A medida que nos adentramos en el mes donde se recuerda la herencia Hispana en los Estados Unidos (15 de septiembre a 15 de octubre), podemos ver cómo diversas celebraciones empiezan a tomar forma mediante expresiones que han suscitado en los últimos años preocupación y un profundo sentido de reflexión no sólo en relación con el nombre sino también en torno a la esencia misma de la festividad.
Lo que identificamos como “hispano” lleva consigo la connotación de descendencia española. Sin embargo, en un fascinante contraste, muchos de los símbolos y elementos asociados con la celebración de ” herencia hispana” tiene profundas raíces en los pueblos originarios de Abya Yala. Hacer una reflexión histórica decolonial parece ser de urgencia. Podremos seguir honrando a los colonizadores españoles sin criticar la colonización y sus atrocidades? Esta amalgama de asimilación, opresión y resistencia se pone de relieve en las diversas festividades que cobran vida en el país.
Si bien es visto como logro significativo que la comunidad que habla español en los Estados Unidos tenga un mes dedicado a la celebración, existen sentimientos encontrados de lo qué es y no es hispano. Ya que el énfasis está en la herencia que recibieron los pueblos originarios de allí la importancia de hacer una reflexión. Esta celebración plantea una paradoja derivada del colonialismo persistente con la imposición de nombrar y calificar en parámetros coloniales, a la población nativa presentes en el territorio. Esta imposición tiende a oscurecer las expresiones más arraigadas y ancestrales propias de los pueblos originarios, no por simple ingenuidad sino por razones de conveniencia.
¿Son las fiestas tradicionales, fiestas hispanas? O son fiestas de los pueblos originarios asimilados y camuflados, sin que nadie lo diga, ¿pero muchos reconocen que son fiestas originarias de los pueblos de Abya Yala? ¿Los bailes, la música, la comida, las y prácticas religiosas son herencia hispana o son herencia de las culturas originarias que han sabido resistir a pura fuerza su memorable aporte a nuestra comunidad? ¿Cómo entender el proceso de colonización y el sufrimiento que ahora se enmarca en una celebración?
Como resultado de la llegada de los europeos a Abya Yala* y de un largo proceso de colonización, los pueblos originarios se han visto obligados a ocultar su identidad, idiomas y culturas. Esta lucha por mantener la historia ancestral viva, vivir con identidad y reconocimiento como pueblos originarios se muestra cada año en la celebración que llamamos Hispana y sigue resonando en las nuevas generaciones como símbolo de orgullo. ¿Pero qué podemos decir si se reflexiona la historia desde el entendimiento de quiénes son los hispanos y por qué se extendió ese término a todo lo referente a lo español?
El hispano es el hijo o hija de español, nacido en Hispania / España o nacido en América. Por más de cinco siglos ha habido un proceso de “latinizar” o “hispanizar” Abya Yala a través del idioma, de prácticas religiosas y de prácticas culturales traídas de Europa. Ya sea desde el lado de Latino América o de anglo América ambos han usado la opresión hacia los pueblos originarios y se les ha negado la autoidentificación y la autodeterminación con el fin de borrar toda existencia de los pueblos originarios y su descendencia en el territorio.
Este borrado de identidad se ha exacerbado aún más a medida que millones de poblaciones nativas, personas de color con apellidos españoles, se han visto obligadas a adaptarse a etiquetas como “hispanos” o “latinos” en los censos, en los registros de identidad, en las partidas de nacimiento y hasta en las encuestas que se dan en el país para abrir paso a las estadísticas de quiénes y cuántas son las personas que hablan español en el país.
¿Es posible que aún con todo el dolor de la colonización española, hayamos aceptado como identidad y asimilado para hacerla nuestra el ser hispanos? Cabe resaltar que en España, el 12 de octubre se celebra el día de la hispanidad, ¿coincidencia?
Seguimos guardando la marca colonial en nuestra identidad y queramos o no, esta celebración es un recordatorio de lo que muchos quisieran olvidar. La colonización española condujo a la pérdida y destrucción de grandes construcciones arquitectónicas, expropiación de tierras, olvido de prácticas ancestrales y causante de empobrecimiento a la población originaria y su descendencia.
El continente estaba habitado por más de 100 millones de personas que vivían en diferentes comunidades, las cuales fueron en su mayoría exterminadas. Y, a los sobrevivientes de estas poblaciones se les impidió el hablar su idioma ancestral, se les cortó el pelo, se les cambio la ropa, se les impuso a tener practicas religiosas “europeo cristianas” que les daban nuevas existencias para ser así aceptados como “civilizados”. Esta opresión ha sido asimilada en las siguientes generaciones como marcas de trauma y dolor en la cuales, parecerse a su opresor no es ya una obligación, sino una forma de sobrevivencia.
En una historia similar al realismo mágico, toda una población de descendientes de mujeres, hombres, niños y niñas, se ha transformado en las últimas décadas para identificarse como hispanos o latinoamericanos, en lugar de nativos americanos. Debido a que los invasores españoles impulsaron una colonización de poder y de saber, trasformando las autoperfecciones e imponiendo etiquetas nuevas de ser, se crea una nueva narrativa fundacional.
Ahora bien, dentro de los Estados Unidos bajo control de los ingleses, caemos en la cuenta que la colonización es vista desde otras formas, hablar español significa ser migrante y se da otra ronda de colonización. El expansionismo que hizo Estados Unidos hacia el oeste se produjo después de la guerra entre México (representando a lo español) y los Estados Unidos (representando a lo anglo), llevando a la creación del Tratado de Guadalupe Hidalgo, el cual incorporó las áreas actuales que representan Arizona, California, Oklahoma, Nuevo México, Utah y Texas. Sin embargo, estas tierras adquiridas no estaban vacías, sino que pueblos nativos que vivieron bajo el dominio español durante más de 300 años, pasaron a estar bajo el mando inglés.
Comprender este proceso en el contexto estadounidense es ciertamente un desafío. La diversidad de ancestralidades se presenta entonces como parte de la historia de colonización que pocos hablan en este momento.
Dentro de la comunidad hispano hablante, existe una población cuyas raíces están entrelazadas con herencias nativas ancestrales. Estos lazos profundos añaden capas significativas a sus identidades, enriqueciendo sus culturas y perpetuando tradiciones que han resistido a la prueba del tiempo. Comprender estas conexiones nos invita a reconocer la riqueza que fluye de esta diversidad, enriqueciendo las expresiones que conforman la identidad colectiva.
Al observar este mes de celebraciones, no podemos ignorar la resiliencia intrínseca que define a las culturas de los pueblos originarios del Abya Yala. A lo largo de la historia, estas comunidades han enfrentado desafíos con valentía y han mantenido viva su memoria ancestral a pesar de la adversidad. En esta lucha por sobrevivir y prosperar, han demostrado una fortaleza inquebrantable digna de admiración. Al reconocer y honrar esta tenacidad, demostramos un respeto genuino por la esencia misma de su existencia y su lucha por la supervivencia ya sea que lo hagan en inglés o en español la población originaria sigue presente.
*Abya Yala proviene de la lengua Guna (pueblos originarios habitados entre los actuales Panamá y Colombia) y significa “tierra en plena madurez y tierra de sangre vital”. En la década de 1970, activistas, historiadores, políticos y teólogas nativos adoptaron Abya Yala como el nombre unificado en lugar de América del Norte (hablantes de inglés) y América Latina (hablantes de español y portugués) nombres que perpetúan la mirada eurocéntrica y colonial del continente.
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