La teología pública, aunque definida formalmente en el siglo XX, se ha desarrollado históricamente a través de la interacción entre comunidades de fe y vida social. No obstante, la forma dominante en que se ha narrado su historia ha privilegiado voces masculinas, blancas y euroamericanas. En contraste, las mujeres de Abya Yala, en particular las mujeres afrodescendientes y Nativas han producido pensamiento teológico público mucho antes de que dicho campo fuera nombrado como tal. Desde una perspectiva womanist/mujerista podemos visibilizar estas contribuciones, reinterpretar las dinámicas de poder que atraviesan la religión y la esfera pública, y situar en el centro experiencias históricamente excluidas.
La perspectiva womanist/mujerista fundamentos y aportes
El pensamiento womanist/ mujerista surge en el seno de la lucha de las mujeres afrodescendientes en los Estados Unidos por articular una visión teológica que contemple simultáneamente su identidad como mujeres con ancestralidad para de la diáspora africana, que fueron esclavizadas por 400 años y sujetas a una economía de clase y control de las practicas espirituales ancestrales. Autoras claves como Alice Walker, Katie Cannon, Delores Williams y Emilie Townes han desarrollado un marco analítico que denuncia las opresiones interseccionales y reconoce la agencia espiritual y política de las mujeres como sujetos históricos.
La teología womanist/mujerista parte de tres convicciones fundamentales: La experiencia encarnada de las mujeres es fuente legítima de conocimiento teológico. La lucha por la supervivencia, la justicia y la integridad corporal constituye un acto espiritual y político.
Estas convicciones moldean una manera distinta de comprender la teología pública: no como discurso desde la abstracción, sino como reflexión situada y enraizada en prácticas cotidianas de resistencia. Mostrando que expresiones de cuidado y resistencia son posibles en un espacio teológico.
Mientras la teología pública clásica identifica como públicos principales a la sociedad, la academia y la Iglesia, el enfoque womanist/mujerista amplía esta comprensión al destacar contextos que han sido ignorados por la teoría dominante. Desafía la narrativa dominante del “bien común” que a menudo excluye a comunidades afrodescendiente y Nativas; reinterpreta los símbolos públicos desde la memoria de la esclavitud, el colonialismo y denuncia las estructuras de violencia sistémica contra las mujeres como asuntos profundamente teológicos.
De esta manera, las mujeres no solo participan de la teología pública: Ampliando sus límites, su gramática y su propósito ético.
Pensamiento critico, memorias ancestrales y cuidado comunitario
El pensamiento womanist/mujerista reconoce la importancia del pensamiento crítico, y busca incluir los saberes corazonados y encarnados. Para las mujeres el razonamiento público no es solo argumentación intelectual, sino experiencia vivida que interpela estructuras sociales.
Desconfía de los “clásicos” cuando estos excluyen a las voces de las mujeres. En su lugar, amplía el canon para incluir cantos, tradiciones orales, memorias ancestrales, narraciones de resistencia que son trasmitidos entre abuelas a madres a nietas e hijas.
El acto profético, desde el womanist/mujerista, es inseparable del cuidado comunitario y de la lucha contra la violencia interseccional. La protesta, la sanación y la celebración son prácticas proféticas que modelan el bien común.
Aunque no siempre nombradas dentro de la teología pública en Abya Yala , mujeres como Sojourner Truth, Ida B. Wells, Fannie Lou Hamer, Coretta Scott King, Ella Baker y muchas líderes de iglesias han realizado teología pública a través de su activismo, su predicación y su testimonio moral. Estas mujeres encarnan una teología pública en acción: articulan fe y política en defensa de la vida.
En el ámbito académico, figuras como Cannon, Williams, Townes, Isasi-Diaz, Chipana, Tamez and Gebara critican al racismo, al patriarcado y a la colonialidad.
La teología pública womanist/mujerista no se limita a añadir una voz más, sino a transformar la comprensión misma de lo público, de lo teológico y de lo político. Esta perspectiva invita a repensar el testimonio de la Iglesia en y para el mundo desde un compromiso radical con la justicia, la vida y la dignidad de quienes históricamente han sido marginadas.
Abya Yala, el nombre proviene de la lengua Guna, pueblo originario que habita entre Panamá y Colombia. Abya Yala significa “tierra en plena madurez y tierra de sangre vital”. En la década de 1970, activistas, historiadores, políticos, sociólogos,teólogas con un fuerte sentido de identidad y trabajo decolonial adoptaron el término Abya Yala como un nombre unificado para el continente, en lugar de referirse como América Latina, Latinoamérica entre otros nombres que perpetúan las divisiones coloniales (Delgado & Ramírez, 2022).
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