COVID-19 visibiliza la desigualdad en Estados Unidos


Por Yenny Delgado

Para enfrentar COVID-19, los gobiernos de todo el mundo comenzaron a cerrar fronteras, detener vuelos y colocar a los militares en la calle para obligar a las personas a guardar cuarentena. Estos esfuerzos no fueron suficientes en Estados Unidos porque el virus ya había llegado; ninguna cantidad de fuerza militar detendría su propagación. El coronavirus ya había llegado al continente, cruzado los vastos océanos, y no provenía de inmigrantes o refugiados empobrecidos, sino de individuos que habían viajado a Europa y Asia de vacaciones o por negocios en aviones y cruceros.

Actualmente, en los Estados Unidos, más personas han muerto a causa de la pandemia que en las guerras de los últimos 50 años. Hasta el martes 9 de Junio, se registra  que el virus ha cobrado la vida de más de 111,620 personas y 1 millón 971, 302  personas han sido infectadas de COVID- 19 según el Centro de Recursos de Coronavirus de la Universidad Johns Hopkins.

COVID-19 expone la desigualdad en el país

Al inicio, hace sólo seis meses, la narrativa en los medios era nos enfrentábamos a un virus que no discrimina. Toda la humanidad era susceptible a la infección, independientemente de su género o etnia. Un sentimiento de que estábamos todos por primera vez frente a un “gran equalizador”. Sin embargo, las personas en pobreza, con enfermedades respiratorias, ancianos comenzaron a notar que no todo era igual. Aunque todos estábamos en el mismo barco, no todos estaban en el mismo nivel. Las comunidades empobrecidas, así como las afroamericanas, nativas americanas y migrantes, estaban comenzando a ver los impactos de la muerte cara a cara.

Los reportes de las muertes comenzaron a mostrar la disparidad, los primeros datos que surgieron del epicentro del virus en la ciudad de Nueva York, expusieron que los internamientos y necesidad de ventiladores eran mayoritariamente para afro-americanos, según lo informado por el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades. COVID-19 exacerbó las situaciones críticas en las poblaciones minoritarias y las comunidades que aún sufren los impactos de la política discriminatoria  del gobierno de Estados Unidos.

COVID-19 mostró su rostro de muerte, enfocándose principalmente en los ancianos y en las comunidades que se consideraban “trabajadores esenciales”. Al instante, los médicos y enfermeras que trataron a los pacientes fueron aclamados como héroes, mientras que, lentamente, el país comenzó a ver que todas las personas obligadas a trabajar no eran necesariamente héroes, sino que se sacrificaban para que el país pudiera continuar “abierto”. Los conductores de autobuses, los trabajadores de las tiendas de comestibles, los empleados de gas, los trabajadores agrícolas, los procesadores de carne, los trabajadores de fábricas y los empleados de comidas rápidas conforman algunas de las personas menos remuneradas en la economía del país. Sin embargo, los individuos en estas profesiones estaban en primera línea en términos de exposición al virus y riesgo. En una sociedad capitalista como es Estados Unidos, las mismas personas que trabajaron de 12 a 14 horas son las mismas que viven cheque por cheque; ganan menos de lo que necesitan para pagar el alquiler, la comida, los suministros, etc.

Priorizar la riqueza sobre la salud

Con el número de personas infectadas creciendo diariamente en el país, la tensión en la infraestructura y personal médico es realmente escasa. La falta de equipos de protección personal, ventiladores y materiales necesarios ha puesto de relieve directamente la grave falta de fondos y la naturaleza privada de la cobertura de salud en el país. Sin embargo, lo que no está claro es si las personas entienden que no hay un sistema público de salud en Estados Unidos. A diferencia de los países más pobres del mundo que tienen cobertura básica de salud pública, la mayoría de las personas en los Estados Unidos tienen planes privados.

Los y las ciudadanas de este país pagan primas mensuales a empresas privadas y organizaciones de gestión de la salud para proporcionar su cobertura. La incapacidad de proporcionar cobertura básica pública tiene una larga historia de discusiones entre apoyo y rechazo. Entre tanto el libre mercado se benefició de los temores al socialismo, populismo y otros programas que claramente mostraban sus bases racista de dar asistencia a una población históricamente discriminada en el país que es a la vez la más empobrecida y la que no puede acceder al seguro privado.

A medida que la pandemia crece en su número de infectados, los informes del gobierno mostraron una falta de preparación para la crisis que se avecina, la desesperación por la pérdida de vidas quedo a segundo plano, para mostrar realmente preocupación por las caída de la economía que significaba el alza en desempleo, desde principios de marzo se pasó del 5% de desempleo al 20%. Las pérdidas económicas de un país que produce servicios quedo paralizada con una cuarentena que poco a poca va perdiendo razón dentro del corazón de un país capitalista.

La respuesta de lo gobernadores de Estados no se hizo esperar, un claro ejemplo ha sido el teniente gobernador de Texas a declarar: “Aquellos de nosotros que tenemos más de 70 años, nos ocuparemos de nosotros mismos. Pero no sacrifiquemos el país “.La súplica apasionada de reiniciar la economía, a riesgo de aquellos que son mayores o médicamente vulnerables, muestra de primera mano cómo la clase gobernante del país ve a los gobernados, objetos que se utilizarán para el crecimiento y el beneficio de la economía.

Entonces, en forma de salvar la economía, se comenzaron a firmar el más grande ¨Bill¨ que seria la vacuna rápida que necesita la economía para salvarse, la inyección de dinero a grandes empresas, negocios y universidades ha recibido nuevamente con aplausos. Mientras tanto, cada 12 minutos en la ciudad de Nueva York, muere una persona de COVID-19.

El racismo emerge una vez más

Si bien la mayoría de los países del mundo tiene órdenes de refugiarse cuarentenas obligatorias para controlar el virus, pequeños segmentos en Estados mayoritariamente blancos creían que las medidas afectaban sus libertades y derechos. Alentados por los discursos de Trump de abrir la economía, o que COVID – 19 realmente no era tan grave, los manifestantes principalmente blancos, adornados con la parafernalia ¨Make America Great Again¨ (un sello distintivo de la Campaña Presidencial 2016 de Donald Trump) protestaron contra las órdenes que fueron diseñadas principalmente para garantizar su seguridad y la de los demás. Las protestas fueron una mezcla de simpatizantes del presidente, entusiastas de los derechos de armas y activista del Tea Party. En Michigan, los manifestantes armados violaron las normas de distanciamiento social para protestar en una clara yuxtaposición de cómo los hombres blancos pueden portar armas en contradicción con lo que sucede en el país en otras protestas, donde los agentes de policía arrestan a personas negras por protestar pacíficamente.

Para retratar el control y la autoridad, el presidente Trump comenzó a tener sesiones informativas diarias de prensa COVID-19 pero a menudo se convirtieron en discursos racistas y ofensivos contra china, con una notable falta de comprensión de la pandemia y del virus, a un insensible desprecio por la vida:

-“No podemos permitir que la cura sea peor que el problema mismo”

-“La inyección de Clorox es posible para ayudar a combatir el virus”

-“Hicimos lo correcto. Todo lo que hicimos estuvo bien”

La realidad es que millones de hogares no pueden teletrabajar, y no trabajar es equivalente al hambre debido a la imposibilidad de pagar las facturas, el alquiler o la cobertura médica. Algunas personas pueden pensar que es porque el sistema está roto o manipulado. Sin embargo, el sistema funciona bien para unos pocos privilegiados, mientras que el resto de la sociedad se sacrifica por la economía. De hecho, los ricos se vuelven más prósperos como resultado de esta pandemia, mientras que los pobres se vuelven más pobres.

La desigualdad en los Estados Unidos no es nueva; de hecho, está arraigado en la fundación del país y a lo largo de más de 400 años de historia. Sin embargo, en momentos de crisis y pandemias, las sociedades tienen la oportunidad de reorientar y priorizar los valores, y la re-visualización de la desigualdad aquí puede conducir a un cambio real. Para que esto ocurra, debemos analizar honestamente no solo la respuesta actual del virus, sino también la estructuración de la sociedad. Durante décadas, el sistema económico del país ha seguido ampliando la brecha entre ricos y pobres. En esta situación ¿Qué esperanza podemos tener? El gobierno de Trump ha fallado y continuará haciéndolo mientras solo apoye corporaciones y líderes conservadores que apoyen su campaña de reelección en Noviembre, 2020.