Cosmovivencias, saberes y sabidurías andinas

Por Sofía Chipana Quispe

El propósito de este texto-textil es recuperar en las cosmovivencias, los saberes y sabidurías que se entretejen a la par con las espiritualidades ancestrales que sostienen las resistencias y re-existencias de los pueblos andinos. Por ello el diseño de mi tejido es la de una espiral que propicia el camino de vínculo con la Fuerza Vital que fluye desde fuera hacía adentro, viabilizando un proceso interno que permite profundizar en las fuentes ancestrales humanas y cósmicas. 

Cuando nos aproximamos a los contextos y realidades de Abya Yala nuestras tierras y territorios sufren hace más de quinientos años el avasallamiento y el exterminio de nuestros pueblos de manera sistemática, ya que las políticas extractivistas ven como amenaza a los mundos plurales ancestrales que se resisten a morir y luchan por seguir siendo y estando en vínculo con la Pacha (tierra).

Los pueblos nombrados como andinos, ubicados en las diversas territorialidades del sur de Abya Yala, empiezan a salir de la clandestinidad a la que fueron relegadas en sus propios territorios. Aunque los discursos del multiculturalismo reconocen su pasado proscrito en los museos y en el folklore, promueven políticas de asimilación que se imponen por medio de diversos programas considerados como “inclusión social”, que refuerzan los procesos de aculturación. 

Definitivamente que hay una consecutiva negación o ruptura con la ancestralidad, por lo que será importante reconocer que hasta los años 90s, tiempo en que los pueblos “indios” acuerpados en esa identidad asignada, reconocen que pese a los quinientos años de dominio y explotación resistieron al dominio y explotación. Siendo ese el tiempo del despertar, como se expresa en la declaración del VIII ampliado de la Confederación Sindical única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), en Sucre el año de 1986: “Nos damos cuenta de que somos una fuerza gigantesca y cada vez tomamos más conciencia, y que es inevitable el despertar del Gigante dormido sometido en siglos de opresión y humillación”. 

Se trata de resistencias y despertares vinculadas a la memoria ancestral que posibilitó nombrarse y reconocerse como pueblos, nacionalidades y comunidades parte de historias milenarias de fines y renacimiento de mundos. No obstante, el estigma colonial del “no ser” y la asignación de nuestras espiritualidades como diabólicas, es una fuerte carga, en la que de algún modo se asienta su no reconocimiento como sujetos de derechos.

Aunque se haya establecido tratados internaciones como el art. 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la promulgación de los Derechos de los Pueblos Indígenas, son pasados por alto en muchos Estados. Por otra parte, lamentablemente, aún se mantiene la noción de que lo religioso es una puerta que posibilita la conquista y expropiación, pues la invalidación de las espiritualidades ancestrales que sostienen las resistencias a partir del sistema de organización comunal en las que se establece las relaciones recíprocas con las diversas comunidades de seres, desde la asignación de ser supersticiosas, panteístas, paganas, o idolatrías, se respaldan en el discurso del sistema religioso hegemónico, como será el cristianismo en sus diversas denominaciones, como plantea Gillermo Bonfil en su libro Utopía y revolución: 

“La esencia misma del trabajo evangelizador, sea cual fuere la iglesia que lo lleve a cabo, ha sido siempre etnocida: un atentado permanente, sutil o violento, contra la cosmovisión, las creencias, los hábitos sociales y las formas de organización de los pueblos ‘paganos’ o ‘gentiles’.”

Aunque se sabe de diversas articulaciones ecuménicas que iniciaron caminos de diálogos que derivaron en el caminar de las Teología Indias/Indígenas y sus respectivas organizaciones locales, como será el caminar de más de treinta años de Teología y Pastoral Andina, no se puede negar el creciente fundamentalismo en las diversas denominaciones cristianas, pese a los esfuerzos que buscan caminos mucho más de encuentro y diálogo. 

Sin embargo, pese a que los pueblos andinos viven rupturas internas que vacían el sentido de los principios ancestrales de vida, por las influencias externas y las migraciones continuas de sus poblaciones. 

Las resistencias brotan de las semillas sembradas por las abuelas y abuelos, y se van expresando en las sabidurías y espiritualidades que sostienen la vida de misma de los pueblos, por la que hoy podemos seguir celebrando nuestro hermoso pluriverso expresado en colores, rostros, lenguajes, sonidos, sabores, festividades cíclicas, ritualidades relacionales y el cuidado de los territorios habitados por la gran diversidad de comunidades de vida. 

No se trata de un simple reconocimiento, sino de interrelaciones profundas que devuelven a la persona a su lugar en el cosmos, un hilo más en la Gran Red de Relaciones, donde las reciprocidades y complementariedades con las otras y otros seres son fundamentales para posibilitar la vida. 


Sofía Chipana Quispe

Principal voz de la teología indígena en Abya Yala, valora la vida digna y sagrada con la tierra y el respeto por todas las formas de vida. Ha trabajado con redes dedicadas a la reflexión teológica y la articulación de saberes, sabidurías y espiritualidades. Es miembro de la Comunidad de Sabias y Teólogas Indígenas de Abya Yala y de la Comunidad Teológica Andina que fomenta el diálogo entre los pueblos andinos. 

¿Cómo afecta la teología de la prosperidad a las mujeres?

Por Sharo Rosales

Se debe entender la vida cotidiana de las mujeres desde una sociedad que promueve la desigualdad. Se espera de las mujeres carencia y, en nombre de la bondad a ser buena mujer.Se nos ha enseñado, desde pequeñas, a servir sin pago alguno, perdonar cualquier agravio, someterse, apoyar los intereses ajenos en nombre de la solidaridad, ser dadivosas, renunciar a aquello que por justicia les pertenece y, cuando ganan algún dinero, muchas entienden que Dios las prospera para dar a otros.

Estos comportamientos socialmente esperados en las mujeres y que representan obstáculos muy poderosos para su sano desarrollo se replican y refuerzan en las iglesias, anclados en “imaginarios religiosos de género”.

Pero ¿qué son? Los imaginarios religiosos de género son representaciones sociales que están en el inconsciente colectivo hablándonos de aquella construcción, de características que se ha asignado a mujeres y hombres ya no solo en función de su sexo, sino en nombre de la voluntad de Dios. Estos imaginarios religiosos dictan cuál es la supuesta voluntad de Dios para la actuación de las mujeres en el mundo: un lugar de sometimiento, obediencia, sacrificio y renuncia.

Dicho esto, la realidad de las mujeres es desventajosa, entre otras muchas razones porque:

– Las tierras habitables en el mundo no les pertenecen ni están a su nombre.

– No son sujetas de créditos por carecer de garantías hipotecarias o constancias de sueldos fijos.

– Su acceso al estudio es menor en relación con el de los hombres.

– Sufren acoso sexual por parte de docentes y compañeros en su proceso de desarrollo educativo.

– Son calificadas con mayor rigurosidad.

– En el hogar, se les recarga con el cuido y educación de hijos e hijas y, en ocasiones, tienen personas mayores o enfermas (o hasta dependientes) que cuidar.

– Mujeres jefas de hogar trabajan en su mayoría en el sector informal, sin garantías laborales ni pensión, endosando la maternidad, donde pocas de ellas gozan de pensión del padre de hijos e hijas.

– Reciben sueldos menores por realizar las mismas funciones que sus compañeros hombres. 

Muchos de los relatos de mujeres miembros de iglesias que viven bajo el paradigma teológico de la prosperidad describen el uso de la fe en sus congregaciones y muchas son formas para explotarlas económicamente. La culpa para las mujeres es un sentimiento muy conocido, al compararse a diario con los estándares idealizados de bondad y perfección que se espera de ellas. 

La violencia experimentada por muchas mujeres feligresas, cuyo único deseo es agradar a Dios, es alta, pero desapercibida, al estar camuflada de bondad.

Una mujer, en una congregación de Alajuela, me contó: “En la iglesia, nos dieron un dinero semilla a un grupo de mujeres que no teníamos plata que dar. Teníamos que pensar en la forma de invertirlo y multiplicarlo para poder sembrar las ganancias en la iglesia y, así, dejarnos el préstamo inicial para seguirlo multiplicando… Algunas hicieron repostería para vender en su barrio, otras hicieron manualidades… Cada quien según para lo que era buena, y les fue bien… Pero recuerdo a una hermana que tenía mucha necesidad y se gastó el dinero y nunca más pudo volver a la iglesia”.

Hacer uso de fe para explotar económicamente a las personas es muy perverso y no reconocer la necesidad del prójimo y aprovecharse de ella…, peor. Así, fácilmente, las mujeres aceptan cargar con una culpa más en la iglesia: no tener prosperidad por estar mal por falta de fe.

La recitación insistente en los estudios bíblicos del relato de la viuda pobre (Marcos 12:41-44), que de su pobreza dio todo lo que tenía sin pensar en ella o en las necesidades que tendría mañana o ese mismo día, ha sido utilizado como un ejemplo de comportamiento esperado de las mujeres de fe. Esta es una pobre lectura del pasaje que exalta solamente el sacrificio de la mujer, ignorando la manera en que Jesús está visibilizando en un mundo androcéntrico a una mujer que, además, es una viuda pobre… Jesús le otorga protagonismo particular comparado con los hombres poderosos y ricos, así que el estrellato de esta historia se lo lleva “una mujer, viuda y pobre, tres dimensiones de opresión” , pero que igualmente es una mujer atrevida que se está moviendo en un espacio público que estaba destinado a ser ocupado por hombres.

Como dato importante, las mujeres son quienes conforman el grueso de las congregaciones pentecostales y, a pesar de ello, no les ofrecen ninguna herramienta de empoderamiento, suelen trabajar de manera gratuita en ellas y son disminuidas y encasilladas en los roles tradicionales de género.

Tolerar este tipo de control encubre otros problemas que se ven reflejados en distintas áreas, desatando consecuencias como:

  • Se da poca importancia a la deficiente formación bíblica y teológica de sus líderes, en el tanto tengan “unción” (que, a veces, no resulta en más que una gran capacidad de manipulación).
  • Carencia de diálogo teológico abierto sobre cualquier tema doctrinal que afecte el poder y el negocio.
  • Asociar estar mal con maldición o con ser mala persona y asociar estar bien económicamente con santidad y, por esta razón, a estos traficantes de la fe no les da pena brillar con artículos ostentosos o de poder.
  • Sentir culpa por no ser beneficiario del favor de Dios por falta de fe.
  • Negación de la realidad, confesando cosas que son ajenas a la misma (“estoy sano”).
  • Pensamiento mágico de disparate absoluto que mantiene la inmadurez espiritual a los creyentes, pues aparte de la violencia y abuso económico a los que están sujetos, les están engañando ofreciendo castillos en el aire que nunca se van a concretar, con promesas o con culpa. 
  • Los estándares de éxito cristiano ya no son los valores del Reino, sino la plata. “Estos líderes religiosos predican una teología que refuerza pragmáticamente las propuestas básicas de una economía de consumo y, con ella, justifican bíblicamente el consumismo y el goce pleno y egoísta de los bienes terrenales” .
  • Los valores imperantes de estas iglesias son la rentabilidad para ellas y la promesa de inmediatez para los seguidores ingenuos que buscan soluciones mágicas a sus necesidades.
  • Cada actividad debe contribuir al lucro sustentado (todo se cobra: retiros, manuales, capacitaciones para poder servir gratis, prédicas grabadas, entre otros). Se validan a sí mismo para hacer otros negocios lucrativos dentro de las iglesias. “Estos líderes religiosos (…) producen bienes, como corbatas ungidas para la buena suerte, agua bendita para sanidad, pulseras del pacto, entre otros productos religiosos con poderes mágicos.” 

Como bien dicen el padre jesuita Antonio Spadaro y Marcelo Figueroa: “El peligro de esta forma de antropocentrismo religioso, que pone en el centro al hombre y su bienestar, es el de transformar a Dios en un poder a nuestro servicio, a la iglesia en un supermercado de la fe y la religión en un fenómeno utilitarista y eminentemente sensacionalista y pragmático.” 

La teología de la prosperidad sirve solo a una iglesia acomodada para gente acomodada, donde los pobres solo suelen tener lugar para servir y las mujeres siguen siendo las más pobres entre los pobres. Al final de cuentas, ¿qué es la teología de la prosperidad sino poder?

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Sharo Rosales

Gestora en desarrollo organizacional y Consultora de Género. Comunicadora de formación, con estudios en Defensa internacional de Derechos Humanos y en Derechos Humanos de las Mujeres. Desde 1992 participa en organizaciones basadas en la fe y en diversas iglesias del continente.Es activista por los Derechos Humanos de la Mujeres. Presidenta de la ASBL, Universidad Bíblica Latinoamericana. Miembro del Observatorio centroamericano de medios de comunicación y género, GEMA.

Teologia Abya Yala: Identidade, descendência e fronteira

Por Yenny Delgado, Williams Flores e Claudio Ramírez

A Teologia Abya Yala é uma teologia refletida desde nosso contexto histórico e cotidiano dos povos originários de Abya Yala. Quer ser uma teologia profética de una reflexão seria, de diálogos honestos, que permitam falar da historia, confronta-la, e fazê-la nossa. A teologia Abya Yala pensa-se desde as subjetividades das mulheres e homens, cujas bocas já não pronunciam a língua de nossos ancestrais, onde seus corpos já não se movem ao ritmo das danças, onde sua oração a Deus já não se ergue desde as montanhas. Todavia, nossa memória ancestral segue guardando em sua profundidade a sabedoria e espiritualidade viva. 

Tem que ser esclarecido que dita teologia não está finalizada, senão que está em processo de reflexão e entendimento. Não propõe uma volta à vida ancestral já que reconhecemos a experiência histórica colonial vivenciada, mas resgatamos y respeitamos à população que, no esforço do resistir, têm conseguido manter viva até agora a cultura, o conhecimento e prática espiritual ancestral.  A teologia Abya Yala resgata as práticas, reflexões e o agir de nossos ancestrais num continente que segue resistindo os embates dum processo colonizador de cinco séculos.  Propomos analisar processos identitários descolonizadores, que seguem presentes na população originária e sua descendência, num continente pluricultural e pluriétnico.

Deste modo, a proposta de una teologia Abya Yala e desde Abya Yala implica analisar três categorias interpretativas que estariam inter-relacionadas entre si. A primeira categoria é a da identidade, desde esta faixa de analise se estudará o processo de identidade étnica y seu alcance teológico. A segunda categoria interpretativa trata do estudo da descendência, através da historia de invisibilização que tem transitado os povos originários e que agora, os nascidos em Abya Yala sem viver-nos mesmos povos e territórios podem seguir honrando a nossas ancestrais como sua descendência. Por último, a categoria de fronteiras, como os lugares de encontro onde as resistências dos povos originários são latentes e que tendo sido divididos por fronteiras mantém viva o sentido de unidade, o despertar de um olhar que passa muros y cidadanias. Desde a teologia Abya Yala acreditamos em uma igreja como comunidade que se entenda, e que se reforma, desde o acontecer de um Deus que fala desde Abya Yala, de um Jesus que libera a Abya Yala para deixarmos ser, séculos depois do processo colonizador, uma Abya Yala com identidade própria. 

Identidad: Resurreição da mãe terra 

Entender Abya Yala como a terra de sangue vital implica duas coisas, por um lado, que é uma terra cheia de povos que ainda mantem suas culturas, suas línguas, suas crenças, suas formas de entender o mundo, e que por outro lado implica que esses povos em suas lutas de ser visibilizados se convertem nas vozes que podem amamentar aos que tem nascido em Abya Yala, mas que tem esquecido à mãe. Evo Morales, ex-presidente do estado Plurinacional de Bolívia, diria: «Antes da chegada de Cristóvão Colombo, nosso continente existia sem fronteiras”. Era um só: Abya Yala. «O sange de nossos pais, corrida por mais de cinco centurias en las tierras de Abya Yala, reclama o retorno do equilibrio». A necessidade de um retorno a um equilibrio não é outra coisa que a prática do “bem viver”: «Os aymaras queremos novamente voltar a ser, que significa voltar a ser qamiri, que é Viver Bem; os quechuas tem dito o mesmo: voltar a ser capac, pessoa que vive bem; os guaranís têm dito que querem voltar a ser yambae, que entranha viver bem e sem donos» 

Por conseguinte, Abya Yala é a mãe que integra, não só a todos os povos originários senão também até a sua descendência. Como o dizia o poeta peruano Arguedas, um lugar de todos os sangues, mas não como uma utopia de ser um só como o tinham criticado, como uma realidade mono cultural, onde se esmorecem e se sacrificam as fronteiras indenitárias, senão como uma pluralidade que se entrelaça a modo de urdidura que tece uma trama de uma mesma esperança, um território sem discriminações nem supremacias. 

As implicâncias teológicas de esta concepção de Abya Yala, nos leva a refletir desde onde nos encontramos, desde nossa localização geográfica, desde o continente, no sentido de que se tem de pensar a comunidade desde a mãe, é dizer, a mãe terra, una mãe que sente que se apaixona e que conecta com seus filhos e filhas presentes que se encontram em uma etapa de madures que reclama a palavra y o espaço.

De este modo se há de entender Abya Yala como a mãe terra, a Pachamama, que tem sido vitima de um processo histórico colonialista, hegemônico e patriarcal que violentou y dividiu à mãe nas colônias, virreinatos e países. Por esta razão, a identidade visibilizada em Abya Yala implica tomar em sério o processo libertador de Jesus que sana, que cura toda ferida, que restaura e que por sobre tudo depois da crucifixão ressuscita. E aqui estamos o povo originário e sua descendência pedindo pela ressurreição da mãe terra e de seus filhos e filhos que furam sequestrados para não saber e não dizer onde estávamos divididas por que levantaram muros para não encontrarmos e submetida para que guardasse silencio, mas que agora se libera y ressuscita como nossa Abya Yala.

Em este sentido Jon Sobrino ao falar de Jesus da conta de que a resurreição traz então esperança para os crucificados, é dizer para a população e à mãe terra que tem sido despojada y subjugada.  «Se se toma em sério o dito até agora, se deduz, não por uma leitura fundamentalista dos textos, senão por uma profunda honradez em direção a eles, que a ressurreição de Jesus é esperança em primeiro lugar para os crucificados”. Deus resucitou a um crucificado, e desde então há esperança para os crucificados da historia» 

De esta maneira haverá que entender que Deus em Abya Yala é o que ressuscita à Mãe terra, a crucificada e que Jesus é o que libera visibilizando a identidade e os rostos diversos das filhas e filhos da Mãe. 

Descendência uma possibilidade de libertação

É necessário enfatizar que a teologia Abya Yala busca honrar a nossos ancestrais como descendência reconheceu seu legado e sua prática que proporcionou entendimento entre a cosmologia naturalista e uma espiritualidade que honrava a mãe terra. Símbolos básicos nos povos com fé e com uma espiritualidade profunda.  .

A colonização de Abya Yala gerou uma enorme energia por acaparar, em una intensa competência, a terra y todo o que habitava nela.   Este processo de colonização afetou a vida da população e sua descendência; converteram à mãe terra em propriedade privada. Os cristãos europeus recriaram uma nova narrativa apropriando-se da historia da Bíblia Hebraica e conceveu a Abya Yala como uma “nova terra prometida”; no só começaram a verse a si mesmos como o povo escolhido por Deus, senão que se criaram uma pirâmide da humanidade colocando-se como superiores.

A invenção das “raças” e sobre todo da “Raça Branca” foi desenvolvida e explorada pelos europeus para governar a outro ser humano que em seu entender não estava ainda completo. Esta ideologia encontrou em a mensagem cristã de superioridade sobre outras religiões sua base teológica. A Igreja trabalhou para promover, y fazer proselitismo da supremacia branca através da colonização, fazendas, missões, reduções ou reservas. 

O genocídio perpetrado contra a população originária foi sistemático, a classificação de quem era parte de este “novo mundo” estava à mercê dos que tomaram o poder. Para a descendência que ia nascendo em esta nova sociedade, esquecer suas práticas ancestrais, e logo assimilar práticas do cristianismo branco normativo era uma forma de sobrevivência.  .

Embora as tentativas de esquecer as atrocidades cometidas em Abya Yala têm feito que guardemos silêncio, não quer dizer que o espirito não nos tenha acompanhado todo este tempo, a descendência segue sendo una possibilidade de libertação.  

Fronteiras e o despertar das “nossas”

As fronteiras territoriais das novas repúblicas são incompreensíveis para os povos originários, que têm recorrido Abya Yala de norte a sul por milhes de anos.  A Mãe Terra é uma, plena e integral Como podemos dividir a nossa mãe?  

As fronteiras não se reduzem simplesmente a dividir, estabelecem também hierarquias. Dentro dos territórios dos novos estados – nação se relegou aos povos originários às periferias. De tal forma que essas fronteiras, construindo divisões internas muito dolorosas. 

As fronteiras separaram comunidades entre camponeses e moradores urbanos, entre indígenas e cristãos. Vimos uma descendência alheia à mãe a qual ficaram desarticulados, em definitiva, as fronteiras externas e internas degradaram o princípio epistêmico de “nossas”, que compartilham o sangue vital, que vive e convive na terra madura e frutífera. E que através da luta e visibilizarão dos povos originários, o sangue vital fará ressuscitar à mãe. 

Em este sentido podemos cantar com as vozes de nossas (os) ancestrais, esse canto caio-a que é entoado em ocasião de prender fogo ao monte, Pa’i Tambeju, dizendo: «Faz o olhar para o teu modo de ser”. Faz que olhe até mím o fogo creiado para alegrar a gente. Faz que olhe em direção a mím o verdadeiro fogo que se criou para alegrar as gentes, assim como ele te dirige para mim, em virtude de estas palavras. Faz que olhe até mim a tocha destinada a alegrar a gente, em virtude de estas palavras. “Meu irmão mais velho, Pa’i Tambeju Grande, faz que veja até mim sua tocha originária, incline para mim sua tocha originária».


Yenny Delgado’Qullaw – Psicóloga e Teóloga. Doutoranda em Ciências Religiosas pela Universidade de Lausanne, Suiza. Ela escreve sobre as intersecções entre a memória ancestral, etnicidade, política e fé publica.

Williams Flores – Filosofo, Historiador e Teólogo, escreve sobre os movimentos populares, pastorais sociais, a inclusão social e a educação popular.

Claudio Ramírez – Teólogo argentino com mestrado em Teologia Dogmática pela Universidade Católica de Córdoba. Membro fundador da comunidade no diálogo intercultural ÑAWI.


Teología Abya Yala: Identidad, descendencia y frontera

Por Yenny Delgado, Williams Flores y Claudio Ramírez*

La Teología Abya Yala es una teología cavilada desde nuestro contexto histórico y cotidiano de los pueblos originarios de Abya Yala. Es una teología profética de una reflexión seria, de diálogos honestos, que permiten hablar de la historia, confrontarla, y hacerla nuestra. La teología Abya Yala se piensa desde las subjetividades de las mujeres y hombres, cuyas bocas ya no pronuncian la lengua de nuestras ancestras, donde nuestros cuerpos ya no se mueven libremente al ritmo de las danzas, donde nuestras oraciones ya no se alzan desde las mismas montañas. Aun así, nuestra memoria ancestral sigue guardando en su profundidad la sabiduría y espiritualidad viviente de nuestras madres y abuelas. 

Se ha de aclarar que Teología Abya Yala responde a un proceso de reflexión y entendimiento con un largo recorrido histórico. No proponemos un retorno a la vida ancestral ya que reconocemos la experiencia histórica colonial vivida y sus consecuencias sufridas durante siglos. La teología Abya Yala valora por sobre todo las practicas indígenas que han logrado resistir, manteniendo vivo los saberes y practica espiritual ancestrales que hasta ahora nos acompañan. Proponemos analizar procesos identitarios descolonizadores, que siguen presentes en la población originaria y su descendencia, en un continente pluricultural y pluriétnico.

De este modo, la propuesta de una teología Abya Yala y desde Abya Yala implica analizar tres categorías interpretativas que estarían interrelacionadas entre sí. La primera categoría es la de identidad, desde esta pista de análisis se estudiará el proceso de identidad étnica y su alcance teológico. La segunda categoría interpretativa, trata del estudio de la descendencia, a través de la historia de invisibilización que han transitado los pueblos originarios y que ahora, los nacidos en Abya Yala sin vivir en los mismos pueblos y sin hablar nuestras lenguas originarias podemos seguir honrando a nuestras ancestras como su descendencia. 

Por último, la categoría de fronteras, como los lugares de encuentro donde las resistencias de los pueblos originarios es latente y que habiendo sido divididos por fronteras mantiene viva el sentido de unidad continental, el despertar de una mirada que pasa muros y ciudadanías. Desde la teología Abya Yala creemos en una iglesia como comunidad que se entiende, y que se reforma, desde el acontecer de un Dios que habla desde Abya Yala, de una promesa de resurrección que libera a Abya Yala y que vemos llegar finalmente, para dejarnos ser, siglos después una Abya Yala con identidad propia. 

Identidad: Resurrección de la madre tierra 

Entender Abya Yala como la tierra de sangre vital implica dos cosas, por un lado, que es una tierra llena de pueblos que todavía mantienen sus culturas, sus lenguas, sus creencias, sus formas de entender el mundo, y que por otro lado implica, que esos pueblos en sus luchas de ser visibilizados se convierten en las voces que pueden amamantar a los que han nacido en Abya Yala, pero que han olvidado a la madre. 

En un discurso de Evo Morales, expresidente del estado Plurinacional de Bolivia, diría: «Antes de la llegada de Cristóbal Colón, nuestro continente existía sin fronteras. Era uno solo: Abya Yala. “Las sangres de nuestros padres, corrida por más de cinco centurias en las tierras de Abya Yala, reclama el retorno del equilibrio”. La necesidad de un retorno a un equilibrio no es otra cosa que la practica del “Buen Vivir”. Morales continúa diciendo “Los aymaras queremos nuevamente volver a ser, que significa volver a ser qamiri, que es Vivir Bien; los quechuas han dicho lo mismo: volver a ser capac, persona que vive bien; los guaraníes han dicho que quieren volver a ser yambae, que entraña vivir bien y sin dueños”.

Por consiguiente, Abya Yala es la madre tierra que integra, no solo a todos los pueblos originarios sino también su descendencia sobreviviente de cinco siglos de colonización. Las implicancias teológicas de esta concepción de Abya Yala, nos lleva a reflexionar desde donde nos encontramos, desde nuestra ubicación geográfica, desde el continente, en el sentido de que se ha de pensar la comunidad desde la madre, es decir, la madre tierra, una madre que siente, que se apasiona y que conecta con sus hijos e hijas presentes , que se encuentran en una etapa de madurez, y que reclaman la palabra y el espacio.

De este modo se ha de entender Abya Yala como la madre tierra, la Pachamama, que a sido victima de un proceso histórico colonialista, hegemónico y patriarcal que violentó y dividió a la madre en colonias, virreinatos y países. Por esta razón, la identidad invisibilizada en Abya Yala implica tomar en serio el proceso liberador de Jesús que sana, que cura toda herida, que restaura y que por sobre todo después de la crucifixión resucita. Y aquí estamos el pueblo originario y su descendencia pidiendo por la resurrección de la madre tierra y de sus hijos e hijos que fueron secuestrados y obligados a negar su propia identidad.

En este sentido Jon Sobrino al hablar de Jesús da cuenta de que la resurrección trae entonces esperanza para los crucificados, es decir para la población y a la madre tierra que ha sido despojada y sometida.  “Si se toma en serio lo dicho hasta ahora, se deduce, no por una lectura fundamentalista de los textos, sino por una profunda honradez hacia ellos, que la resurrección de Jesús es esperanza en primer lugar para los crucificados. Dios resucitó a un crucificado, y desde entonces hay esperanza para los crucificados de la historia”

De esta manera habrá que entender que Dios en Abya Yala es el que resucita a la Madre tierra, la crucificada y que se muestra en los cuerpos y rostros diversos de las hijas e hijos que nos identificamos con ella. 

Descendencia una posibilidad de liberación

Es necesario enfatizar que la teología Abya Yala busca honrar a nuestros ancestros y ancestras. Como descendencia reconocemos su legado y su práctica que proporcionó entendimiento entre la cosmología naturalista y una espiritualidad profunda.

La colonización de Abya Yala generó un desorden con el afán de acaparar, en una intensa competencia, la tierra y todo lo que habitaba en ella se creo el caos. Este proceso de colonización afectó la vida de la población y su descendencia; convirtieron a la madre tierra en propiedad privada y subordinada al extraño. Los cristianos europeos recrearon una nueva narrativa apropiándose de la historia de la Biblia Hebrea y concibió a Abya Yala como una “nueva tierra prometida”; no sólo comenzaron a verse a sí mismos como el pueblo elegido por Dios, sino que se crearon una pirámide de la humanidad colocándose como superiores frente a la población originaria de Abya Yala.

La invención de las “razas” y sobre todo de la “raza Blanca” fue desarrollada y explotada por los europeos para gobernar a nuestros ancestros que en su entender no estaba aun completo. Esta ideología encontró en el mensaje cristiano de superioridad sobre otras religiones su base teológica. La Iglesia trabajó para promover, y hacer proselitismo de la supremacía blanca a través de la colonización. La división a través de virreinatos, haciendas, misiones, reducciones y reservas no quedo solo en la repartición de la tierra, sino que llevo a dividir y someter a la población que en ella habitaba.

El genocidio perpetrado hacia la población originaria fue sistemático, la clasificación de quienes eran parte de este “nuevo mundo” estaba a merced de los que tomaron el poder. Para la descendencia que iba naciendo en esta nueva sociedad, olvidar sus practicas ancestrales, su lengua, y luego asimilar practicas del cristianismo blanco normativo era una forma de sobrevivencia.  

Aunque los intentos de olvidar las atrocidades cometidas en Abya Yala han hecho que guardemos silencio, no quiere decir que el espíritu no nos haya acompañado todo este tiempo, la descendencia sigue siendo una posibilidad de liberación.  

Fronteras y el despertar del “nosotras”

Las fronteras territoriales de las nuevas repúblicas son incomprensibles para los pueblos originarios, que han recorrido Abya Yala de norte a sur por miles de años.  La Madre Tierra es una, plena e integral ¿Cómo podemos dividir a nuestra madre?  

Las fronteras no se reducen simplemente a dividir, establecen también jerarquías. Dentro de los territorios de los nuevos estado – nación, se relegó a los pueblos originarios a las periferias. De tal forma que esas fronteras, construyendo divisiones internas muy dolorosas. 

Las fronteras separaron comunidades entre campesinos y citadinos, entre indígenas y cristianos. Vimos una descendencia ajena a la madre la cual quedaron desarticulados, en definitiva, las fronteras externas e internas degradaron el principio epistémico del “nosotras”, que comparte la sangre vital, que vive y convive en la tierra madura y fructífera. Y que a través de la lucha y visibilización de los pueblos originarios, la sangre vital hará resucitar a la madre. 

En este sentido, no final sino continuo, cantamos con las voces de nuestros ancestros y ancestras, ese canto kaiová que es entonado en ocasión de prender fuego al monte, Pa’i Tambeju, diciendo: “Haz que mire hacia mí tu modo de ser. Haz que mire hacia mí el fuego creado para alegrar a la gente. Haz que mire hacia mí el verdadero fuego que se creó para alegrar a las gentes, así como él te dirige hacia mí, en virtud de estas palabras. Haz que mire hacia mí la antorcha destinada a alegrar a la gente, en virtud de estas palabras. Mi hermano mayor, Pa’i Tambeju Grande, haz que vea hacia mí su antorcha originaria, incline para mí su antorcha originaria”

*Este artículo es parte de la ponencia presentada por los autores en la Sociedad teológica Argentina el 21 de octubre, 2021.


Yenny Delgado – Psicóloga y teóloga. Estudiante doctoral en Ciencias Sociales de la Religión en la Universidad de Lausana. Escribe sobre las intersecciones entre memoria ancestral, etnicidad, descolonización y fe pública.

Williams Flores – Filósofo, historiador y Teólogo, escribe sobre movimientos populares, pastorales sociales, inclusión social y educación popular.

Claudio Ramírez – Teólogo con maestría en Teología Dogmática por la Universidad Católica de Córdoba. Miembro fundador de la comunidad en diálogo intercultural ÑAWI. Escribe sobre espiritualidad indígena y eco-teología.

La teología de la prosperidad y su impacto en la espiritualidad de las personas

Por Sharo Rosales

“La peor droga es la que narcotiza el corazón y la conciencia. El peor tráfico es el tráfico con la fe y con la Palabra de Dios. Hay también ‘narcotraficantes religiosos’ que tendrán que dar respuesta al Dios de la justicia y de la vida” . Con estas palabras lapidarias, el teólogo Juan Stam cerraba sus reflexiones sobre la manipulación de la fe para conseguir fines egoístas alejados de la Escritura.

Y es que, por larga data, hemos sido testigos de otro tipo de manipulaciones de la fe a favor del dios dinero. ¿Quién no recuerda aquel corillo entre personas cristianas en muchas iglesias evangélicas en Costa Rica, a mediados de los ochenta, que rezaba a modo de saludo o de respuesta a un “¿cómo está?”: “¡Prosperado, bendecido y en victoria!”? La frase reflejaba el estado ideal de una buena persona cristiana, pero, además, se esperaba que fuera una confesión de fe, aunque el sujeto en cuestión anduviera con un ánimo de arrastre y las finanzas en números rojos.

Sin embargo, esa no era la peor parte. La peor parte era que si la persona “andaba arrancada”, “hecha leña” o deprimida y con la billetera más que vacía, posiblemente, aquello significaba que estaba en pecado o, por lo menos, le faltaba fe.

Pues bien, esto se trata solo de una sombra de lo que hoy en día se da en llamar teología de la prosperidad. La teología de la prosperidad es una enseñanza religiosa basada en un supuesto pacto con Dios, donde las personas deben darse de manera económica y tener una fe ciega en sus líderes religiosos que les han prometido que Dios les prosperará materialmente por haberse dado.

Incluso, ya el teólogo Arturo Piedra, en sus cavilaciones para la revista Espiga, no deja de referirse a la teología de la prosperidad definiéndola de dos maneras: “(…) una corriente religiosa neoprotestante que establece que una buena relación con Dios conduce a una condición de prosperidad material (…) (y) una interpretación de la fe cristiana que percibe las situaciones humanas  de enfermedad y pobreza material como resultado de una relación deficiente  con  Dios” .

Lo cierto es que este paradigma teológico es asumido por cada vez más pastores neopentecostales. Osías Segura hace un recuento histórico y dice: “El pentecostalismo se debe distinguir en tres olas o movimientos históricos. Primero, el pentecostalismo clásico llega a nuestra región desde inicios a mediados del siglo XX. La segunda ola, durante los años 70, nos trae el movimiento carismático. Este movimiento afectó a toda denominación protestante, y hasta la iglesia Católico Romana. Finalmente, el último movimiento es el neopentecostal, o de la tercera ola, que se desarrolló a inicios de los años 90, y hoy se encuentra en su plenitud como parte de los nuevos movimientos religiosos latinoamericanos. Una aclaración es válida: no toda iglesia evangélica o pentecostal debe ser confundida con estos grupos neopentecostales (…). Los líderes neopentecostales, una vez fueron parte de los movimientos pentecostales, pero se separaron de sus denominaciones para ‘ser fieles al mover del Espíritu Santo’”.

No en vano y muy a propósito, Martin Hoffman explicaba, en un foro de la Universidad Bíblica Latinoamericana (UBL) que “la teología de la prosperidad es la versión actual de la teología de la gloria a la que se opusieron los reformadores protestantes. La teología de la gloria construye una imagen de Dios según las ideas humanas de la sabiduría, del poder y de la justicia. Resulta que Dios es el ser más sabio, más poderoso y más justo. Y él actúa igual que la lógica humana: mediante castigo y premio. La prosperidad se considera, entonces, como el premio por la fe y la obediencia”.

Esto no deja de hacernos reflexionar en cómo, en alguna época, se exaltaba la pobreza como fin o propósito divino. De ahí, se pasó a una teología de la liberación que daba cabida y dignificaba a los más desposeídos. Y, ahora, en ciertos círculos, a una teología de la prosperidad donde se hacen promesas mágicas de abundancia económica en nombre de Dios al servicio de unos pocos que están en el poder.

 Hay dos clases sociales en la iglesia: los de arriba y el resto de los y las mortales:

¿Quiénes son los de arriba? Quienes idean y gozan de los poderíos económicos eclesiales, incluyendo sus cercanos y parientes. ¿Quiénes son los de abajo? Las personas que se someten a ellas engañadas con promesas de fe.

En otras palabras, la teología de la prosperidad no es más que una forma de violencia psicológica, de abuso económico y patrimonial. El deseo egoísta y avaricia de algunos líderes discurren y mueven crecientes negocios dentro de la iglesia en nombre de la voluntad de Dios en detrimento de la sana doctrina y del bienestar de las personas.

Es importante añadir que mucho de esta creencia de los de arriba y los de abajo tiene algo que ver con el ego inflado de muchos que dicen seguir las enseñanzas de Jesús, el hijo de un carpintero, pero que, en el fondo, prefieren ser hijos de un Rey pudiente. 

Sharo Rosales

Gestora en desarrollo organizacional y Consultora de Género. Comunicadora de formación, con estudios en Defensa internacional de Derechos Humanos y en Derechos Humanos de las Mujeres. Desde 1992 participa en organizaciones basadas en la fe y en diversas iglesias del continente.Es activista por los Derechos Humanos de las Mujeres. Presidenta de la ASBL, Universidad Bíblica Latino Americana. Miembro del Observatorio centroamericano de medios de comunicación y género, GEMA.

As mentiras que circulam em ambientes religiosos no Brasil

Por Magali Cunha

O título deste artigo é tema da live que foi realizada em 28 de outubro, e esta gravada no Canal do Youtube do Coletivo Bereia – Informação e Checagem de Notícias. O projeto celebra dois anos de atuação, por isso convida leitores e leitoras e pessoas interessadas no tema das religiões para refletir, com dois especialistas, sobre as principais mentiras identificadas no período. Para verificar o conteúdo em circulação, Bereia, única iniciativa de fact-cheking especializada em religiões, monitora sites gospel e mídias sociais de personagens com identidade religiosa consideradas influenciadoras digitais. Recebe também indicação de postagens suspeitas enviadas pelo público, por meio de seus canais de comunicação, incluindo um número de aplicativo de mensagens instantâneas exclusivo para receber as sugestões.

Nos dois anos de atuação do projeto, entre as centenas de conteúdos verificados, nas mais diferentes fontes, cinco temas se destacaram e serão debatidos na live de 28 de outubro. O primeiro deles é a pandemia de Covid-19, que foi alvo de mentiras questionadoras das medidas de isolamento social, disseminadoras de tratamentos preventivos e curativos, acusatórias à China e à Organização Mundial de Saúde e opositoras à campanha de vacinação. A Comissão Parlamentar de Inquérito (CPI) da Covid-19 também foi tema de checagens, uma vez que os senadores Luiz Carlos Heinze (PP/RS, evangélico luterano), Marcos Rogério (DEM/RO, evangélico da Assembleia de Deus) e Eduardo Girão (Podemos/CE, espírita), foram expressivos veiculadores de desinformação dentro da própria comissão. A CPI foi também palco de personagem religiosa, o Reverendo Amilton Gomes de Paula, evangélico sem vinculação com uma igreja específica, depoente envolvido nas irregularidades em torno de negociação de vacinas pelo governo federal. Bereia identificou controvérsias no perfil do pastor que passaram despercebidas pela cobertura da imprensa.

O segundo tema destacado na checagem de desinformação em ambientes religiosos foi o da “ideologia de gênero”, esta que pode ser classificada como a mais bem-sucedida concepção falsa criada no âmbito religioso. Surgido no ambiente católico e abraçado por distintos grupos evangélicos, que reagem negativamente aos avanços políticos no campo dos direitos sexuais e reprodutivos, o termo trata de forma pejorativa a categoria científica “gênero” e as ações diversas por justiça de gênero, atrelando-as ao termo “ideologia”, no sentido banalizado de “ideia que manipula, que cria ilusão”. A “ideologia de gênero”, nesta lógica, é falsamente apresentada como uma técnica “marxista”, utilizada por grupos de esquerda, com vistas à destruição da “família tradicional”, gerando pânico moral e terrorismo verbal entre grupos religiosos.

A terceira mentira mais veiculada em ambientes religiosos, segundo as checagens do Coletivo Bereia é a da cristofobia, ou da perseguição religiosa a cristãos no Brasil. O termo “cristofobia” não se aplica, por conta da predominância cristã no país, onde há plena liberdade de prática da fé para este grupo. Manipula-se, neste caso, a noção de combate a inimigos para alimentar disputas no cenário religioso e político. Além disso, se configura uma estratégia de políticos e religiosos extremistas que pedem mais liberdade e usam a palavra para falarem e agirem como quiserem contra os direitos daqueles que consideram “inimigos da fé”. Ou seja, contra ativistas de direitos humanos, partidos de esquerda, movimentos por direitos sexuais e reprodutivos, religiosos não cristãos e, até cristãos progressistas – nem os da mesma família da fé são poupados. 

A quarta mentira propaga que há uma ameaça comunista em curso no mundo, liderada pela China. O imaginário do “perigo comunista”, da “ameaça vermelha”, está presente historicamente na cultura brasileira há muitas décadas e foi reavivado nos discursos da extrema-direita desde 2013. Na nova abordagem, comunistas, longe do que, de fato, significa esta tendência política, se tornam sinônimo de todos os que propagam justiça econômica (defesa de programas de distribuição de renda, por exemplo), advogam os direitos humanos, em particular os das minorias, e reivindicam e atuam na superação de violência racial, cultural, de gênero, de classe.

A quinta mentira que tem circulado em ambientes religiosos, como pode ser verificado no site Bereia, é a imagem do presidente Jair Bolsonaro como evangélico convertido e a apresentação do seu governo, por blogueiros, youtubers e políticos apoiadores, como um sucesso. Os registros de discursos e atitudes do presidente nos próprios canais oficiais de mídias, somados ao quadro de crise em diversas áreas de ação governamental, facilitam a tarefa de verificação e de confrontação objetiva destes conteúdos.

A marca de dois anos do Coletivo Bereia ocorre no 31 de outubro, Dia da Reforma Protestante. A data ficou conhecida como aquela em que, há 502 anos, o monge alemão Martin Luther [Martinho Lutero] teria pregado suas 95 teses na porta da igreja do castelo da cidade alemã de Wittenberg. Elas representavam uma tomada de posição contra o que Lutero considerava práticas abusivas da sua própria igreja, a Católica Romana, como a venda de indulgências (uma forma de perdão dos pecados), e posições doutrinárias que desviavam dos valores primeiros da fé cristã.

Na segunda década do século 21, o princípio protestante segue inspirando pessoas, como as voluntárias que atuam pelo Coletivo Bereia, para a busca de novas reformas, não só para evangélicos, mas também para cristãos de um modo geral e até mesmo para quem não professa uma religião. Um dos lemas dos reformadores do século 16 era “Igreja reformada sempre se reformando”. Eis aí um chamado à vocação de protestar, de transformar e atuar pela justiça na forma de comunicar nos espaços digitais religiosos, em compromisso com a verdade.

Magali Cunha

Jornalista e doutora em Ciências da Comunicação. É pesquisadora do Instituto de Estudos da Religião (ISER) e colaboradora do Conselho Mundial de Igrejas.

El caldo de cultivo para el abuso sexual por parte de pastores y líderes religiosos

Por Sharo Rosales

El abuso sexual por algunos hombres líderes religiosos tiene una dinámica que se explica bajo ciertas condiciones de prácticas religiosas abusivas, y quiero citar 4 razones que, desde mi parecer y experiencia, sirven como caldo de cultivo para tolerar, preservar y callar los abusos sexuales en algunas iglesias y sectas, en nuestro país y en el mundo. 

De acuerdo con observaciones de Carolyn Holderread, autora del libro Abuso sexual en los hogares cristianos y en la iglesia, existe una innegable relación entre la sumisión y el silencio que se imponen a través del adoctrinamiento a las mujeres, que redunda en abusos sexuales que se callan y se ocultan y en una gran impunidad para esos delincuentes, resume Holderread esta dolorosa historia. 

1. La socialización en roles rígidos de género para los hombres y las mujeres, favorece el abuso sexual dentro de sectas e iglesias conservadoras.

Atributos y designaciones sociales diferenciadas para los hombres y las mujeres se dan la mano con los imaginarios religiosos de género, esperando de los Hombres: poder, dominio, control, sobre imposición, mando y de las Mujeres: docilidad, silencio en nombre de la paz, sometimiento, renuncia, aguante, y obediencia

Se “naturalizan” (en nombre de mandatos divinos) los privilegios para los hombres y los servilismos para las mujeres. Es por esta razón que, muchas veces, los hombres religiosos se sienten con derecho a apropiarse de las mujeres, sus recursos y sus cuerpos.

Algunos atributos subjetivos atribuidos a los hombres y a las mujeres que favorecen los abusos:

Asignaciones femeninas 

Comportamiento sacrificial. Desplazadas de sí mismas. Ser para otros y educadas para servir. Perdonadora. Sexualidad reprimida. Incitadora al pecado. 

Asignaciones masculinas

Agresividad. Dueños de la pareja y de los cuerpos de las mujeres. Independencia. Iniciativa sexual y de “conquista”. Sexualidad permisiva. Seducido por las “Jezabeles”. 

Los valores masculinos son dominantes: poder, control y dominio sobre la vida de otros/as y obtener su productividad a través de la sujeción u obediencia. Mientras que los asignados a lo femenino son subordinados: perdonar, ceder, callar, complacer, cuidar, obedecer.

2. Sumisión de las mujeres y culpa por “los cuerpos pecaminosos de las mujeres” Muchos creyentes legitiman la violencia espiritual al apoyar la idea de que es normal forzar a las mujeres y niñas a tapar sus cuerpos, hipersexualizarlas como tentadoras de hombres adultos.

Las cifras en Costa Rica y Latinoamérica, nos muestran que el abuso sexual es cometido principalmente por hombres heterosexuales que abusan principalmente de mujeres y niñas.

Mujeres y niñas que se fiaban de este tipo de pastores o líderes y en quienes confiaban como depositarios de una autoridad espiritual especial, hacen que este delito sea más grave y aborrecible.

Cuando un hombre-pastor se cree que controlar es un derecho que Dios le dio, se encuentra fácilmente justificado para hacer lo que quiera, sobre todo con el cuerpo y voluntad de las mujeres que deben ser obedientes a sus deseos (mismos que hasta justifican con pasajes bíblicos), pero que además tienen la culpa por “seducirlos, con sus cuerpos carnales, curveados y pecaminosos que seducen a los hombres santos”.

3. La cultura del silencio ante los abusos sexuales en casa y en la iglesia. Culturas religiosas que hacen eco del mandato “los trapos sucios se lavan en casa” con nuevos mandatos, tales como: 

– “Acusar es ser traidora”

– “Romper el silencio pone en peligro a la familia y a la iglesia como obra de Dios”.

– “Los hombres están luchando con su carne” 

– “Los ungidos saben lo que hacen y si algo no está bien, serán ellos quienes den cuentas a Dios”.

– “El matrimonio debe preservarse a toda costa, pero no solamente el matrimonio propio, sino el ajeno, en este caso del pastor o líder abusador”.

Parte de los requisitos tácitos de la membresía es la demanda de lealtad a los miembros de la iglesia o a la “familia espiritual”.

Ante estos casos, muy dolorosa es también la negación institucional, cuestionando la veracidad de las denuncias de las víctimas, la congregación, entra en negación o desplazan la culpa a las víctimas o esconden los rumores y denuncias.

Algunas sufren de amenazas y persecuciones por personas de la misma congregación. Estas mujeres y niñas, son víctimas atrapadas en un doble o triple conflicto: con ellas mismas, con Dios y con la comunidad religiosa… incapaces de contar acerca del abuso que están sufriendo y no pueden recibir apoyo externo que les ayude con la violencia que están experimentando.

4. El mandato del perdón y olvido.

Cuando finalmente abusos y violaciones salen a luz, por ejemplo, por un embarazo o una denuncia formal, muchas feligresías tratan de “restaurar a las víctimas” más para callarlas y evitar el escándalo y el consejo alcahuete, simplista y revictimazante, será “perdonar y olvidar”.

En otras ocasiones, son acusadas de ser incitadoras, “Jezabeles o Dalilas” porque desacreditándolas a ellas, desestiman sus testimonios. Son acusadas de haber tenido aventuras con el líder o pastor, cuando no se trata de un adulterio de dos adultos que estaban de acuerdo, sino de un abuso de poder bajo la investidura espiritual de quién dice “representa a Dios”, incapaz de hacer algo incorrecto… caldo de cultivo ideal para ser presa fácil de un depredador sexual religioso.

Artículo publicado originalmente en Informa-Tico

Sharo Rosales

Gestora en desarrollo organizacional y Consultora de Género. Comunicadora de formación, con estudios en Defensa internacional de Derechos Humanos y en Derechos Humanos de las Mujeres. Desde 1992 participa en organizaciones basadas en la fe y en diversas iglesias del continente.Es activista por los Derechos Humanos de la Mujeres. Directora de Rosarce Consultoría Empresarial. Presidenta de la ASBL, Universidad Bíblica Latinoamericana. Miembro del Observatorio centroamericano de medios de comunicación y género, GEMA.

MUJERES, SOCIEDAD Y POLÍTICA

María de Galilea como paradigma de espiritualidad integral

Por Dario López

Poco se ha escrito desde una perspectiva evangélica sobre la mujer, las mujeres, como personajes públicos y, consecuentemente, como artesanas de una nueva manera de comprender y expresar la experiencia humana en sus múltiples dimensiones. Este vacío, con toda seguridad, se debe a la mentalidad patriarcal predominante en nuestras sociedades machistas que son replicadas en la iglesia, cuya resultante ha sido la invisibilización de las mujeres. Sin embargo, las mujeres, con sus voces y silencios, gestos y palabras, fueron forjando historias de vida y modelos de presencia pública, lamentablemente no siempre registrados, pero que quedaron en la memoria colectiva y en historia oral u escrita.

Una de estas mujeres es María de Galilea. A pesar de la escasa y dispersa información que se tiene sobre ella, los datos del Nuevo Testamento hacen posible reconstruir -así sea al paso o entre líneas- su papel como paradigma de espiritualidad cristiana integral. Las palabras y los gestos de María, registrados en los Evangelios de Mateo y Lucas, son de mucha ayuda para pensar en el papel de la mujer, las mujeres, en la sociedad y en la política, incluso en sociedades como la judía y la greco-romana del primer siglo en las que ser mujer implicaba no tener derechos ni ser considerada y tratada como ciudadana. María, desafiando al mundo patriarcal de su tiempo, fue capaz de sembrar novedad de vida y expresar con sus palabras y sus gestos quién era Dios para ella: Dios de la historia, de la vida y la justicia.

Bajo el paraguas de la historia de vida de María de Galilea, reflexiono entonces en el papel de la mujer, las mujeres, en la sociedad y en política; especialmente, en su papel como paradigma de espiritualidad integral. Una espiritualidad que, partiendo de la afirmación que el Evangelio es una verdad pública, exige confesar y vivir esa verdad en todas las dimensiones de la experiencia humana y, entre ellas, la vida social y política. A la luz de las palabras y los gestos de María de Galilea, se puede construir una vereda teológica sólida sobre la que afirme la presencia de los creyentes en el espacio público o, expresado de otra manera, en la sociedad y en la política. 

María de Galilea

De María, la joven campesina Galilea que aceptó ser la madre del Mesías, se tiene poca información en el Nuevo Testamento. A María se le menciona directamente en los Evangelios y en Hechos de los Apóstoles e, indirectamente, en dos de las cartas Paulinas[1]. Sin embargo, a pesar del papel protagónico de esta campesina Galilea en la historia de la salvación, llama la atención la información breve y dispersa sobre su vida personal y familiar, su militancia en la comunidad de Jesús y su compromiso con el anuncio de la buena noticia de salvación. 

La práctica creyente de María, su calidad de discípula fiel, su condición de testigo y mensajera insobornable, interpela y desacomoda. Interpela porque su ejemplo exige que seamos coherentes y consecuentes en todo tiempo. Desacomoda porque invita a un Seguimiento que ante nada y nadie se detiene, y que es capaz de encarar las situaciones más difíciles con una fe inquebrantable que jamás se vende o se subasta ante ningún señor temporal. María de Galilea: ¡Creyente, madre y discípula!

María la creyente, dispuesta siempre a la obediencia, traza un modelo de confianza sin reservas y de entrega absoluta de la vida al servicio del propósito salvífico de Dios. Ella estuvo dispuesta a ofrecerle a Dios uno de los bienes más preciados y sagrados que tiene una mujer: su vientre. Estuvo dispuesta a sufrir la vergüenza pública de ser madre soltera en la sociedad patriarcal de su tiempo y de ser sospechosa de adulterio o de una conducta moral indeseable. Este fue un problema que, aparentemente, le acompañó buena parte de la vida, tal como se desprende de la acusación y reproche que le hicieron públicamente a Jesús: «…Nosotros no somos nacidos de fornicación» (Jn. 8:41). Las mujeres de hoy, creyentes coherentes, integras y fieles, tienen en María un modelo y ejemplo a seguir, sean o no madres solteras, o mujeres que sufren diversas formas de violencia al interior o fuera del círculo familiar y religioso. 

Teniendo en cuenta la información escasa y dispersa que se tiene sobre ella en el Nuevo Testamento, una pregunta que brota directamente, relacionada con la invisibilidad de María de Galilea, es la siguiente: ¿Se puede reconstruir su papel como creyente, madre, discípula, testigo de la buena noticia de salvación y paradigma de espiritualidad integral, con en esta información escasa y dispersa que se tiene sobre ella? Para responder a esta pregunta se tiene que considerar que la disposición, entrega, compromiso y militancia de María de Galilea, tiene lecciones valiosas para las iglesias y para los creyentes de todos los tiempos, siendo esta una razón suficiente para indagar sobre ella en los documentos del Nuevo Testamento que registran aspectos significativos de su historia de vida.

A los evangélicos nos haría bien reflexionar sobre el papel de María como creyente, madre y discípula, particularmente, porque debido a la polémica histórica con la Iglesia Católica Romana sobre su doctrina acerca de María y, especialmente sobre la Mariolatría tan arraigada en América Latina, hemos dejado a un lado el testimonio del Nuevo Testamento sobre ella, limitándonos a citarla solamente como un personaje central en las historias del nacimiento del Mesías registradas por Mateo y Lucas, o referirnos a María simplemente como una mujer extraordinaria o virtuosa. 

Haríamos bien entonces en examinar lo que se afirma sobre María en los Evangelios y en Hechos de los Apóstoles y en pensar en las lecciones teológicas, pastorales y misionales que se derivan de esta información sobre la joven campesina Galilea que, en obediencia y en entrega sin reservas a la voluntad de Dios, traza un camino de compromiso, integridad y coherencia que se expresa en un discipulado que se va afinando y galvanizando en la cotidianidad de la vida. De María se puede afirmar que es «bendita entre las mujeres» (Lc. 1:42), ni como diria Martin en su libro “la canción de Maria” por «su embarazo ni por una santidad intrínseca o mérito alguno, sino porque a través de ella el propósito salvífico de Dios se fue cumpliendo.» 

Como María en el Magnificat pueden proclamar con gratitud y alegría la salvación de Dios. Dios que libera y que provoca un canto liberador que nadie puede silenciar, amordazar o secuestrar. Ellas pueden decir con María: «…He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra» (Lc. 1:38). 

Esto puede explicar en palabras de Gustavo Gutiérrez, que subraya que el Magnificat es uno de los textos de mayor contenido liberador y político del Nuevo Testamento. Y es así, entre razones, porque el Magnificat en su contenido y alcance liberador, visibiliza no sólo la fe de María, sino además su comprensión de una espiritualidad integral que no separa en compartimientos lo privado de lo público, la religión de la vida cotidiana, la espiritual de lo material.

María de Galilea es discípula que, en comunión con otros discípulos, aprende a esperar y confía que Dios cumplirá finalmente su promesa de empoderar a los crucificados del mundo para que sean testigos-mártires de la buena noticia de salvación en todas las esquinas y avenidas de la ciudad (polis), dentro y fuera de la frontera religiosa, y especialmente en la plaza pública tan necesitada de personas ejemplares como María de Galilea. María es un paradigma de espiritualidad integral que desafía a ser creyentes comprometidos con la vida y la justicia, creyentes que no separan la ciudadanía celestial de la ciudadanía terrenal, creyentes que viven su fe en el Dios de la Vida en todas las esquinas del peregrinaje humano común y en la cotidianidad de sus relaciones, especialmente, con las y los pobres de la tierra.


[1] Al respecto, se precisa que «El apóstol Pablo no nombra a María en carta alguna, pero hace algunas referencias ocasionales al nacimiento de Jesús (Rom 1,3-4; Gál 4,4-5), y otras más generales al modo de ese nacimiento (Gál 4, 28-29)» (Brown-Donfried-Fitzmyer-Reumann 1994:21).

Dario López 

Doctor, Pastor, teólogo, escritor, profesor de varias instituciones de Educación teológica. Ha sido miembro del Consejo Directivo de la Sociedad Bíblica Peruana, y miembro de la Fraternidad Teológica Latinoamericana (FTL) es pastor de la Iglesia Monte Sinaí en Villa María del Triunfo en Lima, Perú.

Anti-racism through Holistic Healing


By Joshua Long

I remember turning to the news on August 12, 2017, tiki torches, and white militias paraded the streets of Charlottesville, Virginia. I watched as ministers from a wide range of faiths and denominations put their bodies on the line to stand against the deadly white supremacist rally that was taking place. Just eight months into the presidency of Donald Trump gave many men of European descent the permission they needed to outwardly March again the equality of black and brown bodies.


Four years later, we have a semblance of justice. Derrick Chauvin is found guilty of the murder of George Floyd. His sentence does not meet the crime as he will get out in 22 years, but the conviction gives a small shroud of hope that things may eventually change. While I believe our continued analysis of systemic racism in our legal structures is essential, I’ve spent the past year reflecting on the ways racism is found in our bodies. Resmaa Menakem’s bestselling book My Grandmother’s Hands has led me into this work of self-reflection and holistic activism.


When I heard they had announced the verdict for the trial of Derek Chauvin, my body became warm and tingly. I felt my nerves electrify, and blood began to rush as adrenaline spread throughout my body. I was physically bracing for the trauma of “not guilty.” Before reading Menakem, I would have only paid attention to what I was thinking. My thoughts about the not guilty probability and the coming protest. Will I protest as well? However, having just done one of the meditations Menakem instructs in his book a few hours earlier that day, I had become more aware of what my body was doing in its moment of anxiety. My body was also creating trauma as a response to protect itself.


I appreciated Menakem’s book “My Grandmother’s Hands: Racialized Trauma and the Pathway to Mending Our Hearts and Bodies” where he approach to racial justice as he speaks from his profession as a licensed clinical therapist. His expertise connects a large portion of what is missing in our conversations around dismantling racism. So much of western (European descended) discourse is solely linked to the cognitive. Post-enlightenment ideologies dominate American Culture. My denomination, Unitarian Universalism, comes out of a deep appreciation for a reason, science, and human ingenuity. However, we struggle to dismantle white supremacy because of our inclination to ignore the body and only talk about the mind. Menakem writes, “We will not change this situation through training, traditional education, or other appeals to the cognitive brain. We need to begin with the body and its relation to trauma.”


Before I began my recent mental health trauma therapy journey two years ago, I believed I didn’t carry any trauma with me. I thought trauma was this weighted thing that only “damaged people” or “rape victims” have. My therapist would define trauma similar to Menakem’s. “Trauma is not a flaw or a weakness. It is a highly effective tool of safety and survival. Trauma is also not an event. Trauma is the body’s protective response to an event or series of events that it perceives as potentially dangerous.” Trauma is a natural part of the human or even living experience. The body, the lizard brain, and the soul nerve all work together to protect us without consideration, morals, ethics, who, what, where, why!


This is an argument against the doctrine of Original sin. If trauma is the natural response for protecting our entire being, and if Genesis 1 repetitively states that God’s creation is Good, and if Jesus has liberated us through the resurrection and invites us to redeem as well, then what about the human being is so depraved? White supremacy has taught that the body is the place of sin and shame. Paul’s letter to the Romans can become problematic if it is taken out of its context of redemption through Jesus Christ. Romans 7:6 reads, “To set the mind on the flesh is death, but to set the mind on the Spirit is life and peace.” Paul’s words are appropriated in European theology and permit Europeans to destroy white bodies.


There were many ways to butcher, torment, and murder a human body. When the Europeans cross the Atlantic to invade and conquer the Americas, they carried this trauma. When European settler-colonizers encountered Africans and Native Peoples, they took their dirty pain out on the bodies of those they deemed inferior. Only a theology that demonizes the body allows for this type of trauma to exist for a thousand years and then justifies the passing on of trauma to other communities. White Christianity becomes the tool that allows for the cycle of dirty pain to exist; it justifies the crucifying of black bodies for white bodies to live.


Earlier this year, I visited my great-grandfathers grave and walked the ground that he walked. My body reacted to my ancestors’ trauma—living conditions in Southwest Virginia during the Jim Crow Era. My ability to heal from this trauma is 2-fold. It requires me to go through the trauma through clean pain. But, as a Christian, I must also strip my entire being of European Christianity and decolonize my faith. I would argue that the latter is more challenging because of our shared culture of White Supremacy. When I let go of the doctrine of Original sin and adhere to a theology of original blessing, I see my body and all bodies as good.


As I explored my healing of radicalized trauma, I discovered that my love for music and passion for the environment is deeply embedded in my body, soul, and spirit. I sang I want Jesus to walk with Me as I walked along the Appalachian Trail. The Jesus that I walk with must not have any blemish of European Christianity. The Black Jesus I call upon knows my trauma and is with me through my times of pain.


For those of African and Indigenous descent, we must let go of the reflex to soothe white bodies to heal fully. “There will surely be times when soothing someone is exactly the right thing for you to do. Sometimes that person will be white. But from now on, when you soothe another body, I encourage you to do it by choice, not out of reflex.” That may be one of the most healing things that I can do while working with people of European Descent. This will also challenge white bodies to do their healing and decolonizing work.


Theological conversations for dismantling racism are not solely a cognitive or academic experience. These discussions involve holistic healing of heart and body and a commitment to decolonizing our individual and collective faith. As a person of African descent who has decided to follow Jesus, I must work on my healing to not harm other bodies.


My calling to minister through music and support the climate justice movement must be grounded in a faith that centers my black body and the liberation of all marginalized peoples. Do People of European descent need to be liberated from the lie of white supremacy? Absolutely! However, my work is to create healthy cultures through music and activism, hoping that all peoples will one day come together for collective healing and liberation.

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Joshua Long is the Director of Music Ensembles at the Unitarian Universalist Church of Annapolis. He serves on board of the UU Ministry for Earth and is currently a student at Wesley theological seminary working on an M.div with a specialization in Public Theology. His heart for faith, climate justice, and social change is made clear in both his music and ministry.

Prevenir y atender la violencia contra las mujeres desde la iglesia

Por Luzmila Quezada Barreto 

El informe del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables en el Perú registra que en el 2021 se han cometido 6,311 violencias contra las mujeres y 70 feminicidios. Entre las principales causas que quienes cometen la violencia son los varones cuya intención es tener autoridad, dominar, ejercer control y negar la autoafirmación de las mujeres como sujetos de derechos.

La mayoría de los hombres que abusan de las mujeres llegan a convencerse de que tienen el derecho “autoridad” divina para hacerlo. A esto es lo que llamamos violencia simbólica en donde se asienta el patriarcado y quienes trasmiten estas ideas y creencias son las instituciones como estructura material. 

Por tanto, si queremos enfrentar la violencia se tiene que deconstruir los discursos y narrativas de la violencia simbólica que avala la subordinación y sumisión de la mujer. Sabemos que para que se difunda y tenga fluidez los discursos, se sirve de los espacios que socializan los valores, normas, roles, estereotipos naturalizados y sacralizados en todos los ámbitos de la sociedad, como la familia, las escuelas, universidades, los medios de comunicación y las iglesias.

En la cultura y las religiones se construye las relaciones de poder, la estructura piramidal de las jerarquías y el kiriarcado que permite y tolera la violencia y discriminación de género en las interrelaciones humanas en la familia, la comunidad y el Estado al no dar seguimiento a las políticas para erradicar la violencia.

Cuando se habla de la composición social de las iglesias, se ha dicho con optimismo -sin importar el estrato social- que más del 70 % de la feligresía son mujeres porque son más sensibles y religiosas, más en ningún momento critican la estructura piramidal, la dominación y sumisión de parte de las mujeres. Todo el trabajo que realizan las mujeres en las iglesias es una extensión de las tareas domésticas y reproductivas, de servicio al otro, autoexcluyéndose a sí mismas debido al discurso religioso de la superioridad masculina, por ser la cabeza, discurso basado en los relatos bíblicos de la creación y otros.

Entre los criterios que tenemos que trabajar para deconstruir la violencia simbólica y promover relaciones saludables de convivencia son:

El enfoque de género es un instrumental teórico – metodológico que nos ayuda a analizar, que sobre las diferencias biológicas entre hombres y mujeres se construyó las relaciones de poder, las relaciones sociales y culturales que las identidades conforme a su clase, etnia, generación, y edad, desarrollan y organizan la sociedad de manera simbólica, subjetiva e institucional. Pero que muchas veces al afirmar la diferencia la sociedad patriarcal y androcéntrica acabo creando la desigualdad. 

Nuevos símbolos e imágenes de lo trascendente Dios.- Las imágenes de Dios que se socializa en los espacios eclesiales son masculinos, como Dios padre, Señor, soberano y rey, desmarcando otras imágenes del misterio de Dios cuya identificación va más allá de las dimensiones antropológicas masculinas, tales como como vida plena, amor, gracia, fuerza y paz. La importancia de analizar los símbolos que utiliza el cristianismo radica en que son armas ideológicas poderosas para fijar en el inconsciente colectivo actitudes y comportamientos en las relaciones humanas. Esto reta al cristianismo reinterpretar la teoría de la expiación -la idea que Dios dio a su único hijo (masculino) para salvar el mundo. Esta imagen simbólicamente es violenta porque se pide sacrificios humanos para la salvación, así se ha visto a través de la historia.

Practicar un enfoque de la ética del cuidado.- Las iglesias como comunidad terapéutica de iguales han de ser espacios de sentido y dignidad para sus vidas, que enfrentan todo tipo de marginación por su condición de pobreza y baja autoestima. Para ello se tiene que hacer una revisión de los dogmas, fundamentos religiosos y creencias en Dios porque antes de dejar la relación abusiva, lo que hace la diferencia luego de la separación es la forma como se experimenta a Dios. Las malas interpretaciones de fundamentos religiosos y la falta de información influencian las alternativas de las mujeres maltratadas al seleccionar ayuda e ideas acerca de Dios.

Practicar el enfoque de la espiritualidad.- Crear espacios de espiritualidad, cuestionando aquellas prácticas que las mantiene postergadas para restaurarlas y dar fortaleza para que dejen la relación violenta y empezar con el trabajo de sanación  y recuperar la imagen de Dios que habita en las mujeres

Salir del circulo vicioso de la violencia es uno de los eventos más difíciles de manejar para la mujer que lo vive y quiere salir de esa situación. Una comunidad que acompañe el proceso y recuperación implica que las mujeres reconstruyan una fe saludable, confronten a la iglesia por el rol permisivo y pasivo de sus experiencias abusivas y lleven a cabo un proceso para redefinir su lugar y su relación con la iglesia. Es ahí donde podemos tener cuidado, apoyo, consuelo, para crear espacios de seguridad que nos permitan tener vida plena y libre de violencia.

Luzmila Quezada Barreto 

Doctora en Historia y Teología por la Escola Superior de Teología. Maestría en Ciencias de la Religión en la Universidad Metodista de Sao Paulo. Licenciatura en Teología en la Universidad Bíblica Latinoamericana.Pastora Ordenada de la Iglesia Wesleyana de Perú.