El movimiento de las mujeres

En intersección con el surgimiento del fundamentalismo en los Estados Unidos

Durante décadas, las mujeres han abogado por la equidad de derechos. Desde la academia, la iglesia, las calles, las mujeres han buscado alcanzar las más justas condiciones de vida en la sociedad. A lo largo de la historia, la mayor parte del marco conceptual y la defensa ha estado destinado a liberarse de la opresión legal de un sistema patriarcal detenido en el tiempo.

El movimiento de las mujeres ha librado muchas batallas contra el sistema patriarcal, lo cual resultó en una mayor independencia y libertad para las mujeres entre ellas, el derecho al voto, la participación activa en la política, trabajar fuera de la casa, el derecho a un salario, la posibilidad de mantenerse soltera, la decisión en cuanto a la maternidad. Sin embargo, estos logros no siempre han sido bien recibidos por todos los miembros de la sociedad. En particular, los grupos conservadores, dirigidos principalmente por líderes de iglesias cristianas, han estado en el centro del desarrollo de ideologías fundamentalistas para combatir estos avances. Las estructuras de poder religiosas patriarcales han utilizado el fundamentalismo como sustento para condenar a las mujeres por la toma de sus decisiones, creando una teología que las pone por debajo del hombre, el cual tiene, bajo principio, control del cuerpo de las mujeres, de sus deseos, de sus derechos y de sus libertades.

Para comprender mejor el fenómeno, no solo de las luchas de las mujeres, sino también del surgimiento del fundamentalismo y cómo este se propagó en Estados Unidos, es importante hacer una revisión histórica de la organización del movimiento de las mujeres a principios de 1820, al mismo tiempo en el que lo líderes religiosos se organizaban para hacer una lectura bíblica radical. 

Los grupos conservadores religiosos deliberaban sobre decisiones acerca de cómo dar respuestas a los cambios de siglo y silenciar la emancipación de las mujeres que cuestionaban su posición en la sociedad. Todo esto en un período en que asumían un pensamiento dispensacionalista, que los llevó a rechazar los cambios de paradigma social y científicos de ese momento. 

El movimiento de las mujeres y los derechos de igualdad

La demanda por el derecho al sufragio en Estados Unidos comenzó a cobrar fuerza en la década de 1825 cuando un grupo de mujeres en Nueva York se organizó para hacer una huelga y demandar mayores salarios y mejores condiciones de trabajo, surgiendo así el movimiento más masivo por los derechos de las mujeres en el país. Las ciudades del norte iban creciendo y requiriendo mano de obra en las fábricas y proveyeron un espacio público donde las mujeres comenzaron a reunirse. Mujeres que habían estado en sus casas bajo el mandato del padre o esposo podrían ganar su propio dinero y luchar por sus derechos que, hasta ese entonces, eran limitados por leyes que las desamparaban. En este contexto las mujeres vieron la urgencia de movilizarse para lograr el voto y participar activamente en una política que visibilizara sus necesidades y le dieran mayor participación en las decisiones de una nueva sociedad.

En 1848, en Seneca Falls, Nueva York, un grupo de mujeres organizó la primera convención sobre los derechos de las mujeres, con el deseo de cambiar la Constitución para garantizar la igualdad de derechos. En esa misma convención, se aprobó luchar por el voto de la mujer. Esta decisión trajo oposición de algunas de las organizadoras, que creían que la idea era demasiado extrema. Para las mujeres, que durante décadas habían leído una constitución que hablaba de la libertad y la búsqueda de felicidad, la Declaración de Independencia, redactada en 1776, las dejaba lejos de ser partícipes del ‘nosotros’, que parecía reservado solo para los privilegiados hombres blancos. En ese tiempo, los hombres afrodescendientes no eran reconocidos como humanos completos, vivían aún en esclavitud; y las mujeres afrodescendientes igualmente esclavizadas eran propiedad de los hombres y mujeres blancas como mano de obra oprimida, de servicio y productora de riqueza para sus “dueños” esclavizadores.

En ese contexto, ¿qué posibilidad tendrían las mujeres y sobre todo la mujer nativa y afro estadounidense de ser consideradas como ciudadanas en el país de la libertad? El año 1850 llegó la primera Convención Nacional de Derechos de la Mujer que tuvo una amplio apoyo de base, la cual convocó a hombres y mujeres, abolicionistas y liberales, que se reunieron para hablar sobre igualdad de derechos, salarios, matrimonio, propiedades, entre otros temas.

Ese mismo año, el Movimiento por los Derechos de las Mujeres recuperó impulso y aprobó cambiar de nombre, y pasó a ser la Asociación Estadounidense de Igualdad de Derechos, que tomaría por bandera el sufragio femenino. La reacción no se hizo esperar. Los líderes conservadores de las iglesias se opusieron directamente a la igualdad. Curiosamente, también se opusieron los destiladores de licor, temiendo, no sin justificación, que las mujeres votantes favorecieran la prohibición de las bebidas alcohólicas.

Ante el temor al poder e influencia que podrían llegar a tener las mujeres en la sociedad, y por interés económico, en 1870 los dueños de los negocios de licor fundaron la Asociación Anti-Sufragio de la Mujer de Washington. Sorprendentemente, este movimiento recibió apoyo de mujeres que estaban en contra de toda participación política, ya sea porque obtenían beneficios personales manteniendo el patriarcado en el sistema político o porque creían que los hombres debían gobernar el país siguiendo el mandato de la dirección de Dios.

El liderazgo de las mujeres fue actuando de manera tal que abrió espacios de discusión. Susan B. Anthony, sufragista y lideresa por la igualdad de derechos, aprovechando las elecciones presidenciales de 1872, fue arrestada por votar en Nueva York. El sistema patriarcal estaba jugando todas sus cartas, gobernaba bajo las leyes que se habían creado dentro de un régimen de valor del ser humano en el que las mujeres no tenían otro rol que sujetarse. 

Las sufragistas siguieron sus campañas por décadas buscando una enmienda a la Constitución que le de derechos al voto. Al mismo tiempo, otro grupo de mujeres comenzó a cuestionar desde dentro de las iglesias y a confrontar el sistema patriarcal manifestado en la institución religiosa que tenía el poder y lo predicaba cada domingo. ¿Qué pueden hacer realmente las mujeres si dentro de sus propias iglesias sus derechos son limitados? Los líderes estaban leyendo de forma literal la base bíblica de sus propias reglas, que, creían, era la voluntad de Dios, y querían ejecutarlas al pie de la letra en un contexto en el que se hablaba de revolución social, en el que la ciencia tenía grandes avances y en el que se vivía un cambio: las mujeres miembros de las congregaciones tenían preguntas frente a estas limitaciones.  

Así que la pregunta que saltaba frente a la lectura literal de la Biblia de los hombres era: “¿y qué hay de las mujeres que leen la Biblia como mujeres?”. Esa fue la pregunta de Elizabeth Stanton que, junto con un grupo de veintiséis mujeres, publicó La Biblia de la mujer, un libro controvertido que atacó el uso de la Biblia con el fin de relegar a las mujeres a un estado inferior. Instó a las mujeres a reconocer cómo la ortodoxia religiosa y la teología masculina obstruían sus posibilidades de alcanzar la auto soberanía. Esta obra no fue ignorada por los líderes religiosos, ya que equivalía a un ataque a su base de poder, basado en la Biblia y la teología fundamentalista que iban construyendo. Es importante notar que durante el período floreciente del pensamiento liberal de la mujer en el siglo XIX se dieron cambios en la sociedad y la cultura que alarmaban y perturbaban a los líderes religiosos.

El temor se acrecentó con el cuestionamiento a la fe surgido por la teoría de la evolución de Darwin. Se estaban comenzando a romper los lazos de sujeción bíblica que habían aprovechado al mantener la esclavitud de africanos y la opresión en contra de la población nativa a la cual consideraban “paganos.” Como respuesta a estos acontecimientos, los líderes de la iglesia mostraron rápidamente preocupación por las acciones drásticas que iban tomando el movimiento de las mujeres y otros cambios sociales que iban sucediendo paralelamente.

El nacimiento del fundamentalismo en los Estados Unidos

Mientras las mujeres se estuvieron organizando durante décadas para manifestar las demandas que les permitieran gozar de plenos derechos como ciudadanas en la nueva sociedad estadounidense, un círculo de líderes religiosos y pastores conservadores comenzó a reunirse también en Nueva York. Hacían lecturas y reflexiones bíblicas, pasando de una pequeña reunión para el estudio bíblico a crear la mayor convención llamada Conferencia Bíblica de Niágara que se congregó desde 1876 hasta 1897, reuniendo a una diversidad de pensadores, pastores y líderes religiosos de Estados Unidos y Canadá. 

La fuerza impulsora detrás de la reunión fue James H. Brookes, ministro presbiteriano de St. Louis quien publicitó la reunión a través de su revista Truth y dedicó un espacio considerable a resúmenes de los discursos de la conferencia. La Conferencia del Niágara introdujo a muchos protestantes evangélicos en la enseñanza dispensacionalista y el premilenialismo que fueron defendidos y enseñados para asegurarse de que no se cuestionara la Biblia y sus principios estudiados por los líderes y pastores, se establecieron un conjunto de catorce principios doctrinales para describir lo que llamaron el “credo del Niágara”. Estos principios sentaron las bases y fortaleció el carácter distintivo del fundamentalismo. 

La conferencia del Niágara incitó a los líderes religiosos a cerrarse frente a las posturas y cuestionamientos que surgieron del movimiento de las mujeres. También, dejó en claro que la lucha de las mujeres era un tema sobre el que las iglesias no discutirían. Más bien, prefirieron enfocarse a engrandecer su discurso religioso abriendo escuelas de misiones e imprimiendo materiales de instrucción con los fundamentos de la única ‘verdad’ que les preocupaba: el control de la Biblia. Nuevamente las mujeres y sus luchas fueron invisibilizadas.

Mientras el liderazgo religioso no escuchaba los cuestionamientos de las mujeres, el fortalecimiento del activismo y la resistencia de las mujeres llegaron a buen puerto. Para las elecciones presidenciales de 1920, las mujeres blancas tenían la capacidad de votar en todo el país. Ese mismo año, las ideas del fundamentalismo, basadas en los catorce principios, comenzaron a impulsarse para atacar las ideas de igualdad de derechos. Los líderes religiosos fundamentalistas imprimieron miles de panfletos que fueron distribuidos en iglesias y seminarios para difundir sus creencias y preocupaciones frente a los movimientos sociales que estudiaban y promovían la igualdad de derechos.Pese a que en ese mismo periodo las luchas sociales del país crecían frente a la segregación racial, este tema no se hablaba ni estudiaba dentro de las iglesias segregadas históricamente. 

La interseccionalidad entre el movimiento de las mujeres y el surgimiento del fundamentalismo en Estados Unidos muestra la evolución histórica de cómo se fue desarrollando el movimiento de las mujeres, así como el fundamentalismo que bien se originó en los Estados Unidos, ahora hace secuela en todo el continente. 

Las preocupaciones iniciales que tenía el liderazgo fundamentalista con respecto a la igualdad de derechos con las mujeres mostraban la contraparte sobre el deseo de control y poder masculino blanco en la sociedad. Han pasado más de cien años desde que se logró el voto en los Estados Unidos, sin embargo, no se ha logrado tener una mujer presidenta, y en el congreso las mujeres llegan al 2022 al 20% de los asientos. Del mismo modo, dentro de las iglesias, las mujeres siguen siendo minoría en los roles de liderazgo y toma decisiones. 

La sociedad estadounidense, desde su fundación, traía consigo un dolor profundo de desigualdad, en el sistema de valoración hacia la mujer y, sobre todo, el pensamiento de superioridad masculina ha generado una profunda marca de injusticia en el país. De igual forma, el fundamentalismo con su reflexión dentro de la iglesia ha generado una tremenda desventaja para las mujeres a lo largo de su historia.

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Yenny Delgado

Psychologist and Theologian. Director of PUBLICA and convener of Women Doing Theology in Abya Yala. Ruling elder in the PCUSA. She writes about the intersections between ancestral memory, decolonization, womanism, and public faith. Currently, she is a doctoral candidate in Psychology of Religion at the University of Lausanne. Twitter @Publicayenny