órdenes de los y las colonizadoras que mantuvieron el régimen de opresión y que lamentablemente seguimos viendo sus consecuencias.

Mujerista deriva de la palabra “mujer”

La mujer de Abya Yala es el acto de reconocerse mujer en plenitud. Mujerista deriva de la palabra “mujer” y es el acto de asumir su ser biológico como su ser espiritual creador. El termino mujerista en el sentido histórico de su uso viene de la experiencia de las mujeres afro descendientes en los Estados Unidos que fueron esclavizadas y en las que a menudo pasaban de la niñez a adultez a corta edad para asumir las responsabilidades del hogar en un proceso de esclavitud generacional a la que fueron sometidas. 

Las similitudes de las experiencias bajo la mirada de los colonizadores e invasores europeos en Abya Yala hacia las mujeres nativas fueron similares ya que se les confinó a las mujeres nativas al servicio y servidumbre forzada ( esclavitud) incluyendo el abuso sexual por parte del colonizador, patrón, hacendado, del que poco se hace referencia en el movimiento de las mujeres. 

Cuando consideramos las realidades que enfrentan las afro-descendientes y las mujeres nativas, las experiencias han sido diferentes en comparación al de las mujeres descendientes de europeos en el continente. quienes se afianzaron en posiciones de poder y estatus que les daba ser hijas, esposas y madres de colonizadores y esclavistas en Abya Yala.

Teología mujerista contra la colonización y patriarcado

En la meta narrativa de la sociedad y el creer teológico judeocristiano, el hombre está en el centro del poder, de la sociedad, de la cultura y de las prácticas religiosas. Los cuerpos legislativos compuestos principalmente por hombres legislan sobre la moralidad del marco de la sociedad. Las mujeres quedan al margen de las decisiones.

Después de muchas batallas en las últimas décadas, las mujeres se movilizaron contra las leyes que buscan el control sobre el cuerpo, la maternidad y la participación política de la mujer. Los resultados de estas batallas han brindado mayor autonomía a las mujeres en la sociedad y ahora se promueven como una buena política. Estos cambios de práctica también afectaron el establecimiento de la iglesia, y las mujeres líderes se convirtieron en teólogas, obispas, pastoras, ancianas gobernantes y otros roles vitales.

Las mujeres teólogas a fines de la década de 1970 entendieron las condiciones de las mujeres para visualizar y tener su voz. Las teólogas destacaron cómo los textos fueron escritos predominantemente por teólogos  y no consideraron las perspectivas y puntos de vista de las mujeres. 

El mujerismo creó un enfoque metodológico de la teología que se centra en la experiencia y puntos de vista de las mujeres. Principalmente aboga por un lugar en el diálogo para los estudios de las mujeres y las perspectivas de las mujeres en los espacios teológicos, así como en el ámbito de la teología ética en la cual está comprometida el entendimiento y las regulaciones de las normales morales que han regido a la iglesia, a la sociedad y a la casa durante muchísimo tiempo. 

Las mujeristas han abogado en el derecho a la libertad de hacer un trabajo teológico y social desde diferentes disciplinas y usan el trabajo interseccional (aporte de Kimberly Crenshaw que, desde 1989 trabaja el concepto de interseccionalidad como el estudio de las identidades sociales superpuestas o interceptadas y los sistemas relacionados de opresión, dominación o discriminación.)

Las últimas décadas han sido trascendentales ya que las mujeres comenzaron a exponer la triple dinámica sobre etnicidad, sexo y opresión económica. A partir de este análisis, una mejor comprensión de las mujeres de Abya Yala puede mostrar un acercamiento más amplio de cómo hacer teología mujerista y re-imaginar otras formas en el movimiento de mujeres. Gracias a mujeres que han atravesado todas las situaciones complejas de ser mujer en una sociedad patriarcal y colonial, podemos ver otra forma de estar en el movimiento de mujeres. 

Las mujeres de Abya Yala entonces se empoderan de una historia y memoria ancestral que les permite ser un símbolo de resistencia invisibilizado por una “historia monolítica y universal” ajena a los pueblos priginarios, a la ancestralidad y a la memoria que se sigue compartiendo alrededor del fuego, la cocina y de los tejidos.

Aunque hoy en día el movimiento de mujeres es reconocida a escala internacional, y se ha logrado la adopción de reformas legislativas y programas que promueven la igualdad. Sin embargo, hasta el 2022, los casos de desigualdad, mujercidio y discriminación contra las mujeres nativas y originarias del continente continúan siendo invisibilizadas no solo por la academia sino también a nivel político que continua con prácticas coloniales excluyentes.

Hoy las preocupaciones de acabar con una narrativa colonial que van por el derecho a una educación en idiomas originarios, el acceso a trabajos dignos con seguros sociales y salud, acabar con las esterilizaciones forzadas por los gobiernos como formas de control de natalidad, y recibir una atención médica integral durante la gestación, menstruación y otras necesidades para lograr la equidad, siguen siendo temas que las mujeres necesitan seguir abogando. 

*Abya Yala proviene del idioma Guna y significa “tierra en plena madurez y tierra de sangre vital”. En la década de 1970,  activistas , agricultores, historiadores, políticos y teólogas nativos adoptaron el término Abya Yala como el nombre unificado en lugar de utilizar América del Norte (principalmente de habla inglesa) y América Latina (principalmente de habla española y portuguesa) que perpetúan las divisiones coloniales de nuestra madre tierra.

 

Ser Mujer: Una reflexión teológica sobre la menstruación

Las mujeres en todo el mundo continúan siendo estigmatizadas, excluidas y discriminadas simplemente por la falta de comprensión del ciclo natural del cuerpo de la mujer y la menstruación. Desafortunadamente, la menstruación todavía se considera un asunto privado. Esto se ha hecho aún más claro a la luz de la reciente escasez y aumento de precios de tampones y toallas sanitarias a causa de la inflación que se viene experimentando a nivel mundial. Sin embargo, como sociedad todavía hay gran tabú y silencio sobre el ciclo natural de vida que tenemos las mujeres. La idea de ver sangre se considera aún sucia, impura y dolorosa. ¿Por qué mantener este estigma sobre el ciclo menstrual de las mujeres?

Hablemos de nuestro ciclo de sangrado como sagrado, no como estigmatización

Compartimos con nuestras abuelas, madres e hijas un ciclo de sangrado que es parte natural de ser mujer. Tener una vagina, ovario, útero y trompas de Falopio nos preparan para ser co-creadoras de vida, ciclo que sostiene a la vida humana de generación a generación. El cuidado de nuestro cuerpo durante el ciclo menstrual es fundamental, no solo porque es parte vital de nuestra vida como mujeres, sino porque ello asegura una vida saludable de nuestros cuerpos. Aunque a menudo solo hablamos de nuestro ciclo menstrual cuando las niñas en la familia, alrededor de los 12 años, empiezan a menstruar, es importante compartir nuestras experiencias con mayor apertura y valentía entre nosotras. 

En las familias, las mujeres solemos compartir recetas de infusiones curativas en caso de dolor, y como controlar los cólicos. Recomendamos ciertas posiciones que nos ayudan a descansar durante los días del ciclo, así como cuales son los masajes que ayudan en la zona baja, en caso de mayores sangrados. Entre consejos y pláticas aprendemos que ser mujer trae consigo un ciclo de cuidado especial, privado, que puede durar entre cuatro a seis días durante el mes y que nos acompañará entre 37 a 42 años de nuestras vidas. Sin embargo, pensamientos patriarcales sobre el cuerpo de la mujer nos cierran las puertas a compartir con nuestros padres, hermanos, parejas o esposos lo que es un ciclo natural en la vida de las mujeres, un sentimiento de vergüenza y silencio nos apaña. En lugar de recibir un trato positivo en educar a los hombres sobre el ciclo biológico, las mujeres quedan relegadas a ver cómo solucionan su ciclo menstrual solas. 

Las mujeres como co-creadoras de vida

Desde que las mujeres comienzan su ciclo de menstruación se asume que será interrumpido por el milagro de la vida, durante la concepción. Aunque como veremos tendremos varios motivos y complicaciones que romperán este ciclo menstrual en nuestra vida saludable. Primero, hablemos del embarazo. En la concepción de una nueva vida, que se irá desarrollando en el útero, junto a los ovarios, estos asumirán una función de reproducción, dando paso a madurar, cuidar y albergar el embrión, alrededor de la semana 12 pasará a definirse a través de los cromosomas. Un bebé con cromosomas XY será considerado un niño sin capacidad para reproducirse o tener un ciclo menstrual. Un bebé con cromosomas XX completará el sistema reproductivo, con un útero, ovarios y tendrá a sus pocas semanas de vida seis a siete millones de óvulos. En este momento, la vida de la niña y la madre se relacionarán de manera íntima como mujeres co-creadoras de vida, un milagro y tarea que comparten las mujeres en el mundo.

Queda claro que las mujeres somos más que cabello largo, senos, caderas y vagina. Centrarse solo en la apariencia externa del cuerpo de la mujer reduce la comprensión de quiénes somos y cuál es nuestro papel decisivo en la sociedad como co-creadoras de vida. En tiempos donde los parámetros de género, con una construcción social reducida de cómo deben comportarse las mujeres, limita el rol de la mujer a parámetros jerárquicos, a la vez que se ridiculiza nuestra imagen de tal manera que corremos un riesgo enorme sobre nuestros derechos y nuestra situación en el mundo que puede llegar a ser hasta ambivalente, al punto de llegar a reducir a una mujer en quien piense o siente serlo, minimizando nuestra genética, cuerpo y nuestros ciclos vitales, a la invisibilidad. 

Una menstruación saludable

Podemos decir entonces que nuestro ciclo menstrual es ancestral desde nuestra creación y se repite en cada una de las mujeres que son co-creadoras de la humanidad. Como mujeres es necesario conocer que nuestro cuerpo lleva una parte interna maravillosa que en esta sociedad moderna ha buscado reducirla con el consumo de pastillas para el dolor y tampones sin considerar que el ciclo sanguíneo conlleva armonía y equilibrio en la vida de una mujer.

El ciclo menstrual sabio y regular trae también diferentes complicaciones. Los factores pueden ser diversos, resultado de nuestra edad, los antecedentes heredados en la familia, las alteraciones hormonales, las condiciones de nuestro útero y ovarios, cambian cada uno de estos en las diferentes etapas de nuestras vidas. Sea lo que pasemos cada una en nuestro ciclo menstrual, no debemos avergonzarnos, nuestros ovarios principalmente de manera natural buscan la armonía de nuestro cuerpo, produciendo hormonas llamadas estrógeno que su función principal es la maduración y cuidado de nuestro ciclo natural por lo que el sangrado vaginal irregular nos advierte de cuidados que necesitamos tener. La consulta médica en estos casos es necesaria, los pólipos endometriales, fibromas, infección del útero, embarazo ectópico, aborto espontáneo y cáncer de cuello uterino, entre otras complicaciones hacen que nuestros ciclos menstruales sean más dolorosos y necesiten de atención médica.

Muchas mujeres no tienen la economía para comprar mensualmente toallas sanitarias, tampones, o copas menstruales necesarias para la higiene y cuidado personal, menos aún muchas mujeres en el mundo no tienen para pagar atención médica por complicaciones referentes a su ciclo menstrual. En silencio, muchas mujeres mueren debido a la falta de comprensión y cuidado sobre nuestro útero, ovarios y la funcionalidad de nuestro sistema reproductivo.

El ciclo menstrual en la Biblia

Desde la perspectiva teológica, como iglesia, también hemos guardado silencio sobre la función corporal de la mujer. Las complicaciones que tiene cada mujer y como asumirlas se han quedado limitadas en texto punitivos. Como en Genesis 3: 16 “A la mujer le dijo: —Aumentaré tus dolores cuando tengas hijos, y con dolor los darás a luz. Pero tu deseo te llevará a tu marido, y él tendrá autoridad sobre ti” se expone que el dolor que pasa la mujer se debe al pecado original. En otro como en Lucas 8:43-48 podemos leer: “Estaba una mujer que padecía de hemorragia desde hacía doce años; y aunque había gastado todo lo que tenía en médicos, nadie podía curarla. Ella se acercó por detrás a Jesús y tocó el borde de su ropa, e inmediatamente dejó de sangrar”.

Centramos el dolor, de la menstruación, de la concepción y el parto, como un castigo, cuando estas también pueden entenderse como una falta de atención social y médica. El dolor de una mujer que sufre de hemorragia durante 12 años muestra una situación grave sobre su útero, ovarios, es decir su sistema reproductivo, y jamás debería ser entendido como un castigo. Se trata también de un contexto social de discriminación contra el cuerpo de la mujer. 

En esta historia de Lucas 8:43-48 no sabemos el nombre de la mujer, la edad u otras condiciones físicas que tiene esta mujer que sangraba por tantos años. Esta mujer nos muestra la valentía de acercarse y tocar el vestido de Jesús para sanarse. Confinada al anonimato, podemos asumir que su pérdida de sangre se debiera a una enfermedad en su útero u ovarios, que le generaría niveles bajos de hierro, anemia y fatiga profunda. El milagro de Jesús elimina el vilipendio social que la mujer había soportado debido a su persistente sangrado. En este acto, Jesús la devolvió a la sociedad con salud y valor. La mujer sale del encubrimiento y de la vergüenza por su estado físico, y de los estigmas de las complicaciones de un ciclo menstrual anormal, que necesitan atención. 

La Biblia nos dice a los y las lectoras de hoy en día, que los mismos desafíos físicos y la misma condición de desventaja por la falta de entendimiento en nuestro cuerpo y ciclo menstrual no son nuevos. La función biológica que trae ser mujer aún guarda tabús en muchas sociedades por lo que mientras que no asumamos una relación positiva y saludable con nuestro cuerpo, seguiremos perpetuando las limitaciones a las que las mujeres nos vemos sujetas en la sociedad como en la iglesia.

Si todas las mujeres nos unimos y hablamos abiertamente sobre nuestra menstruación, comenzaremos a canalizar una visión más empoderadora de nuestro cuerpo. Es necesario incidir en recursos, educación y atención médica accesible a todas las mujeres para garantizar que la menstruación sea saludable y libre de prejuicios.

Algunos pasos para reafirmar positivamente nuestro ciclo menstrual:

  • Abraza tu ciclo menstrual con amor y orgullo.
  • Reafirmar el ciclo menstrual como natural a la mujer que posibilita ser co-creadora de vida.
  • Comparte tus prácticas saludables con tus amigas y hermanas, compartiendo nuestras experiencias podremos cuidarnos mutuamente y reducir complicaciones futuras. 
  • Apoya iniciativas que brindan educación y prácticas de cuidado necesarias para romper el estigma y discriminación contra la menstruación.

Women’s Body

A Theological Reflection on Menstruation

Women worldwide continue to be stigmatized, excluded, and discriminated against simply because of the lack of understanding of women’s natural body cycle. Unfortunately, menstruation is still considered unspeakable in polite conversation or society in general. This has been made even more prescient in light of the recent shortages and price hikes for tampons and sanitary napkins here in the United States. Even though, as a society is still great hesitancy and silence with the idea of the monthly regulatory cycle of women because the idea of seeing blood is considered dirty, impure, and painful. Why keep a stigma on a natural women bodily function?

Let’s talk about bleeding as sacred, not stigmatization

Our grandmothers, mothers, and daughters share ancestral wisdom on caring for our bodies during a menstrual cycle. Still, we often only talk about it when girls start menstruating. We share recipes for healing infusions in case of pain, how nourishment and food can heal, and preparing infusions to have balance, rest, and massage the lower area in distress. However, in patriarchal societies, the stigma closes the doors to sharing with our fathers, brothers, and later partners and husbands out of this feeling of shame. Instead of being treated positively in educating men about the menstrual cycle, women and this biological process are relegated to see how they solve their menstruation cycle alone.

Women’s body has a natural women’s cycle that allows women to be co-creators of life to the new generations. Women start their menstruation cycle around age 12, some earlier, some later in life, and menstruate for around 37 to 43 years.

The cycle is interrupted for diverse motives; a big one is considered a miracle to conceive the beginning of a new life. Pregnancy is the conception of a new life in development. It means new life for the next generation. The embryo, around week 12, is defined with chromosomes. A baby with XY chromosomes will be considered a male with no ability to reproduce or have a menstrual cycle. A baby with chromosomes XX will complete the developed reproductive system, with the uterus and ovaries with six to seven million eggs that develop around week 20 in the womb. At this moment, the life of a baby girl and the mother relate to the miracle of continued humanity.

Women are more than long hair, breasts, hips, and vagina. Focusing on only the external appearance of women’s bodies reduces the understanding of who women are and our decisive role in society as a co-creator of life. Women face possible bleeding risks due to their physical well-being, depending on the different stages of their lives. We should not be embarrassed about what happens to us each menstrual cycle. Abnormal vaginal bleeding has several causes, including endometrial polyps, fibroids, uterus infection, abortion, ectopic pregnancy, miscarriage, and cervical cancer, among other complications. All these ills are specific to women, and we are often unaware of all possible medical conditions.

Millennials of the ancestral menstrual cycle are reduced to using pills and tampons without considering that the blood cycle carries harmony and balance in a woman’s life. In the middle of this natural process of life, women struggle to be behind and punished. Many women do not have the economy to buy monthly pads or pay medical attention if needed.In silence, many women die because of complications and a lack of understanding about our uterus, ovaries, and women’s functionality reproductive system.

From a theological perspective, as a church, we have also been silent on the bodily function of women. The complications each woman has and how to assume them have been limited primarily to punitive text. We read in Genesis 3: 16, “To the woman he said: —I will increase your pains when you have children, and with pain, you will give birth to them. But your desire will take you to your husband, and he will have authority over you.” The curse states that the pain experienced by the woman is due to original sin. However, Jesus and his healing found in Luke 8:43-48 helps to bring menstruation and bleeding out of the shadows.  We read: “There was a woman who had suffered from a hemorrhage for twelve years; and although she had spent all she had on doctors, no one could cure her. She came up behind Jesus and touched the edge of his clothes, and immediately the bleeding stopped.”

We focus on menstruation pain, pregnancy, and childbirth as a punishment women experience when both can also be read as a lack of social understanding and medical care. The pain of a woman suffering from bleeding for 12 years shows a difficult situation in her uterus and ovaries; her reproductive system needs attention and health and should never be seen as a punishment. It is also a social context of discrimination against women’s bodies.

In this story of Luke, we do not know the woman’s name, age, or other physical conditions of this woman who bled for so many years. Confined to anonymity, we can assume that her blood loss was due to a disease in her uterus or her ovaries, which caused low levels of iron, leading to a lack of iron, anemia, and profound fatigue. Jesus’ miracle removes the social vilification the woman had endured because of her persistent bleeding. This woman shows us the courage to reach out and touch Jesus’ dress to be healed. In this act, Jesus returned her to society with health and courage. The woman comes out of the cover-up and the shame for her physical condition stigmas of complications to a menstruation cycle that needs attention.

Still today, women face various situations due to their condition of being a woman. However, we do not fully understand or embrace our body’s biological function, which is essential to assume a positive and healthy relationship with our body. It is necessary to create a process of support and teach the next generations about what are women’s bodies and women’s cycle are very important to care.

I believe if all women unite and speak openly about our menstruation cycle, we will start channeling a more empowering view of women’s bodies. It is time to speak up and provide resources, education, and accessible medical attention to all women to ensure that menstruation can be a healthy and safe part of our life.

Here are some steps to move forward on reaffirming positivity in women’s cycle:

– Embrace your menstrual cycle with love and pride.
– Reaffirm women’s natural cycle as a women’s power of life.
– Talk about menstruation in your cycles of friends to promote ending the stigma and discrimination.
– Share your healthy practices with other women and girls.
– Donate and support initiatives to provide education about menstruation and care practices.

Native Peoples’ Day

We honor the past, present, and future of native peoples in Abya Yala

How often have we stopped to examine and marvel at the greatness of architecture, agriculture, and spiritualities practices in Abya Yala* before the “encounter”?

The bountiful nature of Abya Yala allows us, native peoples, to live in harmony with the extensive rivers, high mountains, beautiful deserts, enormous sequoias, and sprawling jungles. In the middle of this paradise, we learned to live in community, cultivate the land, and give thanks to the sun, moon, and rain for being part of the creation for thousands of years.

A millenary history of cosmovision and traditional practices were abruptly and brutally upended by the arrival of European colonizers over 530 years ago. This “encounter” was a ruthless, oppressive colonial regime that changed our ancestors’ way of life. The colonization process with the face of “salvation” and “civilization” would appear in the stories and memories of the original peoples as constant pain and as a cross to bear.

In the eyes of the European colonizers, our identities, languages, and spiritual practices needed to change, as we were seen as “uncivilized.” They forced assimilations into their languages (English, Spanish, Portuguese, and French) and standardized forms of worship of God as they brought European Christianity as a formula of salvation. For native populations, adapting and assimilating were the only way to survive. At the same time, colonizers confiscated the land, enslaving native peoples to work in mining and cultivating the land ( for cotton, sugar, and cacao, among other export crops) so that European kingdoms could prosper. The original people were pushed to the peripheries of knowledge, without voice, and into the shadows of history.

Today, 530 years later, amid the magical realism of encounters of cultures about this date, we are encouraged by controlled history books and history classes to forget the true story of this genocide. Though it is painful, we need to recognize that being here is an act of courage and resistance during slavery, genocide, and the forced process of assimilation to which the native peoples have been subjected for centuries. We still suffer the consequences of these centuries of trauma and pain. A deep look at our roots, identities, and ancestral memories is so far questioned.

In the way of decolonization and liberation today, we remember and thank our grandmothers and grandfathers for keeping our history and ancestral memory alive. For the new generations, this is our most incredible legacy and heritage. We have a sacred task and an opportunity to honor our people’s past, present, and future. Our cultures, languages, and ancestral spiritualities must be recognized on this date.

*Abya Yala comes from the Guna language and means “land in full maturity and land of vital blood.” The Guna people inhabit the meeting points of the north and south geographically, and the use of their language symbolically represents the connectivity of the lands. In the 1970s, the term Abya Yala was adopted by many native activists, farmers, historians, politicians, and theologians as the unified name instead of using North America (primarily English speakers) and Latin America (predominantly Spanish and Portuguese speakers), which perpetuate colonial divisions.

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Yenny Delgado

She is a doctoral candidate in the Psychology of Religion at the University of Lausanne (Switzerland). Yenny has a master’s degree in Public Theology (United States) and a master’s degree in International Cooperation (Spain). Degree in Psychology (Peru) and Degree in Theology (UBL, Costa Rica). She has worked with social movements, local churches, and regional governments to promote equity and inclusive education in Abya Yala. Founder and Director of PUBLICA. Ruling Elder in the PCUSA. Convener of Women Doing Theology in Abya Yala.

Trauma in Abya Yala: Consequences of Colonization and White Supremacy

Trauma is a loaded word and scary simultaneously because it obscures pains from the past that we wish to forget. However, despite our efforts to forget and move on, history continues to follow us in our lived experiences. How people interact and deal with trauma is unique for each person. Our bodies and psyches reveal who we are, and our behavior shows our deep wounds. When these wounds are systemic across entire groups of people due to discrimination, police brutality, and racism, it is necessary to deal with the trauma and its triggers on both personal and communal levels. Coming to grips with this type of trauma is to sit with the past and mentally reflect and exercise these painful memories for healing, liberation, and ultimately dismantling colonialism, racism, sexism, and other -ism that separate and divide us. 

From the research work of Heijmans published in the Proceedings of the National Academy of Science, it has been shown that traumatic events from famine to war can lead to lasting effects on the epigenome. Essentially the impact of past trauma continues in our DNA and can be manifested in future generations. 

Trauma specialist Resmaa Menakem, a somatic abolitionist, notes that “trauma responses are never reasonable. They are protective and reflexive.” These responses take energy and power away from more constructive pursuits personally and communally; finding pathways to healing is critical for an improved existence. Healing begins by finding the roots of these traumas and seeking to understand and process – them instead of burying them away from the past.

For originals people on Abya Yala*, our collective trauma of being disposed of our land and our ancestors systematically raped, abused, and enslaved still lingers. The loss of culture, identity, and language cause trauma to this day, further heightened by the misappropriation of imagery and names in racist tropes and mascots. From a theological perspective, the pain of being considered “animals” and “Indians without souls” by the Christian Church is still present. How can we process our generational trauma when European descendants in America do not see the native people as part of society? 

The challenge faced in the country with white supremacy ideology rules and attacks on African Americans has a long history of brutal violence. Still, today, as people of color, we demand, as individuals and collectively, to embrace opportunities to remember the suffering and heal the country of all its crimes.

How can we make the pathway to healing our hearts and bodies that suffer discrimination, abuse, and oppression?

Dismantling racism is a step toward seeking healing, although it is a painful process. It is not easy to handle those emotions that come from the inner depths of our being. We develop resilience by learning and nature, which we can use to build and strengthen to confront our pain and past traumas. To achieve this healing, we must begin to speak more freely about them. For those who have suffered centuries of oppression, colonization, slavery, rape, abuse, and other inhume treatment from white supremacy ideologies, it is not easy to leave, but we can transform the rage and pain into societal changes. Moreover, our body also has that capacity; it is a connection between body and mind that leads us to develop new abilities, especially survivorship. On a communal level, there is a need for a broader society to listen, accept and respond to individuals that their ancestors may have harmed.

We start this process by first allowing ourselves empathy, grace, and freedom to go to our inner selves and acknowledge our fears and our stories. Second in the process is reconnecting with our ancestors, grandmothers, and elders. We must listen to their stories, which is our story, so we can better understand the present. By naming our pain and trauma, we become more robust. Knowing and embracing our family histories will lead us to understand the painful scars on our psyche, and that past becomes part of the physical marks that we carry on our bodies. Somehow, we are the product of colonization so unequal and so brutal that our sheer existence is an example of life and hope. Healing is not easy. 

For the Christian message for healing – salvation is not an abstract concept; it is a state of being with deliverance. Dismantling racism is an invitation to consider God amid challenging history and difficult conversations. Let us begin this journey towards healing together, knowing that our faith will lead us to recover. 

It is perhaps risky to affirm that the native population in Abya Yala suffers trauma, but the consequence of experiencing white supremacy is indisputable; our bodies and mind have been affected by colonization.

Our personal experiences reflect our personal stories. Remember that we cannot see that an ideology was created when colonization happened; our collective imagination is not only a single story but an intergenerational history that still affects our bodies and our existence. 

The Constitution of the United States is an example of how white supremacy works. In article one, people of African descent were considered 2/3rds of a person. This is an example of how this ideology regulates political rules and later permits discrimination behaviors against individuals to create a collection that allows them to live like that.

Each of us will find different experiences depending on what part of the land we are coming from, but often the common ground is the same. Original peoples constantly find ourselves excluded, in constant dispossession of the land. These messages have penetrated deeply, and these are our own experiences. 

When someone speaks about black and brown lives matter in the United States, they are speaking of real lives, our own lives full of color. This is an obvious statement but too often forgotten truth. Our lives are in the routes that arrived at a moment in colonial history and the routes of the original people of Abya Yala. For that reason, we must talk more; specifically, we must provide examples and make the pain and trauma visible.

The original peoples continue to resist the supremacist messages perpetuated for centuries. 

At this moment in history, we enter and locate ourselves in the present but with a profound recognition of centuries. We encounter the territories of our body, and it is here where the body and mind react and reacts in a way that perpetuates wounds. We will always have this connection, colonization, privatized and divided with pain. 

The word trauma comes from the Greek, which means “to hurt,” ours is a structure that hurts us and terrifies us simultaneously and perpetuates painful experiences. Discrimination, and rejection, are added to our senses, our very beings. For women, our sex finds ourselves in this doubly violent situation and this trauma, having different reactions in our bodies. 

As we can read in the Bible, trauma or “curse” is passed from generation to generation. We often share with our mothers, grandmothers, and fathers, and grandparents’ bodies pain, passed from generation to generation, caused by manifestations of trauma and pain. Still, it is also genetic that our DNA carries its entire history of trauma, that main story of survival and suffering, so let us bear in mind that we must assume a position of accepting or knowing our traumas. This is the only way we will survive.

To be able to give life from our bodies is fabulous. Women teach us how to bring about and share new life. Their bodies show us how to fight back against ancestral pain by living. Our survival depends on creating a life beyond the pain of the past. 

To become free of trauma and pain and reach liberation, we can see the suffering, violence, and pain many carries inside. We need to break up the silence; it is necessary to be accompanied by others. Still, when you go from generation to generation, we have to start; they are not about living in survival; we do not have, we survive every moment. We must begin to break and let it fall to heal this generation and all future generations.

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*Abya Yala comes from the Guna language and means “land in full maturity and land of vital blood.” The Guna people inhabit the meeting points of the north and south geographically, and the use of their language symbolically represents the connectivity of the lands. In the 1970s, the term Abya Yala was adopted by many native activists, farmers, historians, politicians, and theologians as the unified name instead of using North America (primarily English speakers) and Latin America (mainly Spanish and Portuguese speakers), that perpetuate colonial divisions.

Mensaje a la Iglesia Presbiteriana de los Estados Unidos 

Por Yenny Delgado

A la Iglesia Presbiteriana de los Estados Unidos*, la Asamblea General y el comité coordinador, ofrezco mi más sincero agradecimiento por esta oportunidad de compartir, adorar y reflexionar juntos. Está en mis oraciones que este mensaje nos ayude a crecer y continuar nuestro camino para ser la iglesia que estamos llamados a ser.

Al crecer, nunca hubiera imaginado que estaría dando este mensaje en la 225 asamblea general. Crecí en una comunidad donde las familias luchaban por comida, seguridad y vivienda. Muchos de mis vecinos eran inmigrantes de los Andes a la ciudad, extraños en su propio país, algunos sufrian de enfermedades y luchaban por acceder a los servicios medicos y pagar los medicamentos esenciales.

Mi familia también migró en busca de mejores oportunidades. Mi abuela dejó su pueblo natal entre las montañas hacia el Amazonas donde trabajó la tierra como agricultora. Mis padres se fueron del campo a la gran ciudad para completar su educación. Mas tarde yo  viajaría desde Lima, la capital de Perú a Costa Rica para estudiar teología y luego a los Estados Unidos donde sería  miembro de la iglesia presbiteriana y anciano gobernante durante 12 años. Tres generaciones de mi familia hemos migrado hacia en diferentes lugares, miles de kilómetros del este a oeste y luego de sur a norte. El desplazamiento a menudo ha hecho que sea difícil encontrar un lugar al que llamar hogar. Sin embargo, uno de los recuerdos que ha perdurado a través de las generaciones ha sido el ser parte de las comunidades cristianas dondequiera que estuvimos, porque estas comunidades nos ayudaron a  sentirnos como en casa.

A pesar de las dificultades, crecí en una familia que tenía fe en Dios, trabajaba duro y vivía en solidaridad. Estas fueron las claves esenciales para vivir con esperanza en medio de tiempos difíciles. De hecho, la Biblia fue el fundamento de la fe de mi abuela. Mi abuela asistía a la iglesia en su pueblo en los Andes, y fue allí a la edad de 30 años que aprendió a leer la Biblia. Como parte de la población originaria y con muy deficiente acceso a la educación, la iglesia fue uno de los pocos lugares donde fue acogida y animada a aprender, esta era su amada comunidad. De la misma manera décadas después cuando me mudé a los Estados Unidos, como nueva inmigrante, encontré una comunidad de fe y aprendí a leer y escribir en inglés. Todos los días, leía un pasaje de mi Biblia en inglés y en español lo cual me ayudó a desarrollar una comprensión no solo del idioma, sino también a escuchar el mensaje de Dios de nuevo.

Mientras tanto, más de una década después, aquí estoy, como mi abuela y mis padres, siendo parte de una comunidad de fe, mi familia extendida y un grupo de creyentes reunidos para escuchar el mensaje de Dios.

Uno de mis pasajes favoritos de la Biblia proviene del Evangelio de Lucas. Este texto siempre ha sido importante para mí, y me gustaría que hoy reflexionemos sobre él unos momentos. Leamos Lucas 4: 18-21 donde Jesús publicamente comienza su ministerio.

“El Espíritu del Señor está sobre mí, porque se ha fijado en mí para anunciar buenas nuevas a los pobres. Me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos y dar vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos, a proclamar el año del favor del Señor”. Luego enrolló el rollo, se lo devolvió al asistente y se sentó. Los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. Comenzó diciéndoles: “Hoy se cumple esta escritura en presencia de ustedes”.

Jesús estaba leyendo Isaías 61:1-2, un pasaje profético. Me imagino cómo se sintió Jesús leyendo este pasaje y compartiendo su identidad con los asistentes. Estoy segura de que algunos en la multitud escucharon ese mismo pasaje muchas veces antes, y tal vez ni siquiera se dieron cuenta de que Jesús estaba entre ellos.

¡Qué mensaje para todo el pueblo! Y estoy seguro de que había un montón de preguntas:

¿No es este el hijo del carpintero?

¿Está realmente leyendo este pasaje?

¿No es ese el hijo de José que nació en Belén y se escapó y emigró a Egipto?

¿Realmente trae buenas noticias a los pobres?

Cuando leemos esta Escritura, ¿qué pensamos? ¿Quiénes somos en esta historia? ¿Estamos proclamando las buenas noticias, las estamos recibiendo, o somos aquellos en la multitud que simplemente preguntamos de qué está hablando este hombre Jesús?

¿Cómo podemos nosotros, la iglesia, recibir este mensaje durante esta 225 Asamblea General?

Somos una iglesia que poco a poco va reabriendo sus puertas después de más de dos años de pandemia. Una iglesia que lentamente comienza a pensar en su legado histórico y su papel en la opresión. En efecto, somos una comunidad de fe que se encuentra en un momento de decisión.

Quizás hemos olvidado que muchas veces también somos también ciegos, pobres y prisioneros. Y sí, este es un desafío para muchos de nosotros. Porque esta tierra tiene un pasado doloroso de cautiverio, discriminación y falta de visión para enfrentar los problemas sociales.

¿Cómo podemos navegar este pasaje con todo el peso de la historia?

Mucha gente entiende la iglesia desde el concepto de comunidad. Un grupo de creyentes con un corazón compuesto de fe que abraza todo el mensaje de Jesús de liberación, diversidad, predica las buenas nuevas de Dios, y tiene amor, compasión y se preocupa por las personas necesitadas. Sin embargo, la historia de la iglesia nos muestra que ha habido una lucha continua por ser esa comunidad que practica las buenas nuevas de Dios.

Sabemos que no es fácil ser una iglesia de Dios abierta, ecuménica y diversa en los Estados Unidos.

¿Cómo estamos viviendo los llamados de Dios para servir a los pobres, migrantes y refugiados y dar la bienvenida al “otro” en nuestra comunidad? ¿Cómo podemos predicar una fe arraigada en la liberación sin practicarla en nuestra comunidad?

Nuestra denominación, como muchas otras, está luchando con la larga historia de prácticas excluyentes o simplemente descuidando los problemas sociales a medida que buscamos una mayor diversidad dentro de nuestra comunidad. O, a veces, llegar a ser tan legalista en su alcance que olvidamos el corazón de la compasión en el trabajo que nos proponemos hacer.

Nuestro conocimiento teológico lucha por mantener una reflexión honesta; se manipula el pensamiento a Dios, se reduce la vida de nuestra comunidad activa, se limitan nuestros pensamientos y se eligen nuestras acciones. Cuando una comunidad se reduce a una sola minoría/mayoría étnica, todo lo que entendemos de Dios está en riesgo. La iglesia a menudo encuentra consuelo en sus tradiciones. Desafortunadamente, esto conduce al aislamiento de una sociedad más diversa en esta lucha.

Aquí está nuestra llamada de hoy. La iglesia está tratando de entender lo que significa ser una comunidad real en este día y tiempo. Para hacer la transición a un lugar mejor, debemos reconocer nuestros fracasos. A través de un proceso de honesta reflexión y arrepentimiento podemos comenzar el proceso. El lamento nos ayuda a expresar el dolor por el pasado y nos permite ver el futuro con esperanza.

La iglesia en los Estados Unidos tiene mucho que ofrecer. Nuestra experiencia y reflexiones teológicas pueden ayudarnos a abrir la puerta para movernos a un lugar mejor como comunidad, un lugar de sanación, aceptación, crecimiento y liberación. Si leemos con atención, Jesús también nos está hablando a nosotros, su iglesia. En lugar de imaginarnos a nosotros mismos como los proclamadores, debemos ver que somos nosotros los que necesitamos libertad.

La iglesia de Dios debe escuchar y recibir este mensaje. Hoy nuestra iglesia recibió estas palabras y las creyó. Hoy abrazamos al Espíritu que está sobre nosotros y nos guía para dejar atrás las prácticas discriminatorias del pasado al reconocer nuestra lucha por acoger al otro. Como iglesia de Dios, podemos ser liberados para evolucionar hacia una comunidad de fe que acoge al Espíritu.

Como mi abuela encontró en su iglesia local una comunidad amada donde aprendió a leer y recibió la libertad bajo la historia colonial de exclusión de la población originaria. Hoy también podemos recibir la libertad de un pasado discriminatorio y abrazar prácticas inclusivas.

Seamos hoy, en los Estados Unidos, una iglesia que aprende, practica y enseña la reflexión y la sanación.

-Seamos una iglesia que responde al mensaje de Jesús.

-Construyamos una comunidad multiétnica con diferentes memorias ancestrales, idiomas y prácticas espirituales diversas.

Juntos, podemos unirnos para decir: “Hoy, esta escritura se cumple en tu iglesia”.

Mis hermanos y hermanas, que la paz de Dios los guarde y los guíe.

Que unamos nuestras manos para responder y ser una comunidad de fe inclusiva.

* Mensaje a la Iglesia Presbiteriana de los Estados Unidos en su Asamblea General 225 ( Sermon del 5 de Julio, 2022)

Las trenzas de mi abuela

La pedagogía de la memoria ancestral, fe y resistencia

Por Yenny Delgado

Desde pequeña siempre me sentí fascinada por el pelo largo de mi abuela. Su cabello no era solo una extensión de sí misma, sino la manifestación física de sus pensamientos y la fuerte conexión de cuidado y resistencia. Si alguien le preguntaba por qué tenía el cabello largo, ella siempre respondía: “las mujeres somos hermosas con nuestro cabello largo que crece cada día, debemos de cuidarlo”. Tengo recuerdos de mi abuela haciéndose trenzas temprano en la mañana y todas las noches antes de dormir. Se trenzaba el cabello mientras oraba y, también mientras cantaba. Sus largas trenzas transmitieron su femineidad a la vez que mostraban nuestras raíces ancestrales de una forma de vida tradicional de las mujeres originarias de Abya Yala.

Mi abuela Candelaria nació en Cajamarca, entre las montañas de los Andes del Perú, descendiente de la población originaria y, de generaciones de campesinas y cuidadoras de la tierra. Nació en febrero, el mes de la lluvia y la época del carnaval. Su rostro aunque cubierto de arrugas, revelaba sus agraciadas facciones, y su cabello tan largo y gris, adornado con su infaltable trenza, le daban un toque que siempre me llenaron de magia. Ella estaba orgullosa de su cabello natural y de sus canas, porque decía que “eran el resultado de la edad y la sabiduría”. Era tejedora y agricultora, por lo que sus manos eran ásperas, agrietadas y profundas. Trabajó toda su vida con las manos, que estaban conectadas a la tierra que sembraba y cultivaba con cariño.

Mi abuela enviudó un mes después del nacimiento de su séptimo hijo. Enfrentó desafíos y esfuerzos para criar a sus hijos y alimentarlos. Como parte de la población originaria, sin acceso a la educación, la iglesia fue uno de los pocos lugares donde fue acogida y animada a aprender. A la edad de 30 años, habiendo aprendido de pequeña lo básico de las letras, aprendió a leer de corrido y en voz alta con su Biblia, el libro que la acompañó hasta el final de sus días. Participar en una comunidad cristiana, le dio mucha seguridad y su apoyo la impulsó a seguir aprendiendo.

Pero, ¿quién le enseñó a mi abuela a trenzar su cabello?, ¿cuándo comenzó? Mi abuela aprendió de su madre y abuelas. Sin duda, la familia es la mejor escuela de la vida, donde de una generación a la siguiente generación traspasan sus conocimientos, costumbres y sabiduría.

Es importante recordar que no a todas las mujeres parte de la población originaria se les permitió tener el cabello largo. Durante la invasión y posterior colonización española, nuestros ancestros sufrieron genocidio, esclavitud, y todo tipo de prohibiciones como abusos físicos y emocionales. La colonización fue una ruptura entre esposos y esposas, madres e hijas, padres e hijos, abuelas y nietas. Se les cortó el cabello como señal de esclavitud y humillación. La idea fue someter y hacer que la población nativa perdiera su identidad y sea a sus ojos  “civilizada”. Estos fueron una serie de eventos trágicos, y se han necesitado de siglos para que la población originaria recuperará el derecho a la autonomía y control de sus cuerpos nuevamente. 

Por eso, en las comunidades nativas aún hoy está muy presente la tradición de que las mujeres lleven el cabello largo trenzado. A través del cabello, las mujeres nativas muestran poder en el cuidado de sí mismas y en la práctica de tradiciones ancestrales. Trenzar el cabello se ha convertido en las últimas décadas en un símbolo de resistencia contra la colonización. Trenzar es una forma de identidad, memoria ancestral, protección y resistencia. 

Entre mi abuela y yo hay más de un siglo de historia. Y aunque tenemos varias décadas de brecha decidí seguir con la práctica de trenzar mi cabello. Cada vez que trenzo mi cabello recuerdo a mi abuela con alegría, sabiendo que sigo una práctica ancestral con historia y significado profundo.   

Aunque mi abuela Candelaria partió físicamente el 2020 a sus 90 años. La recuerdo como una mujer valiente que trabajó cada día como campesina y su legado me acompaña cada día. 

*Agradecimiento a la artista Stephany Carrillo Calderón por la autorización de usar su pintura como imagen de portada de esta publicación.

My Grandmother’s Braids 

The Pedagogy of Ancestral Memory in Faith and Resistance

Growing up I was fascinated with my grandmother’s long hair. Her hair was not only an extension of herself but the physical manifestation of her thoughts and the strong connection of care and resistance. If someone asked why she has long hair, she always answered, “Women are beautiful with our long black hair; we need to take care of ourselves.” I have memories of my grandmother braiding early in the morning and every night before she went to bed. She braided her hair while she prayed and, other times, sang. Her long braids transmitted to me her womanism while at the same time showing the ancestral roots to a traditional way of living for native women in Abya Yala.

My grandmother Candelaria was born between mountains, a generation of native people in the land for millennials. She was born in February, the month of rain and the time for carnival. Her face was beautiful; wrinkled, long hair and small eyes, her face always filled me with magic. She was proud of her gray hair because she said it resulted from age and wisdom. She was a weaver and farmer, so her hands were rough, cracked, and deep. She works with her hand, which were connected to the land; our ancestral motherland took care of her.

My grandmother raised seven children; she became a widow a month after her seventh child was born. She faced challenges and efforts to raise her children and feed them. Grandma was grateful for life; although hard and painful, she knew how to survive and thrive. As part of the native population, with no access to education, the church was one of the few places she was welcomed and encouraged to learn. At the age of 30, through the church she learned how to read and read her Bible daily for everyone to hear. She sincerely believed in God, who brought her freedom and renovated her spirit. 

But who taught my grandmother how to braid her hair? When did it begin? My grandmother must have learned from her mother and grandmothers. Recognizing the story of their lives and care from one generation to the next is our great value. This is perhaps the school of life, full of memories and affection for learning from one age to the next. But seeing firsthand is one way to learn by example. For this reason, I feel very connected to my grandmother in the magical and ancestral relationship between us—a legacy of how to take care of each other.

I wanted to learn more because I remember stories from elders that mentioned that all native women and men were not allowed to have long hair. Interested in digging into this past I read more about the history of colonization and the cruel consequences to the native population.

During the invasion and subsequent colonization, oppressors cut native men and women’s hair. That tragedy, even for centuries, broke that harmonious relationship in Abya Yala. In our native land, my ancestors suffered genocide, slavery, and rape of their bodies and hair. Colonization was a rupture between mothers to daughters, fathers to sons, and entire communities were destroyed. The hair of men and women was cut as a sign of enslavement, powerlessness, and humiliation. To look more like the colonizer, look like a “human being,” something that the oppressor perceived as “civilized.” This was a tragic event for us. It took many centuries for the native population to regain the right to bodily autonomy. Resistance was a way of living.

For this reason, in native communities still present today, the tradition of women having long hair is very much present. Through hair, native women show power in self-care and practicing ancestral traditions. Tying hair into braids has become a symbol of resistance against colonization in the last centuries.

Braid is the intertwining of three strands of hair, crossing them alternately with each other and tightening them; it is linked to the life of humanity. That’s how my grandmother combed her long hair and braids. It was a form of identity, ancestral memory, protection, and resistance. This is why she braids her hair, to make them strong.

Between my grandmother and me, there is more than a century of history. How can I continue my grandmother’s ancestral memory and pedagogy?

In the last years, my hair has grown, and I comb and braid it daily. Her presence draws close to me every time I braid my hair. I remember my grandmother with joy every day. As we can read in the Bible: “Your testimonies are my heritage forever, for they are the joy of my heart. (Psalm 119:111)

The last time I talked with my grandmother was a week before she passed away at 90. When we spoke, she recited several passages from the Bible, and I sang several songs together. I listened to her happily from a distance (we were in the midst of the first wave of COVID-19); I could hear her on the phone. I learned from my grandmother about our family history, which has prepared me to understand my life, faith, and courage to speak up and write about womanism, decolonization and the importance of ancestral memory. Her story and strength are passed from generation to generation. Still, DNA carries its entire history; that main story of survival, care, and resistance we learn seeing our grandmothers practicing is a better example of faith. 

I remember my grandmother as a womanist, elder and healer. Her faith and memories accompanies in my daily walk, reflections and every night as I braid my hair grandma ancestral memory is alive.