Prevenir y atender la violencia contra las mujeres desde la iglesia

Por Luzmila Quezada Barreto 

El informe del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables en el Perú registra que en el 2021 se han cometido 6,311 violencias contra las mujeres y 70 feminicidios. Entre las principales causas que quienes cometen la violencia son los varones cuya intención es tener autoridad, dominar, ejercer control y negar la autoafirmación de las mujeres como sujetos de derechos.

La mayoría de los hombres que abusan de las mujeres llegan a convencerse de que tienen el derecho “autoridad” divina para hacerlo. A esto es lo que llamamos violencia simbólica en donde se asienta el patriarcado y quienes trasmiten estas ideas y creencias son las instituciones como estructura material. 

Por tanto, si queremos enfrentar la violencia se tiene que deconstruir los discursos y narrativas de la violencia simbólica que avala la subordinación y sumisión de la mujer. Sabemos que para que se difunda y tenga fluidez los discursos, se sirve de los espacios que socializan los valores, normas, roles, estereotipos naturalizados y sacralizados en todos los ámbitos de la sociedad, como la familia, las escuelas, universidades, los medios de comunicación y las iglesias.

En la cultura y las religiones se construye las relaciones de poder, la estructura piramidal de las jerarquías y el kiriarcado que permite y tolera la violencia y discriminación de género en las interrelaciones humanas en la familia, la comunidad y el Estado al no dar seguimiento a las políticas para erradicar la violencia.

Cuando se habla de la composición social de las iglesias, se ha dicho con optimismo -sin importar el estrato social- que más del 70 % de la feligresía son mujeres porque son más sensibles y religiosas, más en ningún momento critican la estructura piramidal, la dominación y sumisión de parte de las mujeres. Todo el trabajo que realizan las mujeres en las iglesias es una extensión de las tareas domésticas y reproductivas, de servicio al otro, autoexcluyéndose a sí mismas debido al discurso religioso de la superioridad masculina, por ser la cabeza, discurso basado en los relatos bíblicos de la creación y otros.

Entre los criterios que tenemos que trabajar para deconstruir la violencia simbólica y promover relaciones saludables de convivencia son:

El enfoque de género es un instrumental teórico – metodológico que nos ayuda a analizar, que sobre las diferencias biológicas entre hombres y mujeres se construyó las relaciones de poder, las relaciones sociales y culturales que las identidades conforme a su clase, etnia, generación, y edad, desarrollan y organizan la sociedad de manera simbólica, subjetiva e institucional. Pero que muchas veces al afirmar la diferencia la sociedad patriarcal y androcéntrica acabo creando la desigualdad. 

Nuevos símbolos e imágenes de lo trascendente Dios.- Las imágenes de Dios que se socializa en los espacios eclesiales son masculinos, como Dios padre, Señor, soberano y rey, desmarcando otras imágenes del misterio de Dios cuya identificación va más allá de las dimensiones antropológicas masculinas, tales como como vida plena, amor, gracia, fuerza y paz. La importancia de analizar los símbolos que utiliza el cristianismo radica en que son armas ideológicas poderosas para fijar en el inconsciente colectivo actitudes y comportamientos en las relaciones humanas. Esto reta al cristianismo reinterpretar la teoría de la expiación -la idea que Dios dio a su único hijo (masculino) para salvar el mundo. Esta imagen simbólicamente es violenta porque se pide sacrificios humanos para la salvación, así se ha visto a través de la historia.

Practicar un enfoque de la ética del cuidado.- Las iglesias como comunidad terapéutica de iguales han de ser espacios de sentido y dignidad para sus vidas, que enfrentan todo tipo de marginación por su condición de pobreza y baja autoestima. Para ello se tiene que hacer una revisión de los dogmas, fundamentos religiosos y creencias en Dios porque antes de dejar la relación abusiva, lo que hace la diferencia luego de la separación es la forma como se experimenta a Dios. Las malas interpretaciones de fundamentos religiosos y la falta de información influencian las alternativas de las mujeres maltratadas al seleccionar ayuda e ideas acerca de Dios.

Practicar el enfoque de la espiritualidad.- Crear espacios de espiritualidad, cuestionando aquellas prácticas que las mantiene postergadas para restaurarlas y dar fortaleza para que dejen la relación violenta y empezar con el trabajo de sanación  y recuperar la imagen de Dios que habita en las mujeres

Salir del circulo vicioso de la violencia es uno de los eventos más difíciles de manejar para la mujer que lo vive y quiere salir de esa situación. Una comunidad que acompañe el proceso y recuperación implica que las mujeres reconstruyan una fe saludable, confronten a la iglesia por el rol permisivo y pasivo de sus experiencias abusivas y lleven a cabo un proceso para redefinir su lugar y su relación con la iglesia. Es ahí donde podemos tener cuidado, apoyo, consuelo, para crear espacios de seguridad que nos permitan tener vida plena y libre de violencia.

Luzmila Quezada Barreto 

Doctora en Historia y Teología por la Escola Superior de Teología. Maestría en Ciencias de la Religión en la Universidad Metodista de Sao Paulo. Licenciatura en Teología en la Universidad Bíblica Latinoamericana.Pastora Ordenada de la Iglesia Wesleyana de Perú.

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