Tengo sed

Sed que seca mi garganta por clamar Justicia y verdad.

Sed de abrazos intensos y empáticos.

Sed del silencio restaurador en medio de ruido hipócrita y acusador.

Sed de lo sencillo que brille en medio de lo ostentoso.

Sed de humildad que apague la autosuficiencia.

Se seca mi ser entero frente a los destellos del fuego del malvado embebido de poder

que no es otra cosa que carencias y miedos encubiertos.

Tengo Sed

Sed de lo trascendente.

De lo eterno, de lo divino. SED de TI.

Sed del AMOR encarnado que es PODER

Para amar a mis acusadores/ras.

Para perdonar y dejar libre mi ser.

Para confrontar el mal y la mentira.

Poder que vence la hasta la misma muerte.

PODER que me envuelve, me nutre y me sacia.

Pero el que beba del agua que yo le daré no volverá a tener sed jamás,

sino que dentro de él esa agua se convertirá en un manantial del que brotará vida eterna.

Señor, dame de esa agua para que no vuelva a tener sed ni siga viniendo aquí a sacarla. (Juan 4.14 NVI)

Santa Cruz, Bolivia

Septiembre 12, 2020

Eva Esther Morales

En medio de mi historia, en medio de mi fe

Por Eva Morales Gutiérrez

Mi cuna fue arrullada por ti… con canciones de esperanza,

Estuviste presente en mi primer grito existencial que reclamaba libertad.

Como toda wawa de nuestros pueblos,

Vine envuelta en mantas y aguayos de colores de esperanza y resistencia.

No tenía conciencia de ti… ¿Quién eras tú?

Cíclica, estridente, irreverente e ilógica, impetuosa,

Pero firme, fiel y testaruda y eterna.

A veces silenciosa… como mujer preñada gestando libertad.

Te descubrí en el tejido colorido de mi historia,

En los colores intensos y alegres,

En los colores grises teñidos de sangre,

En las trenzas oscuras de mi abuela, que ahora también son mías, 

En mi piel… que se ha resistido a cambiar de color,

En las historias secretas susurradas de generación en generación,

En los sonidos y vocablos indescifrables para los extraños,

En la fuerza tenaz de los Pongo Huasi que soñaron con la libertad,

En el taqui onqoy, cantos de denuncia profética

De la violencia cruel marcada en nuestros cuerpos, 

violencia que a la vez desnudó la propia miseria de ellos. 

Estás allí en el chacha-warmi incomprensible, 

Evidencia que avergüenza el control y dominio de la colonización y el patriarcado impuesto. 

Estás allí en las voces eternas del Abya Yala que retumban de sur a norte y de norte a sur entre fiesta y dolor. 

En medio de mi historia, en medio de mi fe, ¡Te encontré, hermana Resistencia!