Por Sharo Rosales
“La peor droga es la que narcotiza el corazón y la conciencia. El peor tráfico es el tráfico con la fe y con la Palabra de Dios. Hay también ‘narcotraficantes religiosos’ que tendrán que dar respuesta al Dios de la justicia y de la vida” . Con estas palabras lapidarias, el teólogo Juan Stam cerraba sus reflexiones sobre la manipulación de la fe para conseguir fines egoístas alejados de la Escritura.
Y es que, por larga data, hemos sido testigos de otro tipo de manipulaciones de la fe a favor del dios dinero. ¿Quién no recuerda aquel corillo entre personas cristianas en muchas iglesias evangélicas en Costa Rica, a mediados de los ochenta, que rezaba a modo de saludo o de respuesta a un “¿cómo está?”: “¡Prosperado, bendecido y en victoria!”? La frase reflejaba el estado ideal de una buena persona cristiana, pero, además, se esperaba que fuera una confesión de fe, aunque el sujeto en cuestión anduviera con un ánimo de arrastre y las finanzas en números rojos.
Sin embargo, esa no era la peor parte. La peor parte era que si la persona “andaba arrancada”, “hecha leña” o deprimida y con la billetera más que vacía, posiblemente, aquello significaba que estaba en pecado o, por lo menos, le faltaba fe.
Pues bien, esto se trata solo de una sombra de lo que hoy en día se da en llamar teología de la prosperidad. La teología de la prosperidad es una enseñanza religiosa basada en un supuesto pacto con Dios, donde las personas deben darse de manera económica y tener una fe ciega en sus líderes religiosos que les han prometido que Dios les prosperará materialmente por haberse dado.
Incluso, ya el teólogo Arturo Piedra, en sus cavilaciones para la revista Espiga, no deja de referirse a la teología de la prosperidad definiéndola de dos maneras: “(…) una corriente religiosa neoprotestante que establece que una buena relación con Dios conduce a una condición de prosperidad material (…) (y) una interpretación de la fe cristiana que percibe las situaciones humanas de enfermedad y pobreza material como resultado de una relación deficiente con Dios” .
Lo cierto es que este paradigma teológico es asumido por cada vez más pastores neopentecostales. Osías Segura hace un recuento histórico y dice: “El pentecostalismo se debe distinguir en tres olas o movimientos históricos. Primero, el pentecostalismo clásico llega a nuestra región desde inicios a mediados del siglo XX. La segunda ola, durante los años 70, nos trae el movimiento carismático. Este movimiento afectó a toda denominación protestante, y hasta la iglesia Católico Romana. Finalmente, el último movimiento es el neopentecostal, o de la tercera ola, que se desarrolló a inicios de los años 90, y hoy se encuentra en su plenitud como parte de los nuevos movimientos religiosos latinoamericanos. Una aclaración es válida: no toda iglesia evangélica o pentecostal debe ser confundida con estos grupos neopentecostales (…). Los líderes neopentecostales, una vez fueron parte de los movimientos pentecostales, pero se separaron de sus denominaciones para ‘ser fieles al mover del Espíritu Santo’”.
No en vano y muy a propósito, Martin Hoffman explicaba, en un foro de la Universidad Bíblica Latinoamericana (UBL) que “la teología de la prosperidad es la versión actual de la teología de la gloria a la que se opusieron los reformadores protestantes. La teología de la gloria construye una imagen de Dios según las ideas humanas de la sabiduría, del poder y de la justicia. Resulta que Dios es el ser más sabio, más poderoso y más justo. Y él actúa igual que la lógica humana: mediante castigo y premio. La prosperidad se considera, entonces, como el premio por la fe y la obediencia”.
Esto no deja de hacernos reflexionar en cómo, en alguna época, se exaltaba la pobreza como fin o propósito divino. De ahí, se pasó a una teología de la liberación que daba cabida y dignificaba a los más desposeídos. Y, ahora, en ciertos círculos, a una teología de la prosperidad donde se hacen promesas mágicas de abundancia económica en nombre de Dios al servicio de unos pocos que están en el poder.
Hay dos clases sociales en la iglesia: los de arriba y el resto de los y las mortales:
¿Quiénes son los de arriba? Quienes idean y gozan de los poderíos económicos eclesiales, incluyendo sus cercanos y parientes. ¿Quiénes son los de abajo? Las personas que se someten a ellas engañadas con promesas de fe.
En otras palabras, la teología de la prosperidad no es más que una forma de violencia psicológica, de abuso económico y patrimonial. El deseo egoísta y avaricia de algunos líderes discurren y mueven crecientes negocios dentro de la iglesia en nombre de la voluntad de Dios en detrimento de la sana doctrina y del bienestar de las personas.
Es importante añadir que mucho de esta creencia de los de arriba y los de abajo tiene algo que ver con el ego inflado de muchos que dicen seguir las enseñanzas de Jesús, el hijo de un carpintero, pero que, en el fondo, prefieren ser hijos de un Rey pudiente.
Sharo Rosales
Gestora en desarrollo organizacional y Consultora de Género. Comunicadora de formación, con estudios en Defensa internacional de Derechos Humanos y en Derechos Humanos de las Mujeres. Desde 1992 participa en organizaciones basadas en la fe y en diversas iglesias del continente.Es activista por los Derechos Humanos de las Mujeres. Presidenta de la ASBL, Universidad Bíblica Latino Americana. Miembro del Observatorio centroamericano de medios de comunicación y género, GEMA.
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