Por Sofía Chipana Quispe
El propósito de este texto-textil es recuperar en las cosmovivencias, los saberes y sabidurías que se entretejen a la par con las espiritualidades ancestrales que sostienen las resistencias y re-existencias de los pueblos andinos. Por ello el diseño de mi tejido es la de una espiral que propicia el camino de vínculo con la Fuerza Vital que fluye desde fuera hacía adentro, viabilizando un proceso interno que permite profundizar en las fuentes ancestrales humanas y cósmicas.
Cuando nos aproximamos a los contextos y realidades de Abya Yala nuestras tierras y territorios sufren hace más de quinientos años el avasallamiento y el exterminio de nuestros pueblos de manera sistemática, ya que las políticas extractivistas ven como amenaza a los mundos plurales ancestrales que se resisten a morir y luchan por seguir siendo y estando en vínculo con la Pacha (tierra).
Los pueblos nombrados como andinos, ubicados en las diversas territorialidades del sur de Abya Yala, empiezan a salir de la clandestinidad a la que fueron relegadas en sus propios territorios. Aunque los discursos del multiculturalismo reconocen su pasado proscrito en los museos y en el folklore, promueven políticas de asimilación que se imponen por medio de diversos programas considerados como “inclusión social”, que refuerzan los procesos de aculturación.
Definitivamente que hay una consecutiva negación o ruptura con la ancestralidad, por lo que será importante reconocer que hasta los años 90s, tiempo en que los pueblos “indios” acuerpados en esa identidad asignada, reconocen que pese a los quinientos años de dominio y explotación resistieron al dominio y explotación. Siendo ese el tiempo del despertar, como se expresa en la declaración del VIII ampliado de la Confederación Sindical única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), en Sucre el año de 1986: “Nos damos cuenta de que somos una fuerza gigantesca y cada vez tomamos más conciencia, y que es inevitable el despertar del Gigante dormido sometido en siglos de opresión y humillación”.
Se trata de resistencias y despertares vinculadas a la memoria ancestral que posibilitó nombrarse y reconocerse como pueblos, nacionalidades y comunidades parte de historias milenarias de fines y renacimiento de mundos. No obstante, el estigma colonial del “no ser” y la asignación de nuestras espiritualidades como diabólicas, es una fuerte carga, en la que de algún modo se asienta su no reconocimiento como sujetos de derechos.
Aunque se haya establecido tratados internaciones como el art. 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la promulgación de los Derechos de los Pueblos Indígenas, son pasados por alto en muchos Estados. Por otra parte, lamentablemente, aún se mantiene la noción de que lo religioso es una puerta que posibilita la conquista y expropiación, pues la invalidación de las espiritualidades ancestrales que sostienen las resistencias a partir del sistema de organización comunal en las que se establece las relaciones recíprocas con las diversas comunidades de seres, desde la asignación de ser supersticiosas, panteístas, paganas, o idolatrías, se respaldan en el discurso del sistema religioso hegemónico, como será el cristianismo en sus diversas denominaciones, como plantea Gillermo Bonfil en su libro Utopía y revolución:
“La esencia misma del trabajo evangelizador, sea cual fuere la iglesia que lo lleve a cabo, ha sido siempre etnocida: un atentado permanente, sutil o violento, contra la cosmovisión, las creencias, los hábitos sociales y las formas de organización de los pueblos ‘paganos’ o ‘gentiles’.”
Aunque se sabe de diversas articulaciones ecuménicas que iniciaron caminos de diálogos que derivaron en el caminar de las Teología Indias/Indígenas y sus respectivas organizaciones locales, como será el caminar de más de treinta años de Teología y Pastoral Andina, no se puede negar el creciente fundamentalismo en las diversas denominaciones cristianas, pese a los esfuerzos que buscan caminos mucho más de encuentro y diálogo.
Sin embargo, pese a que los pueblos andinos viven rupturas internas que vacían el sentido de los principios ancestrales de vida, por las influencias externas y las migraciones continuas de sus poblaciones.
Las resistencias brotan de las semillas sembradas por las abuelas y abuelos, y se van expresando en las sabidurías y espiritualidades que sostienen la vida de misma de los pueblos, por la que hoy podemos seguir celebrando nuestro hermoso pluriverso expresado en colores, rostros, lenguajes, sonidos, sabores, festividades cíclicas, ritualidades relacionales y el cuidado de los territorios habitados por la gran diversidad de comunidades de vida.
No se trata de un simple reconocimiento, sino de interrelaciones profundas que devuelven a la persona a su lugar en el cosmos, un hilo más en la Gran Red de Relaciones, donde las reciprocidades y complementariedades con las otras y otros seres son fundamentales para posibilitar la vida.
Sofía Chipana Quispe
Principal voz de la teología indígena en Abya Yala, valora la vida digna y sagrada con la tierra y el respeto por todas las formas de vida. Ha trabajado con redes dedicadas a la reflexión teológica y la articulación de saberes, sabidurías y espiritualidades. Es miembro de la Comunidad de Sabias y Teólogas Indígenas de Abya Yala y de la Comunidad Teológica Andina que fomenta el diálogo entre los pueblos andinos.