Por Rosaly Guzmán
Desde los albores de la creación hasta la plenitud de los tiempos, la figura femenina ha ocupado un lugar clave en la historia de la salvación. En este ensayo reflexionaremos sobre dos mujeres fundamentales: Eva, símbolo de la fragilidad humana y del inicio del drama del pecado; y María, la madre de Jesús, cuyo “sí” a Dios se convierte en el punto de inflexión redentora para toda la humanidad. A través de un análisis teológico y tipológico, examinaremos cómo estas dos figuras no son meramente contrastes, sino profundamente complementarias. Eva y María representan la tensión entre caída y redención, desobediencia y obediencia, oscuridad y luz. Ambas reflejan aspectos de la experiencia humana en su dimensión femenina, y nos invitan a contemplar el papel vital que la mujer desempeña en el plan divino. Este ensayo busca no solo profundizar en estas figuras bíblicas, sino también provocar una reflexión más amplia sobre la dignidad, vocación y misión de la mujer en la Iglesia y en el mundo.
La narrativa bíblica no es neutral en cuanto a género: está tejida con voces masculinas y femeninas que juntas revelan el corazón de Dios. En este contexto, Eva y María destacan como figuras clave dentro de una visión teológica de la humanidad. Aunque separadas por siglos de historia, estas dos mujeres representan polos teológicos entre los cuales se mueve el drama de la redención. La caída del ser humano, en la que Eva juega un papel activo, no es el final. En María, la nueva Eva, la historia encuentra su reverso redentor. Este ensayo propone una lectura tipológica y teológica de ambas figuras, no para confrontarlas como culpable y salvadora, sino para descubrir en ellas una pedagogía divina que exalta lo femenino como lugar de encuentro entre Dios y la humanidad.
Eva: La humanidad en caída
La primera mujer, Eva, aparece en el relato de Génesis como compañera del hombre y coimagen de Dios:“Y creó Dios al hombre a su imagen… varón y hembra los creó” (Génesis 1:27).
Eva, cuyo nombre significa “madre de todos los vivientes” (Génesis 3:20), se convierte en símbolo de la humanidad que busca el conocimiento fuera de la obediencia. Su acto de comer del fruto prohibido no debe interpretarse simplemente como un error individual, sino como la representación arquetípica del deseo humano de autonomía absoluta, sin Dios.
San Ireneo de Lyon, en su obra Contra las herejías, observa que Eva desata el nudo de la desobediencia que será anudado nuevamente por la obediencia de María. Él escribe:“Así como por la desobediencia de una mujer el hombre fue condenado, así también por la obediencia de una mujer el hombre fue salvado” (Ireneo, Adversus Haereses 3.22.4).
Eva no es condenada a ser una figura eternamente culpable, sino que representa a la humanidad en su búsqueda, caída y necesidad de redención. Su historia es la nuestra: una historia de fragilidad, deseo, error y, sin embargo, nunca fuera del alcance de la gracia divina.
María: La nueva Eva y el amanecer de la redención
En la plenitud de los tiempos, María aparece como la mujer por medio de la cual entra al mundo el Salvador. Su respuesta al anuncio del ángel Gabriel es un acto de fe radical:“He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra” (Lucas 1:38, RVR1960).
En este momento, María se convierte en el reverso redentor de Eva. Donde Eva escuchó a la serpiente, María escucha al mensajero de Dios. Donde Eva dudó del mandato divino, María confía plenamente. La tradición patrística vio en esta oposición una clave teológica para entender la redención.
Hans Urs von Balthasar expresa este paralelismo con claridad: “Eva se afirma en su voluntad sobre la de Dios, María se entrega. Donde Eva dijo ‘no’, María dice ‘sí’. Y ese sí es el canal por donde entra la gracia al mundo” (von Balthasar, María, Primera Iglesia, 1980).
La obediencia de María no es pasividad, sino un acto de libertad iluminada por la fe. Su maternidad es física, pero también espiritual: ella es madre de Jesús y, por extensión, madre de todos los redimidos (Juan 19:26–27).
Tipología: De la desobediencia al fiat
La lectura tipológica permite ver en Eva y María dos mujeres entrelazadas en la historia sagrada, no como rivales, sino como imágenes opuestas de la misma humanidad. Según San Justino Mártir:
“Cristo fue hecho hombre por medio de la Virgen para que la desobediencia provocada por la serpiente comenzara por medio de Eva y terminara por medio de María” (Diálogo con Trifón, 100).
En este sentido, María no borra a Eva, sino que la redime desde dentro. La tipología no anula el pasado, sino que lo resignifica. La historia de la salvación no avanza destruyendo lo antiguo, sino cumpliéndolo.
Ambas mujeres tienen una relación directa con el Árbol: Eva con el árbol del conocimiento, María con el madero de la cruz. Al pie de ese nuevo árbol, María se mantiene firme, convirtiéndose en testigo del nuevo pacto:“Mujer, he ahí tu hijo… He ahí tu madre” (Juan 19:26–27).
Implicaciones actuales: La mujer en la historia sagrada y en la Iglesia
La visión teológica de Eva y María tiene profundas implicaciones pastorales y eclesiales. Si la historia de la redención comienza con una mujer y culmina con otra, entonces la mujer ocupa un lugar indispensable en la economía de la salvación. Lejos de ser secundaria, la figura femenina es mediadora, portadora de vida y de fe.
El Papa Juan Pablo II, en su carta apostólica Mulieris Dignitatem (1988), escribió: “La mujer es introducida en la historia de la salvación de un modo insustituible: es la primera en recibir al Redentor y en cooperar con Él en el misterio de la redención.”
En una época en que la dignidad femenina sigue siendo amenazada por estructuras patriarcales, estereotipos culturales o incluso por silencios eclesiales, estas figuras bíblicas invitan a una recuperación profunda del valor de la mujer. La Iglesia necesita redescubrir la voz profética de María y aprender a mirar con nuevos ojos a Eva, no como culpable eterna, sino como parte de una humanidad redimida.
Conclusión
Eva y María, más que símbolos opuestos, representan las posibilidades y tensiones del corazón humano. Eva nos recuerda nuestra fragilidad, pero también nuestro anhelo de plenitud. María nos muestra que la redención no es una idea abstracta, sino una realidad encarnada en la fe y obediencia de una mujer común. En ambas, la historia sagrada nos invita a mirar la vida con esperanza: la caída no tiene la última palabra, la gracia sí. Y es en lo femenino donde esta gracia encuentra tierra fértil para dar fruto eterno.
Preguntas para la reflexión y aplicación pastoral:
- ¿Cómo podemos redescubrir a Eva como símbolo de la humanidad en búsqueda y no solo como figura de culpa?
- ¿Qué significa para ti que María haya dicho “sí” a Dios desde su condición de mujer joven, humilde y anónima?
- ¿De qué manera el ejemplo de María puede inspirar a las mujeres de hoy en su vida de fe, liderazgo y servicio?
- ¿Cómo puede la Iglesia valorar mejor la dimensión femenina en su misión pastoral y teológica?
- ¿Qué aspectos de tu vida personal podrían transformarse si pasas de un “no” temeroso a un “sí” confiado como el de María?
Sobre la autora:
Rosaly Guzmán Torres es puertorriqueña con una maestría en Divinidad y estudios doctorales en Consejería. Rosaly es profesora universitaria, maestra bíblica y líder activa en la iglesia Bautista del Sur. Además de sus múltiples roles profesionales, es madre y mentora, con un compromiso firme de guiar a otras mujeres hacia el crecimiento espiritual, emocional y personal.
















